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Luis Gómez
Domingo, 28 de mayo 2017, 02:18
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Es difícil de explicar cómo un sinfín de años, qué años, décadas de éxitos, se pueden ir por el desagüe en un suspiro. Estrellas de conciertos multitudinarios, titulares de cuentas corrientes multimillonarias y protagonistas de interminables y envidiables listas de romances y todo tipo de flirteos con mujeres espectaculares. Habrá quien le eche la culpa al tequila, al ron o a saber qué, pero los dos grandes divos mexicanos y por extensión latinoamericanos se han transformado, de la noche a la mañana, en ídolos de barro. En caricaturas a las que cuesta reconocer. El último ejemplo es Alejandro Fernández. 'El Potrillo' arrancó con hipo uno de sus últimos conciertos en la ciudad de Puebla. Un fan le ofreció un chupito para pasar el mal trago. La culpa, para más señas, no la tuvo el vasito de tequila rosa en cuestión. Ya subió al escenario borracho e incapaz de «sostenerse en posición vertical», según reflejaron diversos medios locales. Sudoroso, se dio la vuelta y, de espaldas al público, trató de mantener la compostura, mientras un mariachi le acercaba una toalla para limpiarse los vómitos.
La dicción del hijo de Vicente Fernández, un histórico cantante de rancheras e igual de mujeriego que su hijo, era lamentable. Incapaz de seguir la letra, dejó que los más de 6.000 entregados admiradores corearan la canción. Alejandro cuenta que «repentinamente» comenzó a sentir náuseas y tuvo que abandonar el escenario para vomitar. A la conclusión del concierto se disculpó y recordó que «la bebida de color rosa me cayó mal. Se me revolvieron hasta las ideas porque, la verdad, fue muy grande el trago que le di. No lo soporté porque no esperaba que fuera tequila», lamentó. «Me lo tomé pensando que era algo dulce y estaba demasiado fuerte».
Estragos del bisturí
El otro, Luis Miguel, lleva años en caída libre. Todo lo ha echado a perder en los dos últimos años: su vida, su carrera, su físico... Mientras se le multiplican los problemas legales, cada vez le es más difícil ocultar los estragos del bisturí en su rostro, carcomido por los estragos del alcohol. Circulan ya apuestas sobre el tiempo que tardará en convertirse en el nuevo Mickey Rourke. El bolerista por excelencia, la estrella que acercó a las nuevas generaciones clásicos eternos 'Somos novios' o 'Te extraño', lleva años siendo una sombra de lo que fue. Apenas queda recuerdo del chico mono que se ganó el mercado con su portentosa voz y atildados looks. Luis Miguel siempre pareció en el escenario ese elegante y atento barman por su afición a lucir pulcras chaquetas blancas. Otras parecía salido de un consejo de administración, con la sensación de haber cerrado el negocio del siglo. Las más, como si terminase de bajar del yate atracado en Miami. Eternamente bronceado, era la viva imagen del éxito. También la envidia de muchos. Pero todo se empezó a torcer.
En su caso es difícil concretar si fue antes el huevo o la gallina. Le acusan de no pagar lo que debe, de olvidar las letras de sus canciones, de incumplimiento de contratos, de no atender sus obligaciones como padre... De casi todo. Conciertos cancelados, numerosas demandas a sus espaldas, pasado de peso... Hace varias semanas el artista fue arrestado en Los Ángeles por negarse a comparecer tres veces ante un tribunal y quedó en libertad bajo fianza de un millón de dólares, cantidad que se había negado a pagar a su exmánager en Estados Unidos. Al Sol de México, como se le conoce, se le apaga la luz. Pero ni en sus peores momentos ha dejado de enseñar sus dientes blancos. ¿Que le embargan un Rolls Royce? Ríe. ¿Que le desprecian sus examigos y rechazan su exesposa e incluso sus hijos? Pues vuelve a sonreír, como si no pasara nada.
