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La afición más pétrea

La afición más pétrea

La asociación de mineralogía Maigor de Arrigorriaga lleva 22 años enseñando los entresijos de las piedras más preciosas

Miriam Cos

Lunes, 11 de julio 2016, 12:20

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En una pequeña sala cientos de piedras se mantienen impasibles ante el tiempo. Ya antes de llegar a las pulcras vitrinas de cristal que las resguardan permanecieron a la intemperie a la espera de que algún curioso diera con sus atributos. Curiosos que forman parte de un extenso grupo, pero muy original, que se encarga de conocer los entresijos de objetos que responden a nombres como wad, azurita, berilo o galena. Así, a través de la agrupación de mineralogía Maigor de Arrigorriaga, cientos de vecinos ya han pasado por su mesa y microscopio para observar algunas de las maravillas que esconde la naturaleza, y que su presidente, Eduardo Ceballos, ha sabido recopilar durante toda su vida y en los 22 años que lleva trabajando para la comunidad en pos de una afición que «cuando atrapa ya no hay vuelta atrás».

«La asociación la fundamos mi hermano y yo en 1994. Éramos cuatro adultos y seis niños. En la actualidad hay 168 socios», explica Ceballos. Amante de los minerales desde que tiene uso de razón, ha ido recopilando piedras de todo tipo para reunir una colección de cientos de piezas. «No sé ni cuántos tengo, entre 1.000 y 2.000», dice jocoso. Ahora, se encarga de trasladar su sabiduría a los chavales del pueblo, que de generación en generación y poco a poco, han ido pasando por su pequeño estudio ubicado en el Lonbo Aretoa. «Al principio hacíamos concurso y exposición de minerales. Los chavales llevaban su propia colección y se entregaban premios a los mejor clasificados y según las piezas que tuvieran», recuerda. Ahora, Maigor ha dado un paso más allá ofreciendo clases extraescolares, donde acuden niños de entre 9 y 13 años. «Todos los años abrimos el cursillo de minerales donde enseñamos la diferencia entre la roca y el mineral, además de los tipos y su identificación», concreta.

Así, cada viernes por la tarde durante el curso se han reunido con un amplio grupo de niños ávidos de conocimientos y de poder tocar esas piedras tan brillantes que ven en los libros. «No es una afición habitual entre los chavales, mucho menos ahora que tienen tantas posibilidades, pero sí que llama mucho la atención lo vistoso de los colores de las piedras», concreta. De ahí a comenzar a analizar y observar hay un paso. Y, aunque en otros tiempos el mundo de la mineralogía estaba más orientado a los encuentros, ahora se estila más la compraventa y el intercambio de estas piedras, algunas muy difíciles de encontrar en el territorio.

Feria de verano

Pero Ceballos no solo se encarga de enseñar la teoría a sus alumnos. Excursiones a distintos museos de la zona y la realización anual de la feria de minerales completan las actividades de esta asociación, una de las míticas en Arrigorriaga. «El primer domingo de junio se realiza una feria en el frontón y donde los aficionados pueden obtener piezas», sentencia. Aunque lo más gustoso a la hora de conseguir un pequeño y brillante trofeo es ir en su busca a montes y zonas concretas. «Yo sigo saliendo con los mayores a La Rioja y otros lugares para buscar. Como el que va el domingo al monte, pero nosotros nos fijamos más en las piedras que se nos ponen en el camino», afirma. «Cuando sales y encuentras algo, aunque ya lo tengas, sientes una gran satisfacción», recalca.

En contacto con agrupaciones estatales e internacionales, Ceballos reconoce que en alguna ocasión ha sido invitado a ir a países como Finlandia o Canadá en busca de minerales, pero se conforma con mantener estas amistades en pos de un hobbie a través de la Red, desde donde envía lotes de piedras a sus compañeros extranjeros. Con cada uno de sus descubrimientos catalogados e informatizados a través de un lector de código de barras, el presidente de esta más que curiosa asociación reconoce que la mineralogía es una afición difícil de mantener, sobre todo por el espacio. «Hay que tener un buen sitio donde guardar todas las piedras», comenta, para lanzar una petición inocente al Consistorio. «La clase se nos queda pequeña, si tendríamos más espacio podría traer muchas más piedras que tengo en casa».

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