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Fernando Olvera, cantante de Maná, en plena actuación.
Maná o la noche en la que el BEC estalló en llamas

Maná o la noche en la que el BEC estalló en llamas

Los mexicanos cierran la gira española de 'La cama incendiada' ante miles de personas en Bilbao en un concierto de rock de estadio al ritmo de los éxitos de ayer y los que serán mañana

Eider Burgos

Miércoles, 9 de septiembre 2015, 21:12

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Una travesía por el desierto. El horizonte y nada más. O no. En pantalla grande, una jauría de fieras enloquecidas luchan por romper los barrotes de su enorme jaula. Aplausos, vítores. No regreso a tu cárcel. Y el BEC soltaba a la bestia de Maná. La banda mexicana salía a comerse las tablas del último escenario español que conocerá su gira de La cama incendiada, su último trabajo. Ante miles de incondicionales, debían demostrar que el tiempo solo les ha mirado de reojo, y que sus temas de hoy son ya éxitos del mañana.

Con media hora de retraso, los de Guadalajara prendían la mecha al ritmo de La prisión, uno de los temas de mayor éxito de su nuevo trabajo. A pesar de los pitos que se dejaron oír por la tardanza, trataron de granjearse el perdón de su público cuando nada más empezar tiraron de discografía y se arrancaron con Lluvia al corazón. La redención llegaría con los primeros acordes de Corazón espinado, solos de guitarra que harían vibrar de emoción al mismísimo Santana. ¿Les parece demasiado pronto para despachar tal hit? Lo bueno de ser Maná es que tienes otros tantos para tocar hasta el alba.

Lo cierto es que el conjunto de Jalisco superó con creces ese reto tantas veces fallido que supone encontrar el perfecto equilibrio entre los temas de siempre y el material nuevo. Maná logró ofrecer un espectáculo constante, sin bajar el ritmo ni la guardia, sin oportunidad para el descanso.

En esas andaban cuando llegada La cama incendiada (en el fuego de tu amor) un set de llamaradas inundó el escenario. Espectáculo de rock de estadio, sensacional puesta en escena. Y para compensar a los que aún no se han puesto al día, Eres mi religión y Clavado en un bar. Tiki-taka.

'Acústico en las alturas'

Si por algo destacaron los mexicanos fue por su cercanía y por su compromiso con diversas causas: con el ecologismo, con un discurso a favor de la Madre Tierra previo a Cuando los ángeles lloran, en honor al ecologista brasileño Chico Mendes; con Venezuela, en apoyo a Leopoldo López, opositor a Maduro y con riesgo de ser encarcelado; y con la música local, para lo que auparon al escenario al jovencísimo Daniel Martín Fuentes, músico de la cantera. Lejos de dejarse intimidar por las masas, el chaval tocó junto a los veteranos una divertida Me vale que culminó en un intenso duelo de punteos entre el invitado y el guitarra de la banda, Sergio Vallín.

Tras un interludio al son del rock más duro, un enorme telar traslúcido transportó a la niña bonita de Barranquilla hasta Barakaldo: Shakira era solo una proyección, lo que no restó emoción a los presentes, que entonaron de carrerilla uno de los singles de más éxito de La cama incendiada.

La coreadísima El muelle de San Blas -que les catapultó a la fama en España- dio paso a la siempre obligatoria El Rey, símbolo mexicano donde los haya. Y de la ranchera, a un solo de batería infernal de Alex González. Infernal, nunca mejor dicho, enfebrecido entre chorros de fuego y elevándose hacia lo más alto del escenario sobre una plataforma móvil.

Mientras, el resto del equipo se escabullía hasta un segundo escenario en medio de la pista. Una enorme cama (aunque no incendiada) que pasaría a ser el nuevo set del concierto, el espacio para una ristra de clásicos en acústico. Si lo primero fue show propio de una banda de rock en primera fila, esto se convirtió en algo íntimo. Cercano, a pesar de las miles de voces que coreaban una a una las canciones que la banda desgranaba sobre el lecho a metros de altura. Cachito, Mariposa traicionera (para las mujeres seductoras, que en España abundan), Bendita la luz, Oye mi amor y la ya mítica Vivir sin aire, con su correspondiente ovación.

Cuando uno pudo llegar a creer que Maná no daba para más, que los temas de obligada puesta en escena ya estaban todos despachados, se plantaron los mexicanos en los bises y borraron de un soplido las dudas. Labios compartidos fue la elegida para presentar a la tropa de músicos, y Rayando el sol, bajo una impresionante lluvia de chispas y confeti, los de Guadalajara dijeron adiós. ¡Y que viva el País Vasco, cabrones!

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