«Luismi, otra vez borracho»
«Luismi, otra vez borracho», acostumbran a titular los periódicos mexicanos. Noviembre de 2015 marcó un punto de inflexión para 'Micky', como también le llaman al otro lado del Atlántico. Fue cuando comenzaron las cancelaciones masivas de sus shows. Primero suspendió un concierto al poco de arrancar. Sólo llegó a interpretar tres canciones tras alegar que no aguantaba el aire acondicionado. Un mes después, justificó un resfriado para cancelar una gira por Estados Unidos. A mediados de 2016 postergó todos los conciertos programados en el Auditorio Nacional de México.
Detrás de las desgracias que persiguen al astro muchos advierten un punto de soberbia que le llevó a «acabar con su gente más cercana» y a encargarse él mismo de la producción de sus discos. Ahí sitúan el origen del declive de su carrera. «Pensó que con los músicos de su banda y canciones aparentemente bonitas sería suficiente. Dejó de guiarse por la gente que sabía de música que lo llevó al éxito. Pero él solo no tiene el nivel», afirma Arturo Velasco, conocido productor de televisión.
A las desgracias profesionales hay que sumar las personales, empezando por las heridas causadas a sus familiares más cercanos. Su exmujer, la actriz Aracely Arámbula, publicó en su cuenta de Instagram una cita que levantó ampollas: «Eres el mejor papá del mundo... cuando vienes a visitar a tus hijos». Por si cupiera alguna duda sobre los sentimientos de su expareja, remató su rabia en una entrevista en el diario El Tiempo: «Jamás les he hablado mal de su papá, pero conforme pasa el tiempo y él no los busca, creo que ellos ya no lo ven como un padre, porque eso se da en la convivencia diaria. Él es un padre ausente», confesó implacable.
En su país existe el convencimiento de que jamás volverá a ser el que fue. Frente a las críticas más iracundas ha respondido con fotos y mensajes en las redes sociales en las que dejó flotando un enigmático «bajo construcción». Pero ya casi nadie le cree ni distingue. Cada vez está más irreconocible. Una imagen del cantante con el rostro casi sin líneas de expresión y sin cejas disparó todo tipo de conjeturas. Con una sonrisa de oreja a oreja y dientes perfectamente blancos, el nuevo estilismo de Luis Miguel dejó entrever su paso por el quirófano. Acompañado del mismo asesor de Anne Hathaway y Matt Damon y de cantantes como Shakira y Bon Jovi, el 'Sol de México' intenta recuperar su imagen de triunfador y que se le vuelva a recordar por sus característicos movimientos de cadera.
«Me gusta pasarlo bien»
En la misma onda anda su colega Alejandro Fernández, que curiosamente lo demandó por siete millones de dólares por una prometedora gira conjunta que nunca se llevó a cabo. 'El Potrillo' niega que tenga problemas con el alcohol ni de ninguna otra índole. «Siempre sobra gente que te quiere molestar y hacer daño», se quejó. «Me voy a fiestas y claro que me gusta pasarlo bien con mis amigos, pero también se ve la mala leche de la gente que te quiere hacer daño». Lo cierto es que en los últimos meses acumula varios sucesos bochornos relacionados con el alcohol. El pasado abril se filtraron imágenes del cantante completamente borracho paseando por las calles de Ciudad de México tras asistir a una fiesta por la boda de la modelo y actriz Ximena Navarrete.
En una situación idéntica se le vio en una discoteca de Las Vegas sin camiseta y totalmente ebrio. Entonces dijo sentirse avergonzado, pero llovía sobre mojado. En 2010 una aerolínea vetó a Alejandro después de subir a un avión en estado ebrio e insultar a la tripulación y pasajeros. Cinco años después, sufrió un accidente automovilístico en Jalisco. Fuentes del hospital donde ingresó explicaron que llegó «con intoxicación alcohólica». Pese a estos excesos, Alejandro, que presentó su nuevo álbum, Rompiendo fronteras, en una cervecería, sigue abarrotando recintos. De ahí que muchos seguidores confían en que ambos puedan retomar sus carreras y reconducir sus conductas personales. Tienen eso que se llama aura. Y, como ídolos que son (todavía), casi todo se les perdona. Si es así, las voces más importantes de México podrán demostrar que no hay nada que eclipse ni al Sol de México ni frene al desbocado 'Potrillo'.
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