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Concierto en la sala Santana 27.
Justa heavy

Justa heavy

Ante más de un millar de espectadores y en la Santana 27, el duelo intergeneracional de metal entre los suecos Sabaton y los alemanes Accept se libró a favor de los clásicos teutones, por sonido, actitud y seriedad

Óscar Cubillo

Viernes, 20 de enero 2017, 13:28

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En el fondo, cierta decepción nos llevamos con el bolo de los suecos Sabaton, cabezas de un cartel triple de metal internacional albergado el jueves en una sala Santana 27 llena por un millar pasado de espectadores que se sabían las canciones y pagaron hasta 40 eurazos en taquilla. Sabaton (Falun, 1999), que hacen canciones con historias de guerra, llenaron el escenario con imaginería bélica: pies de micro con fusiles y cascos, un cartel que advertía 'achtung mines', los cinco músicos vestidos con pantalones de camuflaje y sus técnicos disfrazados como soldados en Vietnam

Pero se quedaron un poco cortos: la pantalla de fondo apenas se columbraba debido al techo bajo de la sala, los tanques que nos prometió el baterista se limitaron a una suerte de plataforma artillera con piezas antiaéreas sobre la que descansaba su instrumento de doble bombo, y las llamaradas que han utilizado en algún concierto anterior de esta gira no aparecieron por ningún lado (bueno, quizá sí por los porros que se fumaron entre el público). El amigo Pato había contado, aparcados detrás de la sala, tras un vallado, lo necesario para transportar este atrezo y a tantos músicos y técnicos: cuatro autobuses 'confort' con cristales tintados, dos tráilers y varias furgonetas.

Todo esto lo escribimos en lo referente a la parafernalia, porque el sonido resultó mucho peor, desastroso casi: no se oían las guitarras, y la voz apenas. Se imponían sobre todo los tambores, el bajo y los teclados disparados en playback desde la mesa de sonido, que también disparaba a veces coros hiperbólicos, ardorosos y con vocación de himno. No obstante, Sabaton conquistaron a los más joveznos, apretados en las filas de vanguardia, que se sabían todos los estribillos y arreglos vocales (los uh-ah de 'Sparta') y reforzaban la atmósfera con espontáneos hey-hey-hey proferidos puño en alto. Sabaton ejecutaron 17 piezas en 96 minutos, con bastantes parones entre tema y tema (como para tomar aire), la cháchara pelotillera de su cantante que hablaba como el dueño de una tómbola en las barracas, las típicas chorradillas entre los músicos metaleros (la mejor, cuando al cantante le tendieron desde el público un paraguas de Hello Kitty y lo abrió y dijo paseando con él: «me siento como Rob Halford», el cantante de los Judas Priest conocido por haber salido del armario) y un tema acústico que se podrían haber ahorrado ('The Final Solution').

Y así, con mal sonido pero venciendo al lograr una interacción con el respetable que aportaba palmas radio gaga, algunos coros algo Tino Casal, ovaciones gritando Sa-Ba-Tón-Sa-Ba-Tón y brincos al unísono más propios del folk-metal saltarín, los cinco suecos proyectaron algunos punteos audibles entre una panoplia difusa con batallas y guerreros de todo el mundo: los citados espartanos ('Sparta'), los escoceses de 'Blood Of Bannockburn' (con gaitas enlatadas), vikingos en el mar embravecido de la pantalla semioculta ('Swedish Pagans'), samuráis ('Shiyorama'), bombarderos ('Night Witches') o húsares ('Winged Hussars'), todas las canciones con coros pegajosos y épicos, como los de 'Primo Victoria' que abrió el bis triple de un concierto con demasiadas imperfecciones técnicas y bastantes momentos aburridos.

Los segundos del tridente, los alemanes Accept (Solingen, 1976), colados en el cartel más en calidad de grupo invitado que de grupo telonero de Sabaton, se lo montaron mucho mejor y robaron la tostada a los cabezas de cartel, empezando por la mayor luz en escena y el sonido claro y potente, donde se oían perfectamente las dos guitarras y la voz de Mark Tornillo, que tenía un micrófono con muchos trucos, eso sí. Accept fueron muy dinámicos, se subían cada dos por tres a unos pódiums para puntear, posar y dejarse ver, usaron chorros de humo como géiseres (lo que no hicieron Sabaton), adornaron su escenario con una suerte de contenedores portuarios y la elevada batería de doble bombo estaba rematada por un gong.

La peña coreaba 'lololó' en numerosos pasajes de Accept, como en esos solos de guitarra trufados de melodías de música clásica bien digitada por el mástil (mucho Beethoven: 'Para Elisa' en 'Metal Heart', por ejemplo), y los compactos e intachables teutones tocaron 10 temas en 59 minutos, alguno de inspiración bélica ('Stalingrad'), varios con Tornillo recordando al anterior cantante del grupo, a Udo ('Rustless & Wild'), otros con el ritmo de los Judas Priest ('London Leatherboys') o de AC/DC ('Princess Of The Dawn', o para acabar su éxito 'Balls To The Wall' estirando los coros ooooh-ohhh de la gente), alguno con mucho poderío y tensión ('Teutonic Terror') y sin dejarse en el tintero su otro gran éxito: nuestro favorito 'Fast As A Shark / Rápido como un tiburón'.

A Accept los volveríamos a ver esta tarde misma, a Sabaton dejaríamos que pasara más tiempo. Y el cartel triple lo abrieron unos chavales del pueblo de Sabaton, de Falun, los llamados Twilight Force, que tocaron tan poco tiempo que solo nos dio tiempo a verles saludar.

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