Los británicos deciden hoy si se van de la UE en medio de una total incertidumbre

En los colegios electorales les espera una papeleta en la que se lee en el primer renglón: Referéndum sobre Reino Unido como miembro de la Unión Europea. En el segundo, las instrucciones: «Vote sólo una vez marcando un aspa (X) en la casilla de su elección». En el tercero, la pregunta: «¿Debe Reino Unido permanecer como miembro de la Unión Europea o marcharse de la Unión Europea?». Finalmente, las dos opciones Permanecer como miembro de la Unión Europea y Marcharse de la Unión Europea junto a las casillas correspondientes.

El referéndum es la consecuencia de la inestabilidad del Gobierno conservador presidido por David Cameron, que con una exigua mayoría de 12 diputados había sufrido, en su anterior mandato, en coalición con el partido liberal-demócrata, dos rebeliones, de 70 y 111 diputados de su grupo parlamentario, en votos de mociones pidiendo la convocatoria de un referéndum.

Las mociones fueron derrotadas por abrumadoras mayorías. Hubo más rebeldes, 134, cuando el Gobierno introdujo el proyecto de ley sobre el matrimonio homosexual. Pero el primer ministro decidió, en 2013, prometer una consulta sobre el In o el Out de la UE, a celebrar antes del fin de 2017 y después de negociar nuevos términos para la relación británica con la Unión.

Una escisión creciente en el Partido Conservador y el ascenso del Partido por la Independencia de Reino Unido (UKIP) aconsejaron a Cameron la convocatoria, con el fin de zanjar el largo dilema europeo en el interior de su partido. Es el tercer referéndum nacional en la historia de Reino Unido. El primero, en 1975, se celebró por las divisiones del Partido Laborista, que gobernaba dos años después del ingreso británico en la CEE. El segundo, en 2011, fue sobre la reforma del sistema electoral.

La consulta de 1975 se saldó con una ratificación del ingreso por el 67% de los votos contra el 33%, en un ambiente de optimismo sobre los beneficios del ingreso en el mercado común. En esta ocasión, el malestar hacia la UE se manifiesta en rechazos a la creciente influencia de las instituciones de la Unión en el sistema político y judicial o la inmigración de cientos de miles de europeos, y en la creencia de que la economía puede mejorar tras la marcha.

Una campaña repetitiva ha enfrentado las advertencias sobre las consecuencias negativas que generaría el Out para la economía doméstica e internacional y la influencia de Reino Unido en el mundo con la ilusión de inaugurar una nueva era de absoluta independencia. La campaña fue sacudida por el asesinato de una diputada laborista, Jo Cox, por un vecino de su circunscripción, que la mató gritando «Muerte a los traidores». Ayer habría cumplido 42 años y su memoria fue homenajeada en diversos actos.

El papel de los indecisos

Los últimos sondeos ofrecen la perspectiva de un resultado muy ajustado. Dos de los tres publicados dan ventaja al Out por uno y dos puntos porcentuales. El tercero da ventaja al In por tres puntos. Esta última encuesta, realizada por Opinium, detecta un 9% de indecisos, entre los que habría una mayoría inclinada a votar por la permanencia.

La firma Number Cruncher Politics (NCP) ha adquirido una buena reputación por sus aciertos en los últimos dos años, a diferencia de los sondeos que publican los medios, con su prestigio dañado por el fracaso en predecir correctamente la victoria de los conservadores en las elecciones de 2015. NCP pondera con su propio modelo los datos publicados por firmas de sondeos y pronostica una victoria del In por el 52% contra el 48%.

La participación tendrá un efecto decisivo. Una alta abstención llevaría a una más probable victoria del Out, según los expertos. El voto de los más jóvenes favorecería un mejor resultado del In, porque la diferencia generacional es muy marcada. La abstención ha sido alta en anteriores referéndums nacionales. En 1975 votó menos del 65%. En la consulta sobre la reforma del sistema electoral, el 42%.