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Bustamante, durante el concierto.
Bustamante, un tío llano

Bustamante, un tío llano

El cántabro logró sacar adelante el concierto dominical en un Palacio Euskalduna con menos de media entrada

Óscar Cubillo

Lunes, 5 de junio 2017, 07:45

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Sobreponiéndose al atronador sonido del Euskalduna, levantando el repertorio a base de intercalar canciones redondas y rudas como Cobarde o A contracorriente, y actuando con la naturalidad que le caracteriza a pesar de tener más de medio vacío desocupado, David Bustamante superó el listón cuando lo tenía todo en contra.

A pesar de los malos presagios y del mal arranque, Bustamante logró sacar adelante el concierto dominical en un Palacio Euskalduna con menos de media entrada, unas mil personas (sobre todo féminas) sentadas en las 2.200 butacas de los tres pisos del inmenso, ciclópeo recinto. Bueno, lo de sentarse es un decir, porque la mayor parte de la gente se tiró cantando en pie gran parte del concierto. Ah, la víspera, el sábado en Vitoria, David llenó el Teatro Principal, que es más pequeño.

David Bustamante Hoyos (San Vicente de La Barquera, 35 años, 175 metros) llegó a Bilbao con la gira llamada El amor de los dos y en su concierto dominical vistió tres chupas: roquera de cuero negro, azul pijotera, y marrón para el frío cántabro. El show duró 104 minutos (hora y tres cuartos) para 20 temas, contando el instrumental de presentación de los cuatro músicos de acompañamiento: guitarrista y baterista de Barcelona, bajista de Las Palmas de Gran Canaria que es seguidor de la Real Sociedad (Busta es del Real Madrid, está contento por la Champions y dice con razón que cada cual puede ser del equipo que quiera) y teclista de San Fernando Cádiz.

Ignoramos sus nombres de sus escuderos porque los profirió dando unos gritos de heavy metal que no se entendía nada. Aparte, la acústica del Euskalduna volvió a dejar que desear ante el volumen emitido desde el tablado, exagerado abajo pero quizá necesario para llegar al tercer piso, el de las localidades más baratas (donde, como tampoco había pantallas de vídeo, apenas podían ver a su ídolo). Sobre el sonido, una señora se puso a hablar con una cuadrilla femenina de dos o tres filas más atrás tal que así: «Tiene muy alta la música. A mí me da una pena No se le oye casi. Con lo quien que canta».

Además, al principio eso parecía una verbena: el ambiente era demasiado desenfadado (la peña le jaleaba ese Busta, ese Busta, ¡eh!, y le piropeaba: guapo, macizo, artistaaaaaa), la banda atronaba, el repertorio era cañero y comercial, y el líder muy llano (dijo que a Bilbao «venía en mis tiempos mozos, pero tampoco voy a contarlo todo», y prometió que nos contaría dos chistes, amenaza que después cumplió y ¡nos hizo reír!). Todo pintaba fatal: desde los centenares de butacas desocupadas hasta los alaridos recurrentes de David Bustamante, que parecían autoparódicos, como si Martes y Trece le imitaran (o El Tío La Vara). E imagínense el panorama si le sumamos las luces del escenario que dejaban todo bastante oscuro, el mogollón de globos rojos en forma de corazón y de adornos luminosos también rojos que ondeaban las fans Y ricemos el rizo pensando que David Bustamante se parecía más al también ex OT David Bisbal (en Me arrepiento y en general) y subrayando esa denunciable versión del Bésame mucho con alaridos y bajo a ritmo de slap funk (canción que le gustó a nuestra acompañante Ane, añadamos en descargo de Busta).

Pero menos mal que a la quinta se aclaró el horizonte con un Cobarde recreado en plan rock duro, con el gentío ondeando los globos y el cántabro bajando a cantar entre la peña, protegido por una discreta seguridad (entonces le vimos de cerca el tupé y la cara muy sudada), y la sexta también indició en el cambio de sentido: la balada soul Vivir, creciente a lo Malú, con el micro del cantante con más trucos y ecos que un vocalista veterano de heavy metal, y larga prolongación con solos diversos de sus músicos: punteos de guitarra en plan rock progresivo (¡a lo Dream Theater!, qué máquinas lo de su banda), de bajo y del teclista (éste con finura jazz).

Entonces regresó David con la segunda chupa y se sentó en uno de los dos taburetes dispuestos en escena para un Júrame latino y acústico propio de cantante melódico donde no acabó de encajar la armónica cromática, y un Miento que creció en plan rock español a lo Medina Azahara. Fuera de repertorio invitó a un colega televisivo para entonar Como yo te amé (prologado por una suerte de himno de su pueblo, San Vicente de La Barquera, también cantado con mucha naturalidad: Busta se metió una vez más a la peña en el bolsillo), y prosiguió con lo previsto alternando poca arena y bastante cal: por la parte floja, la versión demasiado solemne del Tengo ganas de ti de Manuel Gallardo, y, debido a los coros bastante desafinados del respetable (al menos los de nuestra zona), su éxito Dos hombres y un destino (el de por el amor de esa mujerrrrr), y por la parte buena, el rock en gradación Miente, el pop de telefilme americano optimista Nunca es tarde, o el mejor tema de la velada, un arrasador rock comercial como fue A contracorriente, que fue cuando el cántabro esprintó a lo largo de la primera fila del Euskalduna, chocando las palmas de sus fans

A Bustamante, que no hizo ningún comentario acerca de su cacareada situación sentimental de separación con su esposa la actriz Paula Echevarría, se le veía contento, feliz de la vida, dinámico, hidratado (tras cada canción se iba a un lateral a beber agua; «normal, si no para de moverse», juzgó Ane), vestido de prêt-à-porter, calzado con playeras blancas, saltarían, bailarín y tan cantarín que ya cuando lanzaba esos alaridos tarzanescos no parecía una autocaricatura.

Llegamos al bis, que fue largo y la gente lo pidió gritando bus-tamante, bus-tamante.... Salió Busta con la tercera chupa (la marrón), presentó a sus músicos y a su equipo técnico (todos aragoneses, precisó), dijo «gracias a vosotros, familia», y cumplió el papel postrero con un latino Devuélveme la vida, un Feliz (este es el clip oficial) donde volvió a bajar entre sus fans (¡y el que pensamos que el desenfadado Bustamante es un correlato cántabro del guerniqués euskaldún Alex Sardui, ex Exkixu y hoy en Gatibu!), o el adiós definitivo con la latina y también conocida El aire que me das.

Pues más o menos así cursó un concierto en el que David Bustamante supo venirse arriba pese a todos los hándicaps: sonido atronador que impedía distinguir las letras, medio aforo vacío pero que se compensó con el calor derrochado por los presentes, un cantante que cae bien generalmente y un cancionero con bastante canciones buenas o correctas, si se prefiere.

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