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El pequeño explorador

El pequeño explorador

Hasta cuatro bises dio ante tres millares de personas en el BEC un Paul Simon en deceto que paseó por diversas músicas del mundo y que espigó casi todos los grandes éxitos de Simon & Garfunkel

Óscar Cubillo

Jueves, 17 de noviembre 2016, 22:37

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Triunfo de Paul Frederic Simon (Newark, Nueva Jersey, 13 de octubre de 1941, o sea 75 años) en un BEC ocupado por 3.000 y pico personas cómodamente sentadas para un show en deceto de músicos cambiando sus instrumentos y que en dos horas y media clavadas arbitró 29 piezas, entre ellas siete de las once de su celebérrimo y étnico LP 'Graceland' (1986, 14 millones de copias vendidas), una terna del reciente álbum 'Stranger To Stranger' y, tachán tachán, media docena más del dúo hippie Simon & Garfunkel, a ojo todos los hits excepto 'Mrs. Robinson'.

Fue un concierto más apropiado para un teatro con tanta sonoridad diversa, pero el recinto del BEC sonó bastante bien, quizá ayudado por unos cortinones grandes que taparon las gradas laterales vacías (y que tan bien vendrían en los conciertos eléctricos en el Palacio Euskalduna para evitar los rebotes en sus adornos de metal).

Con la calefacción a tope y ninguna gran pantalla de fondo cursó un concierto ágil, sin apenas discursos de Simon, que antes de la 17ª pieza permitió hablar a su larguirucho guitarrista, que se presentó diciendo que es Vincent Nguini, de Camerún, y que lleva 25 años tocando con Simon, a quien definió como 'gran explorador' que ha superado dos pruebas muy peligrosas: logró pasar un día con una pantera negra a la que hipnotizó, y se tiró tres semanas en el bosque peleando con gorilas. Cara de ufano ponía Paul Simon al lado

Fue una exageración, claro. Simon no es un 'gran explorador', por la cuestión del tamaño. A diferencia del grandioso Raphael, que entra y sale del escenario constantemente y cada vez que regresa admiras más su carisma y grandeza, Paul Simon apareció en cinco ocasiones (la primera salida y cuatro bises) y cada vez parecía más pequeño. Y es que Paul Simon mide 1,60 (Garfunkel mide 1,83 y ha declarado que Paul tiene complejo de Napoleón) y la poca altura se le notaba nada más aparecer. Y cuando agarraba la guitarra a veces esta también parecía desproporcionada.

Además, Paul Simon exigió que le sacara las fotos desde lejos, detrás de la mesa de sonido (se trajo una que parecía el puesto de mando del Halcón Milenario). Algunos le acusaron del típico defecto de las estrellas progres, de esa gran contradicción que rechaza que se le vean las arrugas, pero quizá no fuese esa la razón: quizá fue para salir en la imagen de cuerpo entero. Aparte que no había foso para los fotógrafos, ni vallas de seguridad delante del escenario. Así, en una ocasión Paul invitó a levantarse y a bailar al que le apeteciera y varios centenares rompieron la disciplina y se fueron a saltar delante del tablado. Paul estrechó las manos de algunos, y otros, los que habían pagado 90 euros por las butacas delanteras más caras, echaban humo por tener tantas molestias delante.

Explorador sí que es el pequeño Paul Simon. Sus parlamentos fueron escasos y les contamos de memoria que quizá se limitaran a estos: el primer saludo abierto en castellano con un 'bienvenidos todos' y la invitación a bailar al que lo deseara antes de tocar el festivo tex-mex 'That Was Your Mother' (con acordeón lucido de Joel Guzman); la narración de sus andanzas por el río Amazonas, en la jungla, donde probó la alucinógena ayahuasca en la introducción de 'Spirit Voices': la referencia a Olodum antes de interpretar 'The Obvious Child'; y la explicación del gopichand, el instrumento hindú de una sola cuerda que usa en la novedosa, lobuna y aullada 'The Werewolf', que mostró a un Paul Simon aún artísticamente hambriento a sus 75 años.

Poco más hablaría la estrella clásica de la música popular occidental, pero mucho más exploró: lisergia moruna al gusto de Robert Plant (¡Dazzling Blue¡), sonidos andinos en ¡El cóndor pasa¡ de Simon & Garfunkenl, voces sudafricanas en ¡Diamonds on the Soles of Her Shoes¡ del LP ¡Graceland¡ Y abudandaron los sonidos americanos, claro, a veces de raíz folk también: blues en ¡The Boy in the Bubble¡, soul en ¡50 Ways to Leave Your Lover¡ (una de las canciones favoritas de Ariel Rot), ondas de Hawai en ¡Rewrite¡, Nueva Orleans exuberante en ¡Me and Julio Down by the Schoolyard¡ (que arrancó como el Springsteen de Rosalita), calcos de las baladas oscuras de Sting (¡Stranger to Stranger¡, que titula su último disco), country dylaniano (¡Homeward Bound¡, de Simon & Garfunkel) o baladas setenteras al estilo de Billy Joel como ¡Still Crazy After All These Years¡).

De voz anduvo un poco justo y por ejemplo se le notó en 'America', de S&G. Pero en general libró sin tacha. Sobre todo se le notaba al ser comparado con la potencia del pasado y con los agudos que aportaba Garfunkel al dúo. Por cierto, de lo más bonito fueron dos grandes éxitos del dúo Simon & Garfunkel: en el segundo bis un 'The Boxer' con lalalás de misa hippie aportados por el respetable; y en el tercer bis un 'The Sound Of Silence' ejecutado a solas en escena con la acústica por el pequeño Simon, que él solo llenó toda la inmensidad del recinto, alcanzando la cima.

Y el inesperado cuarto bis los acabó con un 'Puente sobre aguas turbulentas' de S&G que arrancó oscuro pero en el epílogo creció como el Elvis en Las Vegas. Muy bien Paul Simon y muy bien su banda, a la que no presentó (el guitarrista camerunés se presentó solo, recuerden).

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