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Se va un clásico

Han sido casi 19 años dando pelotazos y con una integridad total porque cada vez que Barriola saltaba a la cancha daba lo mejor de sí mismo y sus actuaciones estaban repletas de pundonor y buen hacer

Tino Rey

Viernes, 2 de diciembre 2016, 12:55

El adiós siempre deja un cierto poso de tristeza. Mucho más cuando cierras un importante capítulo de tu vida. Sus secuelas son dolorosas cuando has sido el foco de interés en periódicos, televisiones, radios y aficionados. Los deportistas son los que más sufren este tipo de consecuencias. De la noche a la mañana te conviertes en uno más. La vida da un giro copernicano y pasas a formar parte de la historia. Duro golpe.

Por este duro trance pasará, una vez finalizado el Campeonato de Parejas, Abel Barriola Ezkurra, que al filo del mediodia de hoy ha comunicado que dejaba la pelota a mano profesional. Han sido casi 19 años dando pelotazos y con una integridad total porque cada vez que saltaba a la cancha daba lo mejor de sí mismo y sus actuaciones estaban repletas de pundonor y buen hacer.

Nació un 18 de mayo de 1978. Desde muy niño sufrió el síndrome pelotístico. En Leitzasu villa natal, cuna de pelotaris, en el frontón abierto, al lado de los soportales del ayuntamiento, era el punto de encuentro de él y sus amigos. En la escuela de pelota inició su aprendizaje. En las muchas conversaciones que hemos mantenido siempre me ha comentado que 'una pelota siempre dormía conmigo en uno de mis bolsillos'.

En el campo aficionado suscitó una enorme expectación, que quedó reflejada en el año 1997 al conquistar el Campeonato de España juvenil en la modalidad individual. Nada más lograr ese entorchado los técnicos de Asegarce, Ángel Garcia Ariño y su hermano Roberto, le animaron a fichar por la nueva empresa bilbaína.

Debut en el Beotibar

Sin embargo, el traído y llevado mal de manos, retrasó el debut todo un año. Un 22 de febrero de 1998 se vistió de blanco en el Beotibar. Me acuerdo que el recinto tolosarra registró un lleno total. Hubo muchos pelotazales y analistas que coincidieron en una misma apreciación respecto a su actuación: «es un zaguero clásico y con un depurado estilo, una gran zurda y derecha notable».

Pronto fue haciendo camino al andar y se ganó el papel de estelarista. El nombre de Abel se extendió por el circuito. Su forma de jugar, no dando una pelota por pérdida y achicando espacios como antes no se había visto, caló muy hondo. Fue considerado como el mejor y más fiable guardaespaldas del momento. La cátedra depositó en él una gran confianza por ser un valor seguro.

En 2001 se merendó a todos sus rivales en el Torneo del Cuatro y Medio, un territorio acotado la mayoría de las veces para delanteros. A los pocos meses logró la 'txapela' grande, la del Manomanista. Acababa de cumplir un sueño que venía persiguiendo desde que tenía uso de razón. Era el indiscutible rey del frontón. Su talento y pegada nadie la ponía en duda. Se marchó de Asegarce y recaló en Aspe.

Pero el discurrir de la vida suele deparar esos tragos amargos, que habitualmente llaman a tu puerta sin avisar y muy difíciles de digerir. Sufrió la temida tríada, varios percances en sus tobillos, y esos maldito callos en las manos que suelen traer por la calle de la amargura especialmente a los zagueros. Ya no fue el de antes aunque nunca bajó la guardia. Se va un clásico. ¡Nos veremos Abel!

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