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Una deportista practica el curling.
Deportes de invierno

Deportes de invierno

Pequeña guía apresurada para orientarse mínimamente en las retransmisiones deportivas tan típicas de estas fechas

Jon Agiriano

Sábado, 28 de enero 2017, 01:34

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Mi relación con los llamados deportes de invierno es tan escasa y colateral que no necesito resumirla. Puedo detallarla por entero en unas pocas líneas. Veamos. Hace casi veinte años, estuve unos días en la estación de Luz Ardiden intentando aprender a esquiar. Fue un error. Después de una primera jornada de prácticas en la pista baby, al día siguiente no me podía levantar de la cama por las agujetas que tenía en el cuello. Me alarmé y, cuando ya estaba a punto de pedir un collarín y quizá una ambulancia medicalizada para regresar a casa, fui debidamente informado por mis cuñados, entre carcajadas, de que mi dolencia era sólo una leve y prosaica afección propia de algunos esquiadores primerizos. Por lo visto, me había puesto muy tenso en las bajadas y había llevado al límite mis músculos esternocleidomastoideos y esternocleidohioideos, que hasta ese día habían tenido una vida más o menos apacible, desde luego sin grandes sobresaltos.

Haciendo un gran esfuerzo, no queriendo parecer un cobarde, me levanté y volví de nuevo a las laderas nevadas, donde terminé de certificar que no pintaba nada allí. Me pegué una costalada de campeonato junto a un pequeño charco helado y fui arrollado sin contemplaciones por una inmensa esquiadora negra embutida en un mono blanco, una especie de muñeca de Michelín rodante. El impacto me transportó de inmediato a un estado de lucidez cristalina. Gracias a él, al día siguiente, lejos de subir a las pistas, disfruté de una horas inolvidables en el balneario de Luz Saint Sauveur. Todavía recuerdo lo satisfecho que me sentía por mi sabia decisión, mientras disfrutaba de las burbujas de las aguas termales.

Sigamos con los detalles. Patiné una vez en la antigua pista de hielo de Nogaro y nunca volví a repetir. No por nada en especial sino porque me quedó claro que no era lo mío, que Dios no me había llamado para que en esta vida recorriera los caminos deslizantes del hockey sobre hielo y, mucho menos, del patinaje artístico. Una vez hice un lanzamiento de curling, mientras hacía un reportaje sobre este deporte con los integrantes del club que se había formado en Vitoria, y no puedo decir que demostrara mucho tacto. La piedra de veinte kilos pasó de largo la diana y se acabó estrellando contra el cartel publicitario que cubría una valla. Por suerte, no rompí nada. He visto asombrado saltos de esquí en Trondheim (Noruega) y, a principios de los noventa, me tocó cubrir la primera edición de la Pirena, la carrera de trineos con perros. Como buen lector de London y Courwood, lo de los 'mushers' me pareció fantástico e hizo volar mi imaginación hacia praderas nevadas de Canadá. Mi interés, sin embargo, no pasó de ahí. Tampoco era cuestión de aparecer por casa con una rehala de huskys y malamutes. Lo cierto es que el único deporte de invierno en el que he disfrutado de verdad ha sido en el descenso con plásticos cada vez que nevaba en mi pueblo, lo que sucedía pocas veces.

Digo todo esto para que comprendan que soy un espectador distante y casual de las innumerables retransmisiones de deportes de invierno que padecemos durante estos meses. La verdad es que me provocan un algodonoso efecto somnífero, similar a los documentales sobre animales de la sobremesa. No les presto atención, pero tampoco cambio de canal. Digamos que las acepto como parte del paisaje a estas alturas del año. De hecho, me sentó muy mal que TVE dejara de transmitir la prueba de saltos de Garmisch-Partenkichen la mañana de Año Nuevo. Intolerable. El caso es que, a principios de esta semana, viendo de casualidad, es decir, como siempre, unas imágenes de biatlón, se me ocurrió que podría haber muchos telespectadores como yo, y que mi responsabilidad profesional me obligaba a documentarme y a hacerles un pequeño favor: brindarles un breve decálogo, a modo de guía orientativa, para que al menos sepan qué están viendo y puedan quedar muy bien en el bar, por ejemplo deshaciendo algunos equívocos producto de la ignorancia. Es el siguiente.

1. Si ves a un tipo tumbado boca arriba con los pies por delante y la cabeza atrás sobre un pequeño armazón metálico es que participa en una competición de luge.

2. Si el tipo se sitúa boca abajo y mirando hacia delante, a modo de rasante bala humana, es que practica el skeleton.

3. Los que corren a toda leche para coger impulso y se meten en un trineo que luego parece viajar por su cuenta a una velocidad que marearía a Indiana Jones son la gente del bobsleigh. (Importante conocer la divertida historia del equipo jamaicano de este deporte).

4. Los que hacen recorridos pegando saltos y haciendo acrobacias, tanto sobre tablas de snowboard como sobre esquís, practican el slopestyle en sus dos versiones. Son disciplina olímpica desde 2014 en Sochi.

5. Esa mezcla de petanca y juego de bolos sobre hielo es el curling, efectivamente. Lo juegan dos equipos de cuatro miembros. Uno de ellos es el tirador y los otros tres, los barrenderos, que cepillan la pista para facilitar el avance de la piedra o variar su dirección, siempre sin tocarla.

6. Si un día ve a un tipo haciendo salto de trampolín y al siguiente milagrosamente le identifica entre los participantes en una extenuante carrera de esquí de fondo es que practica la combinada nórdica.

7. Si en lugar de saltar de trampolín lo que hace ese sujeto (o sujeta), aparte de la carrera de esquí de fondo, es disparar con una carabina, es un especialista en biatlón.

8. El esquí acrobático tiene dos grandes especialidades. Los que pegan saltos tras impulsarse en una plataforma que terminan en una rampa empinada practican el erials. Los que esquían y saltan a través de una sucesión infernal de montículos devastadores para las rodillas son competidores de mogul.

9. Es muy probable que, si tiene la sensación de que lleva mucho tiempo viendo a unos mismos esquiadores de fondo yendo de aquí para allá, cruzando bosques de coníferas, atravesando valles blancos, subiendo colinas y bajando por suaves laderas, estés presenciando la prueba de 50 kilómetros estilo libre, la más larga que hay.

10. No confundirse. Hay dos tipos de patinaje de velocidad, en pista larga y en corta. En la primera son pruebas contrarreloj. En la segunda, unos contra otros.

Esto es todo. Espero haberles sido de alguna utilidad. A mandar.

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