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Isabel Urrutia
Miércoles, 1 de junio 2016, 00:55
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En el siglo XVIII se descuartizaba a los hombres que osaban atentar contra el monarca. Era el punto final de una larga serie de tormentos. A esas alturas, el reo ya era un pedazo de carne tumefacta y calcinada. Pero seguía vivo y, todavía peor, ...
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