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Estamos a quince días de que lleguen las finales de rugby y ya empieza a notarse en la ciudad. No todavía a un nivel forofístico, pero dennos un poco de tiempo. Yo calculo que en una semana veremos ya multitudinarias melés improvisadas en plena Gran Vía. También bilbaínos que salen corriendo porque pierden el autobús y son placados magníficamente por vecinos que luego, en comisaría, intentarán explicarlo todo en base a la rivalidad legendaria entre los sudafricanos y los all-blacks. «Verá, agente, me pareció que era un 'springbok' acercándose peligrosamente a nuestra línea de cinco metros».

Se va a animar mucho la vida bilbaína en cuanto comencemos a cogerle el tranquillo al rugby. Y los estudiantes de Traumatología se van a hinchar a hacer prácticas. Son todo buenas noticias. Como las que van llegando de los hoteles. Están a rebosar. Tanto, que los precios se han disparado y la noche en el hostel está ya a precio de suite. Los hoteles de los alrededores de la ciudad también notan la llegada de las aficiones. Subirán también los precios porque estamos ante un gremio que observa las leyes de la oferta y la demanda con una fidelidad pasmosa.

El fan que reserve la última habitación libre igual les deja a sus hijos, allá en Irlanda o Francia, un agujero considerable. Parece que el 'Irish Times' ya está advirtiendo de los precios, como quien advierte de un enorme peligro que aguarda en el extranjero. Pero merece la pena pagar, claro que sí. Estamos hablando de rugby, un deporte magnífico del que nosotros no tenemos mucha idea. Pero aprenderemos rápido. ¿Acaso la adaptación evolutiva no nos ha preparado para entender el reglamento y descubrirle el interés a los deportes más extraños?

Que los únicos que sí entienden de rugby en Bilbao se vean damnificados por la llegada de las finales no deja de tener su aquel. En el campo de El Fango donde entrena el Universitario Bilbao Rugby va a instalarse un camping para acoger a los aficionados visitantes. El equipo de rugby local tendrá por tanto que trasladar sus entrenamientos a Zorroza. Y en esas fechas se estarán jugando el ascenso a Segunda División. Los jugadores están molestos, aunque confían en que todo sirva para mejorar sus condiciones futuras. Mucha gente confía en que las finales pasen, pero la llama del rugby prenda y se quede en la ciudad.

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