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Los primeros visitantes de la temporada, a punto de entrar en el yacimiento de la necrópolis romana de Tribisburu, con sus mausoleos cuadrangulares.
La historia de Bizkaia, al descubierto

La historia de Bizkaia, al descubierto

La Diputación abre a visitas este verano cuatro yacimientos del territorio que abarcan desde la Prehistoria hasta nuestros días

LUIS ALFONSO GÁMEZ

Martes, 12 de julio 2016, 00:08

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«Tenían que vivir más o menos cerca, ¿no?», preguntó el jueves la bilbaína María Ángeles Echevarría ante los restos de la necrópolis romana de Trisbiburu. «Sí, evidentemente. No vendrían de muy lejos con los difuntos», respondió Javier Uribarren, el guía que daba a una docena de visitantes las claves del yacimiento mientras los arqueólogos Carlos Cortés y Juan José Cepeda seguían con las excavaciones. Trisbiburu se ha incorporado este verano al programa de paseos arqueológicos de la Diputacion de Bizkaia, una iniciativa cuyo objetivo es «explicar a la gente la historia del territorio a través de sus monumentos», resume Mikel Unzueta, arqueólogo de la institución foral.

La necrópolis está a 538 metros de altitud en el monte Sollube, en el límite entre Bermeo y Busturia. «Se descubrió en 1994 cuando se buscaban monumentos megalíticos. El arqueólogo Juan Carlos López Quintana hizo un pequeño sondeo y dio con material romano», recuerda Cepeda, director de los trabajos de campo. Los restos son de la época imperial, desde finales del siglo I hasta el siglo III, y se excavan sistemáticamente desde 2013. «Es la única necrópolis romana de incineración de Bizkaia. Hay otra, la de San Martín de Finaga, pero es de inhumación y a partir del siglo III», apunta el investigador.

La visita a Tribisburu los jueves en julio, los viernes en agosto y dos domingos alternos cada mes puede ser matutina o vespertina (11 y 17 horas), cuesta 3 euros y es necesaria reserva. Arranca en el estacionamiento del asador Cannon en el alto de Sollube, de donde sale un tren turístico hacia el yacimiento. Después de quince minutos de viaje, el último tramo, unos 600 metros, hay que hacerlo a pie. En total, dos horas y media.

Dos ritos funerarios

Muy dañada por siglos de explotaciones agrarias y por la reutilización de sus piedras y estelas por los lugareños, la necrópolis está compuesta por varios mausoleos de forma cuadrangular, cada uno de los cuales originalmente se coronaría con un túmulo y hasta una estela, y contendría los restos incinerados de una familia. Se han documentado en Sollube dos tipos de ritos funerarios: la cremación directa, con el enterramiento en el lugar de la pira crematoria, y la indirecta, con la sepultura en otro sitio. Los arqueólogos han encontrado restos de vestidos, calzado, cuchillos de hierro, platos y ollas de cerámica, y vasos de vidrio.

Tribisburu demuestra que hubo un poblado próximo, aún sin localizar. «Tiene que estar cerca. Según el patrón de localización romana, la necrópolis está fuera del hábitat, pero no muy lejos. En otros casos del País Vasco, se encuentra a unos cientos de metros. Normalmente, en caminos de acceso y a una cota más baja que el poblado. Éste es un sitio atípico para la necrópolis porque estamos en el punto más alto del cordal de Sollube, en un lugar muy expuesto a los vientos. Pero el poblado tiene que estar por aquí», dice Cepeda.

Lo «raro del emplazamiento» es lo que más llamó la atención a Patxi Otaolea, de Gautegiz Arteaga y que inauguró el jueves las visitas a Tribisburu con su amiga Marisol Santacoloma, que ya había visitado el castro de Arrola, un yacimiento que resulta «impactante».

La necrópolis de Sollube está muy alterada. Aún así, en la sepultura número 1 se recuperó un hacha de carpintero que sería parte del ajuar funerario. «Salvo en las fosas de cremación, donde se han encontrado restos de huesos, las cenizas no se conservan porque el terreno es muy ácido», explica Cepeda. Hasta ahora, en el monte Sollube los arqueólogos han sacado a la luz diez estructuras funerarias, pero todavía no saben cuáles son los límites de la necrópolis. «Tribisburu es la trasposición de las necrópolis romanas de las ciudades mediterráneas al lenguaje local, a un entorno social que no es urbano ni tan sofisticado y usa medios más humildes. Es una constatación más de la romanización en lo que eran los arrabales del Imperio», explica el director de los trabajos de campo, para quien es importante que «un bien patrimonial como éste sea visitable».

El año pasado, participaron en la tercera edición de los paseos arqueológicos unas 1.000 personas que visitaron el oppidum de Arrola, el poblado romano de Forua y el castillo de Ereñozar. «Este verano esperamos en torno a unos 1.600 visitantes entre julio y agosto», aventura Unzueta. Para el arqueólogo de la Diputación, la idea es probar en Urdaibai el que será el futuro modelo de socialización del patrimonio histórico vizcaíno porque en esa comarca hay yacimientos que permiten llevar al público desde «la más profunda Prehistoria en la cueva de Santimamiñe que está fuera de este programa hasta prácticamente la actualidad en Ereñozar».

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