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Xare Álvarez con su obra basada en el dibujo de las cajas.
Los jóvenes reivindican su arte en el Guggenheim

Los jóvenes reivindican su arte en el Guggenheim

El museo muestra la obra de seis artistas que en su mayoría parten de objetos como cajas, laca de uñas y ventanas

Iñaki Esteban

Martes, 11 de abril 2017, 02:08

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Los jóvenes lo tienen difícil para abstraerse de la realidad. Salvo especímenes contados, les golpea con tanta fuerza que no les queda más remedio que tenerla muy presente. Y si son artistas, aún más. Quizá por eso busquen las cosas más a mano para llevarlas a un punto muy distinto. Cajas de plástico como las de las fruterías, laca de uñas, claraboyas, fotos de archivos personales o públicos: con todos estos objetos corrientes trabajan los artistas que desde ayer exponen el Guggenheim. En el proceso de creación los transforman, en su mayoría en formas abstractas.

La entrada a la exposición incita a quedarse y a entenderla. Hay mucho nivel, gran sintonía entre elementos conceptuales y formales de las propuestas de los jóvenes artistas vascos, tengan o no la realidad de su parte.

Comisariada por Lucía Agirre, la muestra se inauguró ayer con la presencia de cuatro de los seis creadores seleccionados entre 62 presentados. Faltaban Izaro Ieregi (Getxo, 1987), que está en China con una beca, y Patrick Grijalvo (Bilbao, 1984), en Corea del Sur también de becario. Los demás pormenorizaron las intenciones de sus obras encuadradas en la iniciativa Eginberri, dirigida a artistas menores de 35 años, puesta en marcha por el Guggenheim el pasado diciembre y patrocinada por la Diputación Foral de Bizkaia y la Fundación BBK.

La muestra se desarrolla en la sala dedicada a explicar la obra de Richard Serra La materia del tiempo, al final de la primera planta. En ella, cinco esculturas de color negro -que por cierto tienen un aire al Serra de los sesenta- componen Escenario, de María Benito Píriz (Durango, 1992).

A partir de cinco textos suyos, reflexiona sobre la proyección de la palabra «hablada, coralizada o cantada» desde una pasarela, un trampolín, un atril, la tribuna de un orador y la peana de un artista callejero. «El ego, el equilibrio y el gesto desde diferentes alturas»: estas son las claves de esta obra según la artista, que actualmente disfruta de una beca en Bilbao Arte.

Visto desde el tragaluz

El espacio donde hasta hace poco vivía y creaba Zaloa Ipiña (Bilbao, 1982) no tenía ventanas, sólo tragaluces. Veía nubes, pero no personas. Este fue el inicio de su proyecto «sobre el hábitat y la habitabilidad». «Es el individuo el que se adapta al espacio y no al revés», explicó esta artista que ya cuenta en su haber con varias exposiciones.

Ventanas a una promesa mejor aborda «los límites físicos y también mentales» que le sugirió esa experiencia. Con láminas de ventana medioabiertas, impresas con imágenes de lo que se veía desde los tragaluces, juega con lo interior y lo exterior.

Una revista en la que aparecía Marilyn Monroe le dio a Karlos Martínez B. (Bilbao, 1982) que pensar sobre los «rituales de las personas para ponerse bellas», como la aplicación de la laca de uñas, un acto privado destinado al espacio público. Con ese material ha pintado unos paneles enmarcados por baldas de mobiliario de los setenta en La supernova que yo conocí, obra que el autor recomienda verla de cerca.

El dibujo de la base de las cajas de plástico para el transporte de alimentos ha inspirado a Xare Álvarez Berakoetxea (San Sebastián, 1990) la construcción en acero y vidrio perforados de su conjunto escultórico. Es un proyecto que invita al espectador a cuestionar su relación con los procesos de fabricación de los productos industriales. Izaro Ieregi y Patrick Grijalvo no pudieron acudir a la cita. Sus obras hablan por sí mismas. Lo más práctico es acercarse al Guggenheim y verlas.

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