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El árbitro sudafricano Craig Joubert .
Una afrenta al rugby
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Una afrenta al rugby

El árbitro sudafricano Craig Joubert se desacreditó él solo con su actitud al final del Escocia-Australia

Jon Agiriano

Sábado, 24 de octubre 2015, 08:28

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Hace dos semanas, escribí en esta misma sección una laudatio de Romain Poite, el árbitro francés que dirigió en Twickenham el apasionante Inglaterra-Australia que acabó con la eliminación del XV de la Rosa. En aquellas líneas resaltaba la manera en que impartió justicia y la autoridad e imparcialidad que emanaron sus decisiones, algunas de ellas consultadas con el juez de vídeo. Mi elogio a Poite iba acompañado de algunos dardos a sus colegas en el fútbol, todavía reacios a la introducción de la tecnología, como si su utilización les restara autoridad. Y no sólo eso. Buena parte del artículo, debo reconocerlo, estaba recorrido por una corriente subterránea fácilmente detectable para cualquier lector atento: eran las viejas aguas de la superioridad moral del rugby sobre el fútbol, de la pervivencia en este deporte de villanos jugados por caballerosos de una serie de valores de honestidad, nobleza y fair play que el fútbol, lamentablemente, perdió hace muchos años.

Como creo en esto firmemente, como nunca dejaré de lamentar que el rugby no sea un deporte bien implantado en nuestros colegios, como nunca dejará de emocionarme saber que el capitán de los All Blacks, siguiendo las enseñanzas del whanau maorí, se siente obligado algunas veces a dar ejemplo de humildad y compañerismo barriendo y limpiando el vestuario, como siendo como soy futbolero desde niño disfruto a lo grande con el espectáculo del rugby, y como nunca me he emocionado más en un gran estadio que escuchando a los hinchas galeses cantar el Hen Wlad Fy Nhadau (La tierra de nuestros padres) antes de un partido contra Inglaterra en Twickenham, debo decir que tengo un mosqueo del calibre 12 con el señor Craig Joubert.

Para los que no le conozcan les diré que estoy hablando de otro árbitro de rugby; en concreto, del que el domingo pasado dirigió el partido de cuartos de final de la Copa del Mundo entre Escocia y Australia. No se trata de un árbitro cualquiera sino de uno de los más reputados del planeta. De hecho, este sudafricano de 38 años fue el encargado de dirigir la final del pasado mundial entre Nueva Zelanda y Francia, un choque de infarto que terminó 8-7 para los All Blacks. Los franceses, creo recordar, tampoco acabaron muy contentos con él. Vamos, que estamos hablando de un tipo muy bregado.

Antes que nada, una puntualización. Mi enfado con Joubert no se debe a sus errores en el partido, y eso que cometió uno absolutamente decisivo a dos minutos del final, con 34-32 a favor del XV del Cardo. Fue una jugada complicada, ciertamente. La World Rugby emitió el martes un comunicado de su comisión de arbitraje en el que reconocía que Joubert se equivocó pitando el golpe de castigo contra Escocia que dio la victoria a Australia. «En este caso, la decisión apropiada debió ser un scrum (melé) para Australia», decía la nota. En ella se disculpaba al árbitro por no haber consultado al juez de vídeo ya que este recurso, en principio, está reservado a la validación de los ensayos y a la visualización de las acciones violentas. Y digo lo de en principio porque no tiene ningún sentido pensar que a Joubert no le hubieran permitido aclarar otro tipo de jugada cuando se sabía que ésta podía ser decisiva. Por otro lado, el sudafricano tampoco consideró necesario consultar a su juez de touch u observar la repetición de la jugada en los marcadores del estadio. Debía tenerlo todo muy claro.

Mi enfado, como el de tantos, tiene que ver con su actitud al final del partido, con el hecho de que se fuera con paso apresurado tras el pitido final, sin saludar a nadie. «Corrió al túnel del vestuario como un conejo asustado», dijo el ex jugador de la Selección escocesa Kenny Logan. «Es la peor cosa que he visto en un campo de rugby en mucho tiempo. Lo deberían enviar a casa mañana y no debería poder volver a arbitrar un partido internacional otra vez», se quejó el mítico Gavin Hastings, ex capitán de Escocia. Brett Gosper, director general de la World Rugby, tiró de ironía. «Tal vez tenía que ir al baño», apuntó. Sólo esto podría disculparle, la verdad. Un fuerte apretón. Porque no quedarse allí a saludar a todos los contendientes, aguantando la mirada a unos jugadores escoceses destrozados pero capaces de contener el dolor como unos caballeros -¡qué ejemplo más impresionante! ¡qué grande Greig Laidla tragándose su desesperación!-, me pareció algo patético, una afrenta al rugby.

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