Una semana en Córcega

Dos viejos amigos, sus alocadas hijas adolescentes, unas vacaciones en la costa corsa y el ingrediente de la atracción sexual que une peligrosamente a dos ellos, son la mecha de una cinta que coloca a Vincent Cassel sobre un terreno desconocido, el de la comedia romántica, aunque aquí suavemente matizada por el conflicto dramático que pondrá a prueba su amistad con François Cluzet. Aplacando las ansias de vodevil que demanda el guión reescrito en colaboración con Lisa Azuelos (Bienvenido al mundo de LOL), Jean-François Richet (conocido en España por otro remake, el de Asalto al distrito 13) trata de sacarle jugo al personaje que interpretara Michael Caine en la versión americana, poniendo sobre las espaldas de Cassel todo el peso de la culpa y la traición. En el lado opuesto, Lola Le Lann y Alice Isaaz se muestran muy cómodas en sus papeles, especialmente la segunda, que afina el personaje de una Lolita crecida y seductora fascinada con la masculinidad veterana del que podría considerarse su tío oficioso. Richet sirve el enredo con aplomo, sin interferir el campo visual del espectador en ningún momento e iluminando todos los detalles de la relación, pero sin profundizar en ese mar de inseguridades en el que se ahogan los dos adultos del reparto.

La película se debe exclusivamente a su público de multisalas, y obra a tal efecto, desmarcándose del final ambiguo sugerido por Donen para envolver en papel de celofán lo que en Francia ha sido un rotundo éxito veraniego.