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Carlos Núñez.
Populista y popular

Populista y popular

El Campos Eliseos albergó el jueves el folk celta universal del gallego Carlos Núñez, con una trikitilari navarra en su banda. En la Cúpula, el cante de Fernando Canela abriendo el 9º Festival Bilbao Flamenco

Óscar Cubillo

Sábado, 17 de diciembre 2016, 03:28

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El jueves usamos el ascensor para hacer doblete folclorista y español en el Teatro Campos: a las 8 atestiguamos la oferta céltica internacional del gaitero y flautista Carlos Núñez con plétora de invitados y espontáneos y evolucionando de más a menos, y a las 10.30 nos dio tiempo a ver entera la sesión flamenca del cantaor Fernando Canela cerrando la primera jornada de las tres del 9º festival Bilbao Flamenco, que cursó de menos a más, menos mal.

Carlos Núñez (Vigo, Pontevedra, 1971) arribó celebrando el vigésimo aniversario de su primer álbum, 'A irmandade das estrelas / La hermandad de las estrellas' (BMG Ariola, 1996), y echó mano de numerosos invitados: una banda gaitera de diez miembros con núcleo en la Casa de Galicia, el txistulari Ivan Allue, el albokalari Karlos Zubijana o la trikitilari de Etxalar Itsaso Elizagoien, una morena de 21 años y que acompañará al grupo base, un quinteto con ella, en la gira mundial que pasará por Usa y Canadá, el país del violinista Jon Pilatzke, también músico de los Chieftains, al igual que Carlos.

Núñez informó de que llevaba ocho años sin actuar en Bilbao y su show del jueves en un teatro lleno y predispuesto (ovaciones, palmas, risas, espontáneos) duró 119 minutos para unas 20 piezas que abarcaron desde el folk medieval (tocado con instrumentos de la época en el tributo al 'Pórtico de la gloria'), los contactos con la música culta (el decimonónico 'Amanecer', 'El bolero de Ravel', las influencias italianas de O'Carolan en el recuerdo a los Chieftains) y el jazz progresivo ('Reel Roots') hasta el folk americano (la vaquera 'Cotton Eye Joe'), el gallego ('Camiño de Santiago', el 'Rianxeira' que fue de lo más flojo por coral en plan verbenero), el celta de las islas (la intervenciones del vanidoso violinista Jon Pilatzke y el discurso sobre que la lengua celta proviene de la Península Ibérica) y el vasco (el fandango trikitilari con dedicatoria a Kepa Junkera, el arin arin con el txistulari, el eco de la alboka).

Eso era una fiesta, el espigado violinista bailaba reels enfáticos y Carlos Núñez soplaba más la flauta (a veces jazzer) que la gaita, al acabar muchas piezas ponía cara de asombro como si fuera un mago después de un truco, y el muy locuaz oficiaba divulgativo y cercano, en absoluto pedante, en sus introducciones explicativas. Lástima que allá por el epílogo, durante el solo de maleta (sic) y los alardes del violinista, la magia se diluyera y se impusiera la demagogia, lo popular del folk celta deviniera en populismo con invitación a bailar en cadenetas, la aparatosa y espectacular intervención de los gaiteros y el convertir el teatro en una verbena estival mientras sonaban temas como 'Xotes' (brasileiro y reggae), 'Greenlands' (épico y con los coros oooh-ooohhh) o el bis con 'Aires de Pontevedra'. La mayor parte del público salió encantado, claro.

9º Festival Bilbao Flamenco

Luego nos dio tiempo a ascender a la sexta planta del Teatro Campos Elíseos, donde se inauguraba el 9º Festival Bilbao Flamenco con una cita dedicada al difunto cantaor bohemio y anárquico Canela de San Roque (1947-2015). La abrió su hijo José Canela ilustrando con sus cantes una conferencia sobre el libro a su padre dedicado, titulado 'Por el hablar de la gente' y firmado por José Luis Vargas (quien defendió el carácter popular del flamenco), y la remató su hermano Fernando Canela en su alternativa en Bilbao, estrenando su disco 'Joven cante jondo'. En 34 minutos le dio tiempo a encadenar cuatro cantes en cuarteto: genial y ceremonial la guitarra de Manuel Jero que marcaba tiempos, subrayaba atmósferas y dosificaba esfuerzos, y al arte y compás una pareja con su trajeado hermano José destacando.

Fernando, nervioso hasta la sudoración, abrió su intervención de modo desconcertante por granaínas suaves, sin templar ni dominar. A la siguiente, por soleás, fue como la noche y el día, el anverso y el reverso, pues Fernando Canela entonó solemne, jondo, estirado y genuino. Casi tan bien le quedaron las seguiriyas («valiente», le jalearon desde el oscuro fondo de La Cúpula, «ole el cante gitano», le espoleó su hermano sobre el tablao), y tras echar el resto en este par de cantes duros, se despidió por bulerías menos tensas y tras decir: «os lo dedico de todo corazón, porque Bilbao es muy importante para nosotros y mi familia».

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