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«Mi vida ahora es tan bonita que no necesito superar ningún reto».
«En Verona sólo me costó un mes encontrar trabajo»

«En Verona sólo me costó un mes encontrar trabajo»

A sus 30 años ha recorrido 28 países, se ha casado con un italiano y ha publicado su primera novela

IRATXE GÓMEZ BRINGAS

Domingo, 17 de julio 2016, 02:38

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«Cuando luchas contra tu destino, ¿cuántas posibilidades tienes de ganar?». Es la reflexión que plantea la primera novela de Alaitz Arruti, titulada 'La Castañera'. La historia de una familia que sufre las consecuencias de un país, Italia, en el que la pobreza, la droga y el contrabando complican cualquier posibilidad de supervivencia. Es parte de la sinopsis del primer libro de esta joven que, en parte, también ha luchado por cambiar su destino. A los 17 años se fue de casa y empezó su aventura por distintas ciudades españolas. A eso le seguiría un recorrido por 28 países y muchas sensaciones que vivió como inmigrante. Tras muchas idas y venidas acabó en la ciudad de 'Romeo y Julieta'; y el amor por un italiano le llevó a afincarse en Verona.

Antes de cumplir la mayoría de edad, ya sintió la necesidad de ver algo distinto. Dejó Galdakao para mudarse a Calahorra, donde comenzaría a trabajar como camarera en el restaurante del exjugador y expresidente de la Real Sociedad Miguel Fuentes. Todo por saber euskera. Así entró en el mundo de la hostelería y a los seis meses se mudó a Logroño. Dos años después de esa primera incursión laboral, Arruti decidió regresar a Bilbao para estudiar Administración de Empresas, que combinaba con el trabajo de camarera los fines de semana en La Rioja.

Al acabar los estudios, se trasladó a Toledo para trabajar en una gestoría. Pero seguía sintiendo la llamada de la aventura y se fue de mochilera por Argentina, Italia e Irlanda. En este periplo le picó la curiosidad por formarse en turismo, así que regresó a Bizkaia para sacarse la titulación. En 2009, aconsejada por una profesora, se fue a Londres a perfeccionar su inglés. «Me dijo que si quería aprenderlo bien, me tenía que marchar», explica. Con un nivel básico, llegó a la capital inglesa y se puso a trabajar de camarera. «Solo me dejaban llevar los platos de la mesa a la cocina, y sin derecho a propinas. Y pagaba 400 libras por una habitación compartida con una amiga en un piso con 12 personas». Sólo aguantó cuatro meses.

«Esto es muy parecido a Bilbao»

  • La ciudad que sirvió de escenario a la historia de Romeo y Julieta dejó sin respiración a Alaitz Arruti. «Es muy bonita», apunta. De hecho, su madre le dijo en su primera visita «Si te vas de aquí, a ver dónde encuentras otro sitio que supere esta belleza». Además, goza de una gran calidad de vida. «Es muy parecida a Bilbao». Los precios, al menos, son muy similares. Un café ronda 1,50 euros, los alquiles cuestan a partir de los 600 y el sueldo está en una media de 1.200 euros. El carácter del veronés se asemeja al del vasco. «Aquí también existe la cultura de la cuadrilla».

«Decidí que me tocaba vivir», recuerda. «Con un presupuesto de 3.000 euros y un billete de ida a Lima comencé mi aventura de mochilera por Latinoamérica». Una experiencia única. «La mejor cosa que he hecho en mi vida», reconoce. Bolivia, Argentina, Uruguay, Cuba... Volvió a casa por Navidad un 21 de diciembre. «Encontré gente maravillosa en el camino que me ayudó un montón. Contaba cada céntimo, así que solo hacía dos comidas al día y viajaba algunas noches para ahorrarme el alojamiento», confiesa. Ella hacía pulseritas que la gente le compraba, algunos turistas la invitaban a comer y unos amigos argentinos que conoció en su primer viaje le cedieron su casa.

Fue un viaje que le ayudó a encontrarse a sí misma y a saber hacia dónde quería tirar. Regresó a Reino Unido, pero esta vez a Liverpool para hacer un intensivo de inglés durante dos meses. Y como quería un clima más cálido, se fue hacia el sur para trabajar en una teleoperadora grande en Brighton. «Negociaba con mercado internacional y mi inglés despegó».

A cinco minutos en bici

Uno de los proveedores le propuso unirse a su empresa. Después de dos años en el sur de Inglaterra, regresó a España como encargada de marketing en una agencia turística a 200 metros de la playa, en la Costa Brava. «Trabajaba con mercado internacional y me tocaba ir a ferias en Londres y Berlín». Como el rendimiento bajaba en invierno, lo combinó con otro empleo. «El hermano de mi jefe tenía una empresa de organización de eventos, y comencé a colaborar en ella». Durante la temporada de invierno, Arruti se encargaba de la presentación de marcas de motociclismo para la prensa. «Las hacíamos en países europeos durante 15 días. Viajaba un montón y formaba parte de un equipo internacional. En las presentaciones de Kawasaki éramos 25 personas de distintos países».

En ese contexto internacional, esta vizcaína se animó a pedirles a sus jefes que le dejaran irse a Verona dos meses a estudiar italiano. Ellos aceptaron siempre que se llevara el ordenador para cumplir con su trabajo mientras aprendía otro idioma. Pero en ese tiempo se enamoró de un italiano, que actualmente es su marido, y después de idas y venidas se trasladó en marzo de 2015 a la ciudad del amor eterno.

«Aunque aquí el paro está en un porcentaje similar a España, sólo me costó un mes encontrar trabajo», explica. Es la responsable de un Bed&Breakfast en el centro de la ciudad con solo cuatro habitaciones y un trato exquisito. «Aunque se puede decir que es un paso atrás profesionalmente, mi vida ahora es tan bonita que no necesito superar ningún reto laboral. Aquí he encontrado estabilidad y calma», asegura.

Acabó casándose en Verona, en una colina de la ciudad. Una boda pequeña e íntima a la que asistió su familia. Trabaja a cinco minutos en bici de la casa que se ha comprado en el centro de la ciudad. Una vida muy relajada que le ha inspirado para escribir su primera novela y ponerla en venta hace tres semanas en Amazon. «Se me ha ido de las manos, no controlo las ventas», dice tan entusiasmada como sorprendida. Piensa seguir la estela de la literatura y quedarse unos cuantos años más en Verona. No sabe si algún día volverá a vivir en Euskadi, pero está segura de que acabará «en algún sitio cerca del mar».

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