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La actriz posa en Avilés durante un certamen de cortometrajes.
El falso guión de Anna Allen y otras vidas de mentira

El falso guión de Anna Allen y otras vidas de mentira

Princesas que no lo son, víctimas de atentados que nunca sufrieron... Como la actriz de 'Cuéntame', que maquilló su realidad hasta el lifting de la invención, por la historia reciente pulula un puñado de impostores expertos en reescribir su propia existencia en busca de una gloria efímera

Virginia Melchor

Martes, 3 de marzo 2015, 17:55

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No necesitan reencarnarse para disfrutar de una segunda vida. Les basta con inventársela. No aceptan lo que ven en el espejo ni admiten cómo les van las cosas y se engañan con una nueva identidad para probar fortuna. Anna Allen nunca estuvo invitada a los Oscar, ni recibió jugosas ofertas laborales en Estados Unidos. La actriz que hiciera de novia comunista de Toni Alcántara en 'Cuentame' tampoco trabajó como embajadora de una ONG junto a Estefanía de Mónaco. Pero siguió el estilo fantástico de su antecesora Sonia Monroy, que interpretó el papel de su vida haciendo creer a todos que pisó la alfombra roja de Hollywood. Así que las historias del 'pequeño Nicolás', elocuente ante las cámaras de televisión y callado ante el juez, ya no sorprenden. Pero no son los únicos que han decidido añadir unas gotas de ficción a su biografía. Otras vidas también fueron tuneadas hasta quedar praticamente vacías de realidad.

¿Por qué se crean una identidad falsa?

  • ¿Qué lleva a algunas personas a comportarse así? La mayoría busca un cierto reconocimiento, aunque sea en la proyección de la nueva personalidad que se ha creado. "No suelen mentir para obtener un beneficio económico sino para conseguir la admiración y atención de la gente, es un mecanismo de defensa ante la insatisfacción e inseguridad que les genera su propia vida", explica Amaia Bakaikoa, especialista en psicología clínica. Los expertos denominan a esas formas extremas de engaño "pseudologías fantástiscas", una tendencia a mentir compulsivamente según la cual personas inteligentes y normalmente con mucha memoria cuentan historias para acaparar protagonismo. "En el caso de Anna Allen podría sufrir un trastorno de la personalidad que le lleva a repetir compulsivamente sus mentiras hasta el punto de que acaban constituyendo un rasgo de su personalidad. Sin embargo, modifica las pruebas porque sabe que en el fondo lo que cuenta no es real", puntualiza la experta. Otras personas rebasan con creces los límites del juego hasta el punto de que se creen sus propias mentiras. "'El pequeño Nicolás' parece que tiene un trastorno psicótico con delirios de grandeza porque no reconoce la evidencia, vive en un mundo más irreal, niega las pruebas que le presentan porque tiene fe ciega en que lo que cuenta es la verdad."

Algunos cuentistas son de libro. Javier Cercas desmonta en 'El Impostor' la fascinante historia de Enric Marco, que llegó a presidir la Amical Mauthausen, la asociación que reunía a los antiguos deportados españoles en los campos de concentración nazis. Marco (Barcelona, 1921) fingió durante 27 años que había sido el prisionero número 6.448 del campo de Flossenbürg. Estiró su farsa sin reparos. Fue agasajado por instituciones y autoridades, recibió un sinfín de condecoraciones y dio cientos de conferencias sobre su supuesta experiencia. Totalmente opuesta a la realidad. Marco no solo no había sido prisionero de los nazis sino que había colaborado con ellos al acudir a Alemania como trabajador voluntario en la industria bélica gracias a un acuerdo que firmaron en 1941 Franco y Hitler. Fue en aquella etapa cuando aprendió el idioma que dio credibilidad a su personaje. Ni la mente más retorcida podía sospechar que su perfecto alemán no era producto de su dramática estancia en un campo de concentración sino de las conversaciones con sus compañeros de trabajo en una fábrica de armas para las tropas nazis. Cuando la farsa salió a la luz en 2005, Marco, aún con hambre de fama, no tuvo más remedio que justificarse ante las cámaras. "Mentí porque me escuchaban más y así mi trabajo divulgativo era más eficaz".

