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Sergio Llamas
Domingo, 24 de diciembre 2017, 00:07
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Nuevo nombre y nueva vida para el pequeño setter inglés que el domingo fue hallado en un contenedor de basura de Zalla, famélico y con síntomas de haber recibido un brutal golpe en la cabeza. La residencia canina que mantiene la asociación Troylo en Güeñes, donde cuidan de otra treintena de canes de esta misma raza, le ha concedido ambas cosas. «Le hemos llamado ‘Gudari’ porque es un luchador», señala la presidenta de la asociación, María Gutiérrez, quien confía plenamente en su recuperación. «Ya empieza a mover la cola cuando le llevas la comida», apunta.
Entre tanto, la asociación por los derechos de los animales que denunció su caso y busca al responsable de los hechos, Asoaya, protagonizará hoy una concentración junto a otros vecinos y colectivos para mostrar su repulsa. Será a las 13.00 horas en el Ayuntamiento de Zalla.
Ajeno a esta protesta, ‘Gudari’ continúa su rehabilitación. «Es un perro joven, le echamos un año y poco», detalla la cuidadora, quien asegura que se trata de un animal «muy sensible». «Es muy sumiso. Son perros que no se revelan contra el maltrato. Los traten como los traten, soportan hasta que no pueden más», lamenta la mujer.
Además de ganar peso y coger fuerzas, desde el miércoles el animal se cura allí de sus heridas. Toma analgésicos para el dolor y parece tener dos huesos rotos: el del arco cigomático, encima de la mandíbula -aunque logra masticar pienso-, y el de la bulla timpánica, en el oído. El ojo, ya casi sin hematoma tras el golpe recibido, ha mejorado mucho. «Es un perro joven y son muy fuertes», añade Gutiérrez.
Aunque el caso de ‘Gudari’ escandalizó a los vecinos, por desgracia no sorprendió demasiado a los responsables de Troylo. Desde hace cuatro años, la asociación, que ofrece animales en adopción después de recuperarlos, viene advirtiendo este tipo de trato a los setter por toda la geografía española. «Aquí es el animal de caza más usado. Son muy sociables, muy cariñosos, muy sensibles y buenos con los niños. Son perros activos, por lo que necesitan sus paseos y sus salidas al monte, y son miedosos. Se crían en entornos de campo y las ciudades son nuevas para ellos», detalla la mujer.
Gutiérrez se ha hecho cargo de casos dramáticos, como ejemplares ancianos abandonados tras explotarlos durante 17 años, cachorros a los que han tenido que amputar una pata u otros simplemente dejados a sacrificar. En Güeñes todos han encontrado una nueva vida y, a veces, una familia, como atestigua su página web: www.troylo.es.
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