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p. ríos
Jueves, 24 de septiembre 2015, 18:04
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Cuando hay que analizar una derrota del Barça siempre aparecen sospechosos habituales como Dani Alves y Gerard Piqué, que a sus graves errores en dos de los cuatro goles del Celta añaden esa personalidad especial que provoca que siempre estén en el punto de mira de la opinión pública, tanto de la barcelonista como de la anticulé.
Son campeones de todo -y muchas veces-, salen de una lesión y de una sanción larga, respectivamente, y sus espaldas son anchas para no desanimarse por las justas críticas. Son un blanco fácil, pero el 4-1 de Vigo no tuvo sólo dos culpables.
Fue una obra de arte del Celta y un desastre del equipo azulgrana en conjunto, también de los intocables Messi, Neymar y Luis Suárez o de los habitualmente fiables Mascherano, Busquest o Iniesta, por no hablar de canteranos que suelen sucumbir en estas citas tan exigentes como Sergi Roberto o Munir.
Y no se puede olvidar también a jugadores de los que se cuestiona con oportunismo si tienen el nivel Barça como Ter Stegen o Mathieu. De los que jugaron en Balaídos se salva Rakitic, pero no por hacerlo bien, que su momento de forma deja mucho que desear, sino por entrar al campo el último.
Berizzo, de la escuela Bielsa, planteó pulsos individuales por el todo el campo, una arriesgada guerra de guerrillas en la que el jugador que perdiera el pulso ante su rival iba a quedar retratado. Y en esos 'uno contra uno' salió victorioso el Celta porque hoy está físicamente mejor, tiene más intensidad e, incluso en este momento puntual del curso, más ilusión.
Sin soluciones tácticas
Aún así, el Barça creó no menos de 10 ocasiones clarísimas de gol, suficientes como para llevar el encuentro a un 4-4 o un 5-5, porque el Celta también perdonó algunas contras, pero Messi y Neymar se hartaron de tirar al muñeco y Luis Suárez, desconocido, ni lo intentó. No es que Sergio Álvarez no tuviera mérito, siempre estuvo bien colocado y sus intervenciones fueron excelentes, pero el argentino y el brasileño concidieron en resolver con más potencia que toque, todo lo contrario que hicieron Nolito e Iago Aspas (2) en los tres primeros goles, definidos con la clase y la calidad que se les supone a los dos cracks mundiales del Barça.
Aunque Ter Stegen comienza a ser conocido como 'Ter Statuen' porque en esta segunda temporada en el Barça, con más o menos culpabilidad en los goles que recibe, sencillamente no para una, mal haría Luis Enrique en buscar uno o dos responsables del desaguisado de Balaídos porque seguramente el técnico asturiano tenga mucho que ver en lo sucedido.
Alertó que el Celta iba a pasar por encima del Barça si no se jugaba con intensidad, puso videos a sus jugadores de esos pulsos individuales por todo el campo que tanto iban a incomodar a Iniesta (Augusto Fernández) y compañía, pero sabiendo que su equipo tenía todas las de perder en un combate así por cuestiones físicas (mala pretemporada, gira americana, Supercopas exigentes casi sin entrenamientos, plaga de lesiones, partidos anteriores sin chispa, un Celta a tope.) aceptó la batalla sin buscar otras soluciones tácticas.
Durante el curso pasado el Barça tuvo que perder en Anoeta en el primer partido de enero para reaccionar, pero la situación entonces no era tan preocupante. Estaba vivo en todas las competiciones y sí, se criticaba el juego, pero el equipo no se rompía. Ahora inquieta que en tres de los nueve partidos oficiales el Barça haya recibido cuatro goles, una barbaridad teniendo en cuenta la solidez defensiva de la pasada campaña: 5-4 al Sevilla en la Supercopa de Europa, 4-0 encajado ante el Athletic en la ida de la Supercopa de España y 4-1 en Vigo.
Ter Stegen ha recibido 15 goles en los seis partidos que ha jugado, cuando la pasada campaña encajó 16 en 20 (12 de Liga de Campeones y 8 de Copa). Bravo, a punto de recuperarse de su lesión, ha recibido un gol en tres partidos (en la vuelta de la Supercopa de España, mientras que en la Liga está invicto). Las leyes del fútbol indican que seguramente Ter Stegen pague los platos rotos cuando vuelva el chileno, pero el debate ya está creado y la tranquilidad en la portería es necesaria en los grandes clubs.
Mientras, Messi sigue peleado con la puntería (otro poste ante el Celta), Neymar sigue peleado con la regularidad (brilla a ratos y tiene lagunas desconcertantes) y Luis Suárez ha comenzado a pelearse consigo mismo. Si Ter Stegen parecía un poste en Balaídos, el uruguayo se confundía con un tercer central del Celta junto a Cabral y Sergi Gómez, cerrando más huecos que abriendo. «Estamos más unidos que nunca», proclamó Suárez tras la debacle en las redes sociales. Ese es el primer paso para reaccionar.
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