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Imagine Dragons, durante su actuación la noche del sábado 31 de octubre.
Lo mejor y lo peor del BIME, un festival en ascenso

Lo mejor y lo peor del BIME, un festival en ascenso

Año tras año, la cita musical del otoño bilbaíno va puliendo errores y sumando aciertos, más en una última edición cargada de novedades

Eider Burgos

Martes, 3 de noviembre 2015, 11:59

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La tercera edición del BIME ha llegado a su fin, y es el momento de hacer balance. De la diversión y de todo lo demás: las instalaciones, la organización, la limpieza... Año tras año, el festival del otoño bilbaíno va puliendo errores y sumando aciertos, lo que se traduce en una mayor afluencia de público: 22.481 personas se acercaron al BEC a bailar al ritmo de Crystal Fighters e Imagina Dragons. 2015, además, ha llegado cargado de novedades, como la retirada del pago en efectivo o la nueva distribución de los escenarios. ¿Cuáles han sido los aciertos y patinazos del BIME Live 2015?

Lo mejor

Pago electrónico. La principal novedad del BIME 2015 fue la completa retirada del pago en efectivo. Tanto en la barra como en los puestos de comida solo se pudo pagar con la pulsera electrónica, de fácil recargo y rápido funcionamiento. No hubo que preocuparse de contar monedas o de llevar dinero encima, lo que también sirvió de distracción para cacos.

Salir con la entrada de día. En otros festivales, la entrada de un solo día impide salir del recinto. O mejor dicho, volver a entrar. En esta ocasión, el chip de la pulsera permitió entrar y salir a voluntad gracias a los escáneres de la puerta, con abono o sin él.

La nueva distribución de los escenarios. Tanto el principal como el secundario se levantaron bajo el techo de un mismo pabellón, junto con la barra, los puestos de marcas varias, un stand de maquillaje de Halloween y barbería Había vida, incluso en los momentos de menor afluencia. Y ya no hacía frío como otros años.

Los urinarios. Lo bueno de celebrar un evento en el BEC es que se cuenta con los baños del edificio, en considerable mejor estado que cualquier retrete portátil. La facilidad para salir y entrar del espacio de conciertos permitió utilizar los de la planta baja del edificio, sin colas, y en un estado de limpieza más que decente.

La zona de restauración. Una carpa al aire libre acogió la zona de 'food trucks', la opción gastronómica de moda. Guirnaldas de luces para iluminar y fardos de paja para acomodarse. Decoración de encanto para disfrutar de dos noches de verano en octubre. Un acierto.

Metro toda la noche. El servicio de suburbano rodó durante toda la noche del viernes; se acabó lo de quedarse por obligación a la sesión de djs o pedir un taxi. Cierto es que los que quisieron volver casa tras Crystal Fighters tuvieron que correr para coger el servicio más inmediato (no habría otro hasta una hora más tarde), pero al menos este existía.

Afluencia. Aunque durante las primeras horas de la tarde el público sigue siendo más bien escaso, la afluencia durante la noche no hace más que aumentar año tras año. Síntoma de que el evento parece asentarse como el festival de cierre de temporada.

Un cartel más equilibrado. Los años anteriores han contado con cabezas de cartel de nivel, pero la tarde lucía nombres más bien desconocidos. La edición de 2015 parece haber equilibrado un poco la balanza, especialmente durante la segunda jornada, la más concurrida (9.400 personas el primer día frente a las 13.081 del segundo).

Lo peor

La organización. Muchos de los asistentes se quejaron por el caos organizativo. Faltaba señalización y en demasiadas ocasiones el personal concedió indicaciones contradictorias sobre temas tan básicos como las instrucciones de uso de la 'app' oficial o localizaciones concretas.

La luz. Al tratarse de un festival 'indoor', el recinto es muy oscuro. Se entiende que la zona de los escenarios cuente con baja luz, pero sería de agradecer que la entrada y algunas de las áreas del pabellón 6 estuvieran más iluminados.

Existencias en la barra. Al menos durante la segunda jornada del festival, gran parte de las existencias en la barra estaban agotadas a las tres de la madrugada. Teniendo en cuenta que la programación continuaba durante al menos dos horas más, parece que las previsiones no estuvieron muy acertadas.

Los precios. En la línea del resto de festivales, pero que no dejan de ser elevados. Tanto en la comida como en las bebidas. Con el pago electrónico, además, desaparece la percepción de estar gastando de más.

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