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Ainhoa De las Heras y eneko pérez
Domingo, 4 de febrero 2018
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La unidad 446076 de Renfe Cercanías que el sábado descarriló a la salida del túnel de Urbinaga ya no obstruye la vía. Según informó desde Madrid un portavoz del Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif), «el tren quedó encarrilado a las 15.15 horas y fue apartado a la estación de Santurtzi (a cuatro paradas de distancia), a las 17.08 horas». El convoy había quedado encajonado en la galería, recostado sobre una pared y encaramado al desprendimiento de tierra y piedras que invadía el trazado ferroviario contra el que se estrelló. Por fortuna, ninguno de los 30 pasajeros que viajaban a bordo, entre ellos niños de corta edad, resultaron heridos debido al impacto, aunque se llevaron un gran susto.
Los técnicos de Adif apuraban ayer las labores para poner de nuevo en servicio la vía cuanto antes, aunque sin poder realizar una estimación de tiempo. Antes, debían «garantizar que queda en perfectas condiciones para la circulación», apuntaban desde la empresa pública ferroviaria. Para ello, los expertos tenían que analizar si las comunicaciones y la propia vía habían quedado dañadas y también cómo había afectado el accidente al estrecho túnel sobre el que el tren se había arrastrado hasta quedar apoyado, lo que evitó que volcara.
Por fortuna, el percance se registró cuando la unidad acababa de salir de la estación de Sestao, por lo que no había alcanzado gran velocidad. El maquinista se topó con el obstáculo y frenó, pero no pudo evitar la colisión. Los viajeros sintieron un «frenazo» y salieron despedidos hacia delante. Los ocupantes del primer vagón vieron cómo caían escombros y rocas desde la ladera situada sobre el túnel y notaron como si el tren «fuese sobre piedras». Todos fueron evacuados por la cabina, a través de la puerta del maquinista, y después trasladados a otro tren, que les llevó a sus destinos.
Otra de las preocupaciones se centraba ayer en la ladera que sufrió el desplome, ante el miedo de que pueda volver a ceder el terreno, azotado por intensas lluvias durante los últimos días. No obstante, la línea Bilbao-Santurtzi, que transporta a diario en jornada laborable a unos 8.400 viajeros a lo largo de 13 kilómetros de trazado y 14 estaciones, ha continuado activa.
Unos treinta minutos después de producirse el descarrilamiento, el sábado a las 17.30 horas, todo el tráfico ferroviario fue canalizado a una única vía, paralela a la inutilizada, de modo que el servicio se ha visto solo afectado por pequeños retrasos. Esta misma fórmula se mantendrá a partir de hoy, hasta que se recobre la normalidad en el trazado, pese a que en días laborables aumentan las frecuencias con respecto al fin de semana. Un portavoz de Renfe advirtió ayer que hoy pueden registrarse demoras «de dos o tres minutos», de las que se informará debidamente a los usuarios, aunque confíaba en que «a lo largo del lunes se pueda volver a la normalidad».
Especialistas de Adif y operarios de TECSA desplazados hasta Urbinaga trabajaron desde primera hora de la mañana de ayer para minimizar las consecuencias del derrumbe y el posterior descarrilamiento del convoy. Un tren-grúa enviado desde la estación de Abando, una máquina-locomotora que procedía de Miranda de Ebro y un tren taller con herramientas específicas, ayudaron a la veintena de operarios en sus labores.
Su primer objetivo fue elevar la unidad siniestrada, que lleva en servicio desde 1991, para poder retirar con palas y con una excavadora la tierra y las piedras que había acumuladas debajo. El convoy había quedado encajonado en el túnel, por lo que rescatarlo resultó muy complicado. De hecho, en un primer momento solo consiguieron mover la máquina unos quince metros.
Más tarde, una vez encarrilada, volvió sobre sus pasos, atravesó de nuevo el paso subterráneo y cruzó por las estaciones de Sestao, La Iberia, Portugalete y Peñota hasta recalar en Santurtzi, de donde había partido y donde será examinada y reparada. De momento, ayer pudo hacer el trayecto hasta su destino final sin grandes dificultades. Adif solicitó también la intervención de un grupo de electrificación para arreglar la catenaria, parcialmente destrozada al ser arrastrada por el derrumbe.
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