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Emilio Borja muestra su género. «Vender es lo único que sé hacer», asegura.
«Si no me toca, me quedo sin trabajo»

«Si no me toca, me quedo sin trabajo»

IÑIGO SÁNCHEZ DE LUNA

Lunes, 19 de junio 2017, 23:21

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Los vendedores del principal mercadillo de Erandio, el que se celebra cada lunes en el barrio de Altzaga, hay 113 puestos, mientras que en Astrabudua hay 13 no ocultan su inquietud por su futuro. La nueva ordenanza de venta ambulante municipal, que todavía no ha entrado en vigor, acaba con el sistema actual de dación de permisos, sustituyéndolo por un sorteo entre los solicitantes que cumplan ciertos requisitos y limitando el plazo de vigencia de los mismos para favorecer el relevo entre los vendedores. La normativa sustituye a la aprobada en 1995, que estaba «totalmente obsoleta». El Ararteko exigió hasta en dos ocasiones a las autoridades municipales la puesta en marcha de un nuevo protocolo para conceder las licencias después de recibir diferentes quejas de personas que no podían acceder a un puesto en los mercadillos, copados desde hace muchos años por las mismas familias.

Así, la nueva regulación limita a cuatro años el permiso de venta. Después, volverían a adjudicarse los puestos. Dos de los afectados han presentado sendas alegaciones al documento, aún en trámite, mostrando su «miedo a que les puedan quitar sus parcelas», reconoció el concejal de Salud y Consumo, Jorge González. Las autoridades municipales han recibido una tercera, presentada por la Asociación de Vendedores Ambulantes, y con un carácter más técnico, discrepando del plazo de adjudicación de las licencias, entre otras cuestiones. Ahora el Ayuntamiento deberá resolver y contestar a las mismas y en caso de «aceptar alguna debería incluirse en la ordenanza», un trámite que obligaría a llevar el reglamento modificado a pleno para su aprobación.

Los vendedores temen que la entrada en vigor de la ordenanza les deje en el paro. Abdelaziz Bahri, que lleva veinte años vendiendo alfombras y textiles para la hogares, cree que «si no me toca un puesto, me quedo trabajo después de tanto tiempo. Y ya me cuesta bastante llegar a final de mes». En su opinión, el sistema debería ser «el mismo que hasta ahora, sacar la licencia anual y estar al corriente del pago de tasas y de autónomos». Tampoco oculta su preocupación Emilio Borja, consumado vendedor de zapatos femeninos. «Es lo único que sé hacer», asegura. Continuador de una saga de dos generaciones de vendedores ambulantes, se pregunta preocupado por el cambio de horizonte que se barrunta en el recinto «a qué nos vamos a dedicar si nos quitan el puesto». Borja apuesta por «ampliar» la zona del mercadillo, uno de los más populares de la Margen Derecha y con más de tres décadas de existencia. Con esta medida «a buen seguro darían cabida a todos» los que se quieren dedicar a esta tarea. «Ya no es lo que era en cuanto a ventas, de hecho el año pasado tuvieron que bajar las cuotas para evitar una espantada», asegura.

«A todos nos hace falta»

En este zoco que cada lunes visitan cientos de personas que llegan incluso de otros municipios, con una oferta de productos de lo más variopinta, sobreviven los hermanos Ismael y Roberto Fernández, que ya han sufrido en sus propias carnes el quedarse sin puesto en «Laredo y Bermeo» al aplicarse una ordenanza similar a la redactada en Erandio, aseguran. «A todos nos hace falta trabajar, y esta medida no nos beneficia», explica categórico Roberto.

Por este motivo defiende «incrementar el control sobre los vendedores ilegales, con más inspecciones, y expulsar al que no cumpla los requisitos». Su hermano apuesta por «regularizar primero los puestos que permanecen libres mediante sorteo, pero sin perjudicar a los demás». Las voces más críticas prefieren el anonimato. «Nosotras llevamos generaciones vendiendo en Erandio. ¿Por qué no se saca también a subasta cada cierto tiempo el puesto de los funcionarios?», se preguntó una vendedora muy indignada. González entiende que exista «nerviosismo» entre los vendedores, «pero la normativa la hacemos por imperativo legal, y tampoco nos parece justo que alguna gente se perpetúe en este espacio público». Recuerda que «nuestra intención no es perjudicar a nadie». Además, a tenor de la lista de espera para obtener una licencia, no cree que «vayan a producirse muchos cambios».

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