Otra forma de tunear el pasado es la empleada por la catalana Alicia Esteve, que se hizo pasar por superviviente de los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York en septiembre de 2001 y llegó a ser presidenta de la Red de Supervivientes del World Trade Center. Se hacía llamar Tania Head y todos los periodistas estadounidenses soñaban con entrevistarla. Era capaz de decorar su historia como si fuese una experta escritora de novelas románticas. Contaba que estaba trabajando en las oficinas que Merril Lynch tenía en la torre sur cuando se produjo el impacto del primero de los aviones. Entonces, en un rellano de las escaleras un hombre que luego moriría le entregó su anillo de boda para que se lo diera a su viuda, lo que hizo sin dilación en cuanto se 'recuperó'. Para dar mayor credibilidad a su invención, mostraba ante las cámaras la cicatriz que tenía en uno de sus brazos y que, en realidad, no era una marca de guerra del 11-S sino una herida que se hizo en Barcelona. El día del atentado sólo viajó a World Trade Center a través de su imaginación. Con el tiempo, hicieron creer que se había suicidado, pero un periodista la vió en Nueva York en 2011. Eso sí, le amenazó con llamar a la Policía si le grababa. "Y llamó", contó él.

La falsa víctima del 11-M

A Alicia Esteve le salió una imitadora de manual tras los atentados del 11-M, Lorena Candelario. Esta inmigrante ecuatoriana se hizo pasar durante seis años por una más de las víctimas de las explosiones en los trenes de Madrid. Lloraba ante las cámaras como si sufriera un agudo cuadro de estrés postraumático y no dejaba de quejarse de estar sola y desamparada en España. Toda su historia era falsa. Sus lamentos resultaron ser lloriqueos impostados, sus dolencias, inventadas. Obtuvo con su fraude una serie de beneficios importantes: la nacionalidad española, una vivienda pública, miles de euros y una condecoración. Pero sus continuas contradicciones acabaron por delatarla.

Más inaudita es la historia de Frédéric Bourdin, que ha vivido docenas de vidas. Ha sido veterinario, ejecutivo, seminarista, niño desaparecido, amnésico... Su última actuación conocida fue en 2004. Se hizo pasar por un huérfano español de 15 años que había perdido a sus padres en un accidente de tráfico. Bourdin logró engañar durante un mes a compañeros y profesores de un colegio de Girona a pesar de que ya había cumplido los 31. Muy a su pesar. "Mi vida consiste en ser Peter Pan", declaró entonces. La cima de sus hazañas la alcanzó en 1997. Aquel año se presentó en la embajada de Estados Unidos en España y dijo ser Nicholas Barclay, un adolescente americano que había desaparecido tres años antes en un partido de baloncesto en Texas. La familia de Barclay se trasladó a España para reencontrarse con el hijo perdido. Las ansias por recuperar a Nicholas favorecieron que su madre, a pesar de relevantes diferencias físicas, se lo llevara a casa durante tres meses creyendo que era su hijo. El embuste fue descubierto por un periodista. Hubo que recurrir al ADN. "Me puse mala de vomitar", declaró una hermana de Nicholas tras conocer la traición. Fue condenado a seis años de cárcel.

Un fraude de película es el de Frank Abagnale, que sirvió de inspiración para Steven Spielberg en 'Atrápame si puedes'. El que fuera uno de los estafadores más perseguidos de la historia de EE UU suplantó identidades para canjear cheques falsos, se hizo pasar por piloto, médico y abogado y amasó una fortuna de 2,5 millones de dólares en los años sesenta. Tras pasar cinco años en la cárcel, salió convertido en gato cuando antes fue ratón. Hoy trabaja para el FBI y ofrece soluciones a empresas y gobiernos para evitar el fraude en Internet.

También fue sonado, aunque con 'playback', el escándalo del dúo musical Milli Vanilli. Llegaron a la cumbre en los ochenta con canciones muy sentidas como 'Dont forget my number' y 'Girl you know its true'. Pero pronto se supo que la voz que se oía en sus discos no salía de sus gargantas. Fueron más mimos que otra cosa. Ellos daban la cara en los escenarios y carátulas de sus discos pero la nota musical la daban otros, desde la sombra. El error que desató las sospechas lo cometieron en julio de 1989. Estaban grabando 'Girl you know its true' durante un concierto en Connecticut que se suponía que era en directo, pero la canción se quedó encallada. Al año siguiente les retiraron el Grammy a mejor artista novel. Su historia de ascenso meteórico y caída escandalosa fue llevada al cine por el guionista de 'Atrápame si puedes' y acaba de inspirar una ópera en Nueva York.

Anna Anderson convivió con su propia mentira hasta la muerte. La impostura tuvo su primera etapa en 1920, cuando intentó suicidarse en Berlín. La joven afirmaba ser la princesa Anastasia, la hija pequeña del zar Nicolás II. Contaba que había logrado huir la noche del 17 de julio de 1918, cuando fusilaron a toda su familia. Desde entonces Anna Anderson aseguró ser Anastasia pese a que el ADN desmontó su historia de princesa de cuento, en la que se empeñó hasta su fallecimiento en 1984. Su verdadera identidad respondía al nombre de Franzisca Schwanzkowska, una obrera polaca con problemas mentales.

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