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Alberto Schommer. Autorretrato.

Muere Alberto Schommer, el gran retratista español

El genial fotógrafo nacido en Vitoria, que firmó algunas de las series inolvidables de la fotografía española, ha fallecido a los 87 años en San Sebastián

elcorreo.com

Jueves, 10 de septiembre 2015, 18:02

El fotógrafo Alberto Schommer, nacido en Vitoria en 1928, ha muerto hoy en San Sebastián a la edad de 87 años, víctima de problemas respiratorios consecuencia de un proceso cancerígeno. Schömmer ha sido uno de los nombres capitales de la fotografía española de los últimos 40 años. En particular, el alavés ha sido uno de los grandes retratistas del país, como se evidenció en sus series para diversos medios de comunicación. También ha elaborado retratos de la familia Real y de personalidades de talla mundial como Andy Warhol o Salvador Dalí.

Alebrto Schommer nació en Vitoria, en 1928, hijo de alemán y alavesa. Se formó como fotógrafo en Alemania. En sus comienzos, se dedicó a la pintura. Fue el gran retratista del final del franquismo y la transición. Sus retratos, publicados en "ABC" y "El País", hicieron escuela y fueron recogidos en varios libros. Ha protagonizado varias exposiciones. Schommer es autor de numerosos libros y ha recibido los premios más importantes, como el Nacional de Fotografía y la Medalla al Mérito de las Bellas Artes. Fue designado miembro de la Real Academia de San Fernando en 1996.

La obra de Schommer se ha expuesto en grandes museos y ha sido publicada por las más prestigiosas revistas internacionales. Está reconocida con incontables galardones y recogida en más de setenta libros. El jurado reconocía esa rica trayectoria, «en la que no sólo ha abordado todos los temas, sino que también ha innovado desde el punto de vista técnico y experimental». «Ha sido testigo de la transformación cultural y social de nuestro país», resumía el acta.

Iba para pintor

De madre española y padre alemán -Alberto Schommer Koch, que abrió un estudio de fotografía en Vitoria en los años veinte-, iba para pintor. «¿Que si me influyó el ambiente del estudio de mi padre? No, para nada», confesaba en una entrevista. «Yo era pintor y utilizaba las fotos para que no se me olvidaran las personas o espacios que me interesaban. Así, tontamente, empecé a disparar».

Próximo a los renovadores de la fotografía española en los años sesenta, Schommer protagonizó una carrera plagada de retos formales y conceptuales bajo la benefactora influencia de maestros como Irving Penn y William Klein. En 1967 representó a España en la Expo de Montreal, en 1979 era elegido fotógrafo del año y en 1989 el Metropolitan Museum of Photography adquiría algunos de sus 'Retratos psicológicos'. Los realizó entre 1969 y 1973 y se confirmó a través de ellos como uno de los fotógrafos más destacados de la segunda mitad del siglo XX, inmortalizando a personajes tan dispares como el cardenal Tarancón, el banquero Mario Conde, el torero Espartaco, el escultor Eduardo Chillida o el ministro franquista Gregorio López Rodó. «Retrataba a los políticos de una manera irónica para que no se dieran cuenta de que estaba criticando al régimen con las fotos», señalaba en aquella entrevista. «No hubo nadie que se negara. Todos vinieron como ovejitas. Algunos se postulaban, pero la lista la hacía yo. Nunca nadie me ha impuesto un personaje».

Retrató también a grandes intelectuales y creadores estadounidenses como Andy Warhol, Roy Lichtenstein o Susan Sontag. Los retratos eran lo más conocido y apreciado de su labor. «El retrato, como el paisaje, es crucial, tiene una potencia extraordinaria y ha atrapado a todo los grandes maestros», subraya. Sigue siendo fiel a la fotografía analógica y a sus equipos Nikon, aunque admite que «recurro a lo digital cuando lo necesito». A su formidable serie de 'Retratos psicológicos' siguieron otras como 'Máscaras' y 'Paisajes negros', cuya espectacular factura denota su creatividad y dominio técnico.

Curioso e innovador, inventó las 'cascografías', fotografías transformadas en esculturas, que tienen volumen y que además se aprecian también por el tacto, mediante baños químico al papel, previamente arrugado, para que al tacto se parezca a la piel.

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