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Herbert von Karajan.
Postureo de director

Postureo de director

Algunos mitos de las más famosas batutas del siglo XX son leyendas construidas por ellos mismos. Celibidache, Karajan y Bernstein ofrecen buenos ejemplos

César Coca

Martes, 13 de septiembre 2016, 00:19

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Mucho antes de que se pusiera de moda el término 'postureo', los directores de orquesta ya lo practicaban. O ciertos directores. Algunos nombres célebres, grandes músicos por otra parte, que decían una cosa y luego no hacían exactamente lo mismo. O trataban de vender una imagen para expertos en márketing y mitómanos no muy bien documentados, que llegaban a pensar que eso era lo real y no un artificio bien diseñado para ocultar algo distinto. Los casos son relativamente comunes pero hablaremos de tres que situaron sus nombres en el libro de oro de los directores de orquesta del siglo XX y, por extensión, de la Historia de la Música: Sergiu Celibidache, Herbert von Karajan y Leonard Bernstein.

Sergiu Celibidache

El gran maestro, quizá el director más influyente entre sus colegas y los músicos en general, en la segunda mitad del siglo pasado. Un mito capaz de saltarse a la torera todas las indicaciones de tempi de las partituras y que el resultado sea de una coherencia extraordinaria y una tensión inigualable. Pero, ¿qué pensar de su aversión a las grabaciones? Es conocido su rechazo a las mismas porque, decía, un disco no recoge la esencia de un concierto, la magia del mismo, el espíritu que irradia desde el escenario hasta el público.

Por esa razón, apenas hay grabaciones de Celibidache en la parte central de su carrera. Las hay de los comienzos, con tomas de sonido deficientes. Existen también de esa época en la que se negó a grabar, pero se trata de registros radiofónicos de sus conciertos, con frecuencia con orquestas de segundo nivel. Y luego están los vídeos de la parte final de su carrera. Oficiales y con todas las bendiciones del director. ¿Qué sucedió para un cambio de criterio tan radical? La explicación que él mismo dio fue que le molestaba que sus músicos ganaran menos dinero que otros colegas debido a que no cobraban suplementos por su trabajo discográfico. No faltan, sin embargo, quienes vieron otra razón detrás de ese contrato por el que se lanzaron al mercado un puñado de vídeos con obras sinfónicas: básicamente, que cuando una orquesta está en un escenario interpretando pongamos que el 'Bolero' de Ravel, la atención del público se centra en el director. Sin embargo, eso no sucede en el disco. Solo hay sonido y el director está ahí, por supuesto, pero no se le ve. En cambio, en los vídeos recupera todo su protagonismo. Incluso lo aumenta, porque el espectador contempla al director de cerca y de frente, algo que no sucede cuando está en su butaca. Dicho de otra manera: el vídeo le da un protagonismo que el disco le niega. Saquen sus conclusiones.

Celibidache dirige el Bolero de Ravel con la Filarmónica de Colonia

Herbert von Karajan

Fue el director europeo más mediático de su tiempo, el que más discos vendió y quien convirtió su nombre en sinónimo de un refinamiento en el sonido que muchos críticos consideraban falso por artificial. Pocos como él cuidaron su imagen. Ninguno acaparó tantos puestos, hasta el extremo de que en el mundillo musical se contaba este chiste: Karajan sale de su casa y sube a su avión particular. El piloto le pregunta: «Maestro, ¿adónde vamos? ¿Berlín, Viena, París, Londres, Milán...?» El director lo piensa un momento y responde: «Da igual. En todas partes hago falta».

Fue Karajan quien más portadas de discos protagonizó: no importaba que el álbum contuviera sinfonías de Beethoven, Brahms, Mozart o Mahler; o conciertos para piano o violín con los más insignes solistas. Era su rostro el que ocupaba la cubierta, con sus ojos claros y su pelo cada vez más blanco y ese gesto de patricio romano meditando sobre el sentido de la vida o dirigiendo la orquesta con los ojos cerrados y un rictus como de estar directamente en contacto con Dios. Luego, los textos que acompañaban los discos informaban de que Karajan conducía coches de carrera y pilotaba aviones.

Les propongo un ejercicio: ¿cómo es posible que un director de orquesta que recorría continuamente Europa, grabó durante la mayor parte de su carrera una media de dos o más discos al mes, tenía varios conciertos todas las semanas, e intensas sesiones de ensayo, tuviera tiempo para esas ocupaciones tan alejadas de la música? ¿O es que solo pilotaba una vez al año y se subía a los bólidos otra?

¿Y qué decir de eso de que dirigía con los ojos cerrados? Un director mueve a la orquesta con las manos, los ojos, el gesto de la cara y el movimiento del cuerpo. Es cierto que, a diferencia de la casi totalidad de sus colegas, Karajan acostumbraba a dirigir sin partitura. ¿Pero cómo es posible dirigir sin mirar? Es verdad que un director puede cerrar los ojos un instante, pero eso es todo. Así que Karajan pilotaba algunos ratos y cerraba los ojos... para las fotos.

Karajan dirige 'El Moldava' de 'Mi país' de Smetana, con la Filarmónica de Berlín

Leonard Bernstein

El gran comunicador. El director que más hizo por difundir la música clásica, con sus conciertos y sobre todo con aquellos programas de TV que reunían cada semana a muchos millones de personas ante la pantalla no pocos de ellos jamás habían estado en un auditorio, para escuchar sus lecciones siempre amenas y dictadas de forma directa y espontánea... ¿Espontánea? A estas alturas se sabe que Bernstein cuidaba hasta el último detalle de sus programas televisivos y ensayaba una y otra vez. La suya era una espontaneidad completamente falsa.

No era lo único en lo que el gran director mostraba una cara bien diferente de lo que en realidad era. Sucedió respecto de su mujer, Felicia de Montealegre, de la que se separó después de de mil infidelidades la lista de los amantes de ambos sexos del director es enorme, y abundan los nombres famosos aunque en conversaciones con periodistas y estudiosos de su figura siempre hablaba de que había sido la gran figura de su vida, la persona imprescindible en la misma. Es cierto que cuando ella se encontraba al borde de la muerte él regresó a casa para cuidarla, pero antes de eso el matrimonio no fue precisamente ejemplar.

Tampoco faltan quienes lo acusan de, pese a que ganó verdaderas fortunas con su actividad profesional, ser lo que entre nosotros llamaríamos un auténtico 'pesetero'. ¿En qué se basan? En el elevado número de veces en que se sentaba al piano en obras en las que es posible tocar y dirigir al mismo tiempo. Bernstein no era mal pianista, eso es evidente, pero tampoco estaba entre los grandes. ¿Por qué lo hacía, entonces, pudiendo invitar a uno de esos artistas excelsos que darían aún más brillo al concierto o la grabación? Pues, aseguran algunos de quienes lo conocieron bien, porque así cobraba un doble caché: como solista y como director.

Bernstein toca el piano y dirige la Filarmónica de Nueva York en la 'Rapsodia in blue' de Gershwin

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