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Despedida de los voluntarios de la División Azul.
«Los miembros de la División Azul se quejaban de que eran considerados como proscritos a su regreso a España»

«Los miembros de la División Azul se quejaban de que eran considerados como proscritos a su regreso a España»

El catedrático Xosé Manoel Núñez revive la experiencia de los voluntarios españoles en el Frente del Este en Camarada invierno”

José Luis Álvarez

Sábado, 21 de mayo 2016, 00:04

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La División Azul constituyó un recuerdo incómodo para el régimen franquista y una experiencia igualmente poco grata de rememorar para la restaurada monarquía constitucional de 1978, que en ocasiones ha equiparado de forma implícita o explícita a sus combatientes con los cientos de soldados republicanos que lucharon en el bando aliado. El catedrático de Historia Contemporánea de Europa en la Universidad Ludwig-Maximilian de Múnich, Xosé Manoel Núñez, recoge las vivencias y experiencias de los españoles que combatieron en el Frente del Este junto a las tropas del III Reich en el libro Camarada Invierno. Experiencia y memoria de la División Azul (1941-1945) (Crítica), donde intento hacer una historia cruzada, trasnacional, con fuentes españolas, alemanas y algunas rusas, aunque el acceso a estas es bastante complicado.

Cuando se cumplen 75 años de la partida del primer contingente de la División Española de Voluntarios, conocida desde sus orígenes por el nombre de División Azul, Xosé Manoel Núñez pretende acercar las vivencias de los españoles que se sumaron a la unidad, quitando toda la ideologización de las gestas bélicas y acercando el lado más humano de los integrantes. Se ha escrito muy poco sobre los soldados de la División, sobre su experiencia, sobre qué vivieron, como lo interpretaron, a qué tipo de guerra se enfrentaron y como influyo todo eso en ellos a su regreso.

Voluntario falangistas, excombatienes de la Guerra Civil, militares, idealistas, aventureros o republicanos que pretendían desertar para pasarse al Ejército rojo, la División Azul estuvo integrada por 47.000 hombres, de los que algo más de 42.000 retornaron a España, y algo menos de 5.000 cayeron en combate. Durante el tiempo que pasaron en el frente Xosé Manoel Núñez cree tuvieron una percepción del pueblo ruso como culturalmente inferior, víctima del comunismo, pero a la vez esa realidad la tiñeron de paternalismo y de un deseo de convertir a Rusia, de devolverle la religión para que volviese a ser asumible por la civilización occidental.

Muchos de los voluntarios se casaron con mujeres rusas, que en un principio les parecían feas, horribles, sin feminidad. Con el paso del tiempo y la distancia de España, los divisionarios las idealizaron y las panienkas pasaron a ser katiuskas. Algunas se casaron con los soldados y regresaron a España con ellos, al igual que numerosos niños huérfanos que fueron adoptados por los divisionarios

Sin embargo, es al regresar a casa cuando el régimen de Franco les da la espalda. Los exdivisionarios siempre se quejaron que en comparación con los excombatientes de la Guerra Civil a ellos se les consideraba medio proscritos, medio malditos. Esto se debe, según el autor, a que el franquismo se tenía que reinsertar en el concierto internacional. Es a partir de los años 50, cuando el Gobierno español presenta a la División Azul como suerte de abanderada, de precursora de la guerra fría. Se había ido a combatir contra el comunismo, al lado de Alemania, pero no por Alemania.

Al volver a casa cada divisionario se las tuvo que apañar de acuerdo con sus conocimientos previos y sus conocidos. Unos ocuparon puestos como funcionarios y otros llegaron a ministros, muchos fueron a alcaldes o directores generales. Sin embargo otros terminaron marginados, como el caso del divisionario que en Bilbao estaba pidiendo por la calle, con la Cruz de Hierro prendida, para escándalo del cónsul alemán.

Entre las anécdotas que Xosé Manoel Núñez ha encontrado en su investigación sobre la División Azul está la de un exanarquista, exmiembro de la CNT barcelonesa, que tras hacer la guerra con el Ejército Popular, lo pasa mal en la posguerra y se convierte en un delincuente común. Huyendo de la Policía llega a Cádiz ycon nombre falso se alista para pasarse al Ejército rojo. Una vez en que se pasa, le dicen que muy bien y le meten preso con todos. Pasa doce años en el cautiverio y cuando vuelve es el anticomunista más feroz que existe en Barcelona. El propio gobernador civil ordena que hay que tratarlo bien, porque su propaganda política tiene mucho más valor de la oficial, concluye el autor.

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