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Los Cavs son un enjambre de cambios automáticos y ayudas solidarias con las que tapar los huecos
Atlético Cavaliers
análisis de la nba

Atlético Cavaliers

Cleveland ataca con la verticalidad del equipo rojiblanco y defiende con pasión, pero le faltan presencia de ánimo y un mesías como el Cholo

Ángel Resa

Miércoles, 4 de mayo 2016, 12:59

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Sé que enredar entre el fútbol y el baloncesto para desvelar similitudes no resulta una tarea sencilla. Pero los aficionados al deporte disfrutamos con los retos y este de escudriñar semejanzas parece divertido. Sobre todo si el equipo del Cholo, que hace ya tiempo abandonó su etiqueta de moda pasajera para transformarse en una realidad pétrea, lo pone a huevo. Así que me adentro en la búsqueda de parecidos razonables y el juego de las diferencias, que también las hay, entre el conjunto rojiblanco y Cleveland, máximo candidato del Este para disputar la final de la NBA. Permitan, por tanto, que bautice este artículo con una aleación semántica: Atlético Cavaliers.

Sí. El conjunto de Ohio se mueve en el campo con la verticalidad que distingue al rojiblanco madrileño. Elabora lo justo y remata mucho con esa batería de escuderos triplistas que rodean como guardia pretoriana al mariscal LeBron James. Cleveland dispara ráfagas de metralleta porque no conoce las virtudes que a veces entraña la pausa. Prefiere el campo abierto y el vértigo a la cancha acotada, ese campo de batalla reducido que enfrenta a cinco tipos con otros tantos del bloque contrario. Y cabe equiparar asimismo su defensa con la que propugna Diego Pablo Simeone, ese técnico hiperactivo que exige la misma sudoración a sus hombres. Los jugadores de Cleveland y del Atlético no ganan para desodorante, tal es el enjambre que montan por los cambios automáticos atrás y las ayudas solidarias con las que tapar los huecos al adversario. Excepto en los paréntesis que se abre LeBron cerca de su tablero, descansos dosificados que los rivales aprovechan para meterle canastas por la vía de la puerta atrás.

Cavs, Warrios o Spurs

Los Cavaliers se han apuntado el primer triunfo de la semifinal del Este que les mide con Atlanta (104-93) y certifican su firme candidatura a ganar de nuevo la conferencia que les acoge. Todo lo que no represente el título para Golden State, San Antonio o Cleveland supondría una sorpresa tan morrocotuda como que la Liga española de fútbol cayera fuera de las alforjas de los dos equipos madrileños o el líder Barcelona. Y todo ello, a pesar de que los Hawks aparecen de nuevo como ese hueso capaz de arruinar la dentadura de un perro. Al cuadro de Mike Budenholzer también le gusta correr, pero ante las huestes de James necesita ralentizar los partidos a base de cuidar la pelota, cargar el rebote ofensivo, limitar las pérdidas en medio campo e impedir las irrupciones brutales del líder rival en la zona. Aun así, Atlanta clavó inyecciones de miedo en todos los músculos de los Cavaliers. A ocho minutos del final y tras ir dieciocho puntos abajo en el marcador (72-54), el cuadro de Georgia se situó uno por delante (79-80). Lo hizo por la seriedad de un grupo anímicamente armado, el arranque del alero Kent Bazemore y el recital anotador del joven base alemán Dennis Schroeder, autor de cinco triples repletos de valentía.

Pero surgió entonces la vena ofensiva de Kyrie Irving, la estrella local desde el puesto de base que ha alcanzado los play off en un estado óptimo. En ese duelo de directores artilleros fundamentó el grupo de Ohio el parcial definitivo de 25-13 que le permitió amarrar el primer punto de una eliminatoria complicada. Y es que tras analizar las similitudes entre los Cavaliers y el Atleti va siendo hora de comentar las aptitudes que acorazan al equipo de fútbol y añora el de baloncesto. Aparte de contraponer el cholismo de Cleveland con el guardiolismo que distingue al juego coral de Atlanta, mamado por su entrenador en las ubres provechosas de Gregg Popovich.

Hallo dos diferencias sustanciales entre el gran favorito del Este en la NBA y ese dolor de muelas para los adversarios que supone el conjunto del Vicente Calderón. La escuadra que abandera LeBron es elástica y poderosa, siempre que el viento empuje las velas a favor de su travesía. Cuando el aire gira y golpea a sus hombres en pleno rostro, los Cavaliers pueden entrar en un relativo estado de pánico. Sólo así se entiende, pese a la consistencia de los Hawks, el apagón sufrido a caballo entre el tercer y el último cuartos. A Cleveland le falta cierta presencia de ánimo que el Atlético exporta a los confines de Europa. Y si escribimos ya acerca de los técnicos huelga el debate. El equipo rojiblanco es, indudablemente, una obra de autor. El Cholo no se ha conformado con virar la imagen victimista de un conjunto importante. Ha ido mucho más allá hasta dar la vuelta del calcetín a la mentalidad de todo un club.

Jefes de personal

La franquicia de Ohio, en cambio, despidió a un excelente entrenador en la Euroliga (David Blatt, al frente de aquel gran Maccabi) porque mientras aquí llenaba lienzos enteros con su pizarra allí apenas reparaban en su rotulador. Ya sabemos que en Estados Unidos, salvo honrosas excepciones (Popovich, Steve Kerr, Budenholzer, Brad Stevens, Erik Spoelstra, Rick Carlisle, Doc Rivers, Dave Joerger y alguno más), los preparadores actúan más como jefes de personal con mano izquierda que desempeñando labores tácticas. Y también que mandar sobre alguien como el rey LeBron deba asemejarse mucho a pegar puñetazos de impotencia en el muro de las lamentaciones. Así que Tyrone Lue parece lo que aquí decimos un hombre puesto por el Ayuntamiento. Mudo en los tiempos muertos, se limita a mirar a James mientras éste suelta la filípica a sus compañeros. Muy distinto al carácter mesiánico de don Diego Pablo Simeone, el hombre convocado por el Atlétco para guiarlo hacia la tierra prometida. De momento, a otra final de la Champions.

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