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Orlando Ortega, durante una competición.
Ortega, saltador de fronteras
ATLETISMO

Ortega, saltador de fronteras

El atleta cubano nacionalizado español es uno de los candidatos a medalla en los 110 metros vallas

J. Gómez Peña

Domingo, 14 de agosto 2016, 18:55

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Los atletas de los 110 metros vallas compiten contra los números que les esperan de frente: 10 vallas, cada una de un metro y 7 centímetros de alto. Tienen que recorrer en tres pasos los 9,14 metros que hay entre los obstáculos. Zap, zap y zap. El estadounidense Aries Merritt lo ha hecho más rápido que nadie: en 12.80. Pero no estará en la final de Río de Janeiro que se disputará en la noche el martes al miércoles. En invierno pasó por el quirófano para someterse a un trasplante de riñón y, pese a su rápida recuperación, cayó eliminado por una centésima en el campeonato de Estados Unidos. El vencedor en Londres 2012 no dará esos tres brincos entre vallas en Río. En aquella final de la capital inglesa estaba un cubano veloz y elegante en el vuelo sobre la vallas. Acabó sexto. Se llama Orlando Ortega, nació en La Habana hace 25 años y desde julio de 2015 es español, a tiempo para ser una de la mejores bazas de la selección en estos Juegos. Un saltador de fronteras está preparado para saltar vallas.

Mi mayor enemigo soy yo, asegura. Los cien metros vallas lo tienen todo: técnica, velocidad y potencia. Un centímetro de menos en el salto lo trompica todo. Es la prueba más igualada del mundo, avisa Ortega. Su mejor marca, 12.94, tiene dígitos de podio. La hizo cuando aún no podía competir como español. Pese a la baja de Merritt, le sobrarán rivales: el jamaicano Omar Mcleod, el estadounidense Deven Allen, el francés Dimitri Bascou... Yo puedo bajar de 12.94. Ojalá sea en la final olímpica, pero antes tengo que clasificarme. Volver a una final sería increíble, espectacular. Significa estar de nuevo entre los mejores, confía. Aunque esta vez con otra bandera.

En España los 110 metros vallas suenan a Javier Moracho y a Carlos Sala. Pioneros. Ortega es un regalo inesperado. Viene de la escuela caribeña del profesor Antúnez, el moldeador de Dayron Robles, el muelle cubano de las vallas. Pero Ortega no regresó a Cuba tras los mundiales de Moscú en agosto de 2013. Acudió a la cita rusa a regañadientes. Unos meses antes se había negado a ir a un mitin y la Federación cubana amenazó con sancionarle si no acudía a Moscú. También quisieron imponerle otro entrenador. Se hartó. Cambio el itinerario del viaje de vuelta desde Rusia. Lo acortó. Como ya se entrenaba de forma habitual en Guadalajara, decidió quedarse en España, su país de acogida. Eso le costó estar casi tres años sin competir: entrenándose para nada. Ha sido un periodo jodido. Sin carreras te falta algo, recuerda.

La de Moscú fue su última prueba como cubano, justo hace tres años. Ese es el plazo mínino, según la Federación internacional (IAAF), para que un atleta pueda competir con otro país. Había que saltar esa valla. Lo hizo. A tiempo. Por unos días, la versión española de Ortega ha llegado a tiempo para la pista brasileña.

Aunque no lo supo hasta pocos días antes de lo Juegos. Había un lío de papeles. Su última carrera como cubano, la de Moscú, es de agosto de 2013, pero él consiguió en noviembre el permiso de residencia en España. Ese desfase pudo costarle el billete para estos Juegos, que se celebran en agosto. Al final, el Comité Olímpico Internacional (COI) le ha confirmado como atleta español. Como ciudadano ya lo era desde el 24 de julio de 2015. Español y cubano. Y es atleta por culpa de su abuela, medallista de oro en el relevo de los 4x100 durante los Juegos Panamericanos de 1967. Empecé a correr con ella cuando yo tenía doce años. Ella es mi inspiración. Y su padre, su actual entrenador en Ontinyent (Valencia), donde vive y donde sigue fiel todos los partidos de su equipo, el Real Madrid, y de su ídolo, Cristiano Ronaldo. Es España estoy bien. Tengo muchos amigos. Los ha encontrado tras saltar la última valla burocrática.

En Río le esperan otras diez, separadas por 9,14 metros. Su prueba es la más técnica de la velocidad. El jamaicano Omar McLeod, por ejemplo, es una bestia que las va tirando como fichas de dominó. Ortega fluye sobre ellas. No las roza. Aquí un error de un centímetro te cuesta la carrera, avisa. Lo dice un buen saltador de vallas y fronteras.

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