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Transporter Legacy

Transporter Legacy

Gajes del oficio

anton merikaetxebarria

Viernes, 4 de septiembre 2015, 10:47

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Confesaba el realizador galo Camille Delamarre que trabajar como editor en las franquicias producidas por Luc Besson (Yamakasi) le ha permitido continuar su línea sucesoria, esta vez con el rapero y aspirante a actor Ed Skrein en la cabecera del reparto. Transporter Legacy propone una intriga calcada de otras muchas de sus congéneres, en la que su protagonista, un tío cachas semiduro, se ve metido hasta los zancajos en una trama de acción relacionada con el tráfico de seres humanos. Y si bien el tema es de candente actualidad, sobre todo en relación con las siniestras mafias que hacen su agosto en los actuales movimientos migratorios, la película carece de entidad.

Porque, casi desde un primer momento, la historia que Delamarre y sus colaboradores abordan se convierte rápidamente en una de esas películas, cada vez más frecuentes, que se traicionan a sí mismas. La acción se abre con ráfagas de cierto impacto tecnológico, trufada de individuos dispuestos a demostrar que el mundo funciona con artimañas; pero, paso a paso, no ya la lucidez, sino la atonía y la sumisión a los modelos genéricos consensuados van minando el ruidoso conjunto, hasta desembocar en un desenlace francamente torpe.

Como era de prever, los especialistas son los héroes del tinglado, capaces de sustituir a los actores en las secuencias de mayor riesgo. Así pues, Ed Skrein, Loan Chabanol, Ray Stevenson y los demás ponen el careto y se llevan los aplausos, mientras que Kefi Abrikh, Gary Cothenet y Jessica Decalion, entre otros, son los que se juegan la vida de forma anónima. Dobles de las estrellas, herederos de stuntman del calibre de Yakima Canutt (La diligencia), Vic Armstrong (Indiana Jones y la última cruzada) o Zoë Bell (Grindhouse). Se trata de un arriesgado trabajo ante las cámaras, que ellos asumen sin aspavientos, conscientes de que son los gajes del oficio.

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