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Dos visitantes de El Karpin observan un oso pardo, uno de los 500 animales que habitan en la finca de 20 hectáreas -como 20 campos de fútbol- del centro encartado.
Las pérdidas económicas ponen en peligro el futuro de El Karpin y a sus 500 animales

Las pérdidas económicas ponen en peligro el futuro de El Karpin y a sus 500 animales

La empresa que gestiona el parque se marcha 3 años antes de finalizar el contrato

Josu García

Miércoles, 28 de diciembre 2016, 00:48

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El Karpin cuenta con algo más de 500 animales de 50 especies diferentes. Desde tortugas hasta pumas, osos, titis o un cocodrilo conviven en la finca, de 20 hectáreas de superficie.

El espacio de educación ambiental cerrará 2016 con más de 50.000 visitantes, pero el principal recurso turístico de Las Encartaciones atraviesa seguramente por el momento más crítico en sus más de dos décadas de historia. Hace justo un año, el Ayuntamiento de Carranza, municipio donde se ubican las instalaciones, lanzaba una desesperada llamada de socorro para intentar salvar el proyecto. Reclamaba ayuda institucional. Han pasado 12 meses y la situación es aún más dramática. Hace dos semanas, la empresa que gestiona el centro de fauna salvaje comunicó por carta a los propietarios (Enkarterri, la mancomunidad que aúna a las localidades de la comarca) que abandona el barco por falta de rentabilidad económica, según ha podido saber EL CORREO.

La patata caliente está ahora en manos de este organismo supramunicipal, ya que El Karpin es propiedad, a partes iguales, de los nueve municipios que lo integran (Artzentales, Gordexola, Lanestosa, Zalla, Güeñes, Sopuerta, Galdames, Carranza y Trucios), además de Balmaseda. La semana pasada, los ayuntamientos se reunieron para tratar de buscar una salida de urgencia y establecer una nueva hoja de ruta.

El encuentro evidenció la fractura y la falta de acuerdo institucional en torno a esta iniciativa. La Mancomunidad acabó aprobando, con el voto de los representantes del PNV, una propuesta para volver a sacar a concurso la gestión del centro y rescindir el contrato con la actual adjudicataria cuando se disponga de una alternativa. Por su parte, EH Bildu y los grupos independientes que gobiernan varios de los pueblos (Carranza y Zalla, entre otros) criticaron la urgencia mostrada por los jeltzales a la hora de autorizar la salida de la empresa y se mostraron partidarios de una mayor implicación de los poderes públicos. Reclamaron que Enkarterri asumiera de forma directa la explotación de este «valioso» recurso educativo y turístico, con el objetivo de garantizar el empleo de los actuales 11 trabajadores, así como la calidad del mantenimiento de las instalaciones y los cuidados prestados al medio millar de animales. A su juicio, la entrada de una nueva firma privada podría «precarizar» aún más la delicada situación del parque, al intentar buscar una rentabilidad económica que su antecesora no ha logrado obtener.

Aunque esta propuesta fue rechazada, parece que comienza a abrirse camino la idea de que El Karpin necesita una inyección de dinero procedente de la Diputación o el Gobierno vasco para sobrevivir. En diciembre del año pasado, la institución foral entregó, por primera vez, una subvención nominativa al proyecto. Fueron 25.000 euros. La ayuda fue una de las propuestas ciudadanas que las Juntas Generales tuvieron en cuenta a la hora de elaborar los presupuestos del territorio. Con todo, tres meses después, PNV, PSE y PP sacaban adelante un texto de apoyo al parque pero evitaban comprometer más recursos, con la justificación de que hace falta «que los propietarios definan las líneas de futuro y la estrategia que seguirán en los próximos años». Desde entonces, poco o nada se ha avanzado en este frente institucional, afirman las fuentes consultadas.

Dinero de las entradas

La mercantil que gestiona El Karpin se llama Iniciativas Ambientales de Euskadi y forma parte, entre otras cosas, de la unión temporal de empresas que explota el alquiler público de bicicletas de Bilbao. Tenía otros tres años de contrato en Carranza: habían renovado su convenio con la propiedad en 2015, tras una dilatada trayectoria. Sus responsables confirmaron ayer que han pedido salir del proyecto, pero evitaron hacer más declaraciones, al igual que la dirección de Enkarterri, que optó por guardar silencio. La compañía explota las instalaciones desde 2000. El acuerdo establece que la sociedad se queda todo el dinero de las entradas y las cajas del bar-restaurante y la tienda. A falta de datos oficiales, el año pasado, la firma habría ingresado unos 400.000 euros por la recaudación en taquilla.

Con esos recursos tiene que pagar la nómina de los 11 empleados (entre ellos, tres biólogos), así como toda la alimentación de los animales y la limpieza y mantenimiento de la finca. La Mancomunidad sólo aporta fondos extraordinarios cuando hay que encarar inversiones especiales o urgentes, como reparaciones de calado por desprendimientos o compra de nuevo material, como se hizo con el terrasauro, el espacio dedicado a la historia de los dinosaurios.

Los empleados, por su parte, se muestran «muy preocupados» con las últimas noticias. Aseguran que El Karpin cuenta con «buenas cifras de visitantes», una estadística que no tiene un reflejo en la ayuda institucional. Confían en que este momento de profunda crisis pase y «todo llegue a buen puerto».

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