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Somera es una de las zonas de poteo favoritas de quienes eligen el Casco Viejo.
De farra por el Casco Viejo

De farra por el Casco Viejo

EL CORREO recorre las zonas de ocio nocturno para evaluar el ambiente en la capital vizcaína. En las Siete Calles «los tragos se toman fuera», los hosteleros piden que se alarguen los horarios e insisten en pedir que les concedan licencias para organizar conciertos en sus locales

Silvia Cantera

Jueves, 19 de mayo 2016, 00:54

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A la calle Iturribide la llaman 'La senda de los elefantes': todo el que sube, baja trompa. La frase sigue teniendo vigencia, pero los fines de semana ya no hay tanto paquidermo. Atrás quedan los días en los que la cuesta que desemboca en la Plaza de Unamuno parecía Pozas un día de derbi. «Ha pegado un bajonazo tremendo». Es un comentario que se repite constantemente, y que se le podría atribuir a cualquiera que haya frecuentado la zona en los últimos diez años. EL CORREO vuelve a vivir el ocio nocturno en Bilbao, esta vez en el Casco Viejo, para comprobar si, efectivamente, como vienen denunciando clientes y hosteleros, la noche de la capital ya no es lo que era.

Durante años, un montón de cuadrillas han empezado su ruta de poteo en el mismo bar. Aunque no todos sabían dónde se estaban tomando el trago. «Oye, ¿el 'Perolos' cómo se llama en realidad?», se preguntan casi todos los que ponen un pie en el bar de Javier Otsoa para tomarse una de las jarras de colores. El 'Aitzgorri' ofrece combinados de tonos llamativos a 6 o 7 euros entre semana y a 7,5 los sábados. «Bebed despacio, que entra muy bien, pero cuando te quieres dar cuenta se te sube a la cabeza», advierte Irantzu a sus compañeros de clase. Ocupan una de las mesas repartidas por un local en el que la gran mayoría juega al 'kinito'.

El bar lleva casi 30 años en la parte alta de la cuesta y, aunque sigue teniendo bastantes cuadrillas de jóvenes «y de no tan jóvenes con ganas de hacer un 'revival'», ya no hay tanta gente como hace una década. «Entonces llegué a tener que ponerme en la puerta para no dejar pasar a nadie más. Algunos días había tanta gente fuera tomando algo que me costaba horrores llegar hasta el almacén, que está cruzando la calle», recuerda Otsoa. Los fines de semana cierran a las 2.30 horas, y media hora más tarde en verano. Ya no hay cola esperando a que abran el bar, como antaño, aunque los 'perolos' siguen teniendo mucho tirón. El encargado cuenta con orgullo que esos experimentos de colores nacieron en su bar «haciendo varias mezclas». Tras varias pruebas acabaron dando con la fórmula para hacer sus famosas jarras «y el boca a boca hizo el resto». De hecho, esta bebida es la responsable de que se acabasen las cenas en su bar los fines de semana: «las dos cosas eran incompatibles». Ahora para llenar la tripa hay por los alrededores varias tiendas de comida rápida y unos pinchos morunos a 2,40 en el 'Melilla y Fez' que, por mucho que pasen los años, siguen estando de muerte.

A medida que uno baja la cuesta de Iturribide certifica que los tumultos ya solo son habituales en fechas señaladas como Carnaval. Otro de los aspectos que ha cambiado notablemente es el estilo de música que se escucha en los bares de 'Iturri'. «Se ha vuelto todo más pijo», valora Álvaro tras la barra del 'Sunset', que este fin de semana cumple su primer aniversario. El camarero hace referencia a ausencias como el 'Quebrantacuellos', que ha dejado el heavy y los murciélagos de la puerta para dar paso a la bachata y los colores pastel de la 'Bodega'. Los ritmos latinos conviven ahora con el rock y las partidas de futbolín.

Es viernes por la noche y unas chicas armadas con pistolas de agua arropan a la princesa Leia en el 'Sunset'. Es matemático: todos los fines de semana cae al menos una despedida. Están todas las mesas ocupadas, pero sin demasiado agobio. «Los sábados son el día más fuerte, y los jueves tampoco están nada mal gracias a los universitarios. Hoy se nota que hay mucha gente de exámenes», explica Álvaro echando un vistazo al local mientras pone unas copas a 5 euros. «No estaría de más que el Ayuntamiento fuese más permisivo con la música en directo, que solo queremos ofrecer cultura para atraer a más clientes», remarca.

Aunque bares como 'Los Amigos' han bajado la persiana, el carácter inicial de Iturribide se mantiene con el trío de la 'tz'. 'Ikatz', 'Ekaitz' y 'Baratz' siguen manteniendo su gancho -y en algunos casos hasta una placa turca en el baño-. Los amantes del heavy acostumbran a dejarse caer por el 'MetalWorld'. «Que sí, que sigue abierto», discute una pareja que se dirige con la intención de tomar la espuela. «Mira, ¿ves esa luz verde? Pues si está encendida es que todavía no han cerrado», explica dejando claro que durante varias noches se ha tomado la molestia de comprobar su teoría.

En María Muñoz parece un milagro encontrar un mesa libre en cualquier terraza y el 'Muga' sigue sacando hamburguesas a todo el personal. Son cerca de las diez y media y la lluvia ha decidido dar una tregua. En la calle Ronda la 'herriko' tiene tirón y varios grupos de chavales aprovechan que hace buena temperatura para salir fuera con sus consumiciones. «Bi garagardo ilun, mesedez», dice un joven mientras deja sobre la barra un par de monedas de dos euros para pagar sus dos cañas oscuras. A unos metros, 'La Villa' ejerce de coche escoba con todo aquel que no tiene ganas de marchar a casa. Incluso entre semana.

La calle Somera no tarda en animarse. Por esta zona los nostálgicos también hablan de cuando había más gente por la zona. «La crisis» aparece como la principal responsable, pero Josu, que lleva más de una década tras la barra del 'K2', asegura que «ha habido un repunte estos dos últimos años». «Eso sí, ahora los sábados estamos tres camareros y antes éramos seis. Esto era la guerra», bromea. Es uno de los locales más populares de la calle y cuando cae la noche cambia los txikitos por el kalimotxo, en este caso a 3,10. «Somos los últimos en cerrar y se nota. Los fines de semana hacia las dos viene una oleada de gente a tomarse la última», explica. Los viernes bajan la persiana a las tres y los sábados aguantan hasta las cuatro.

Son más de las doce y el 'K2' no está demasiado lleno, pero no han parado de tirar cañas. Está todo el mundo fuera. Todos sacan su vaso y automáticamente buscan un bordillo en el que aposentarse. «Muchas veces el bar está muy tranquilo y la calle está hasta arriba», certifica Josu. Los jueves y viernes mantienen las mesas de dentro -«también tenemos pintxos, pero hace nada ha venido una cuadrilla y ha arrasado con todos»-, pero los sábados el aspecto del bar cambia de forma radical. Luz tenue, música más alta y algunos se animan a echar unos bailes. «La calle Somera está muy ligada al Antzoki, supongo que tiene mucho que ver el estilo de música», cuenta el camarero.

«Hay bares que ni conozco por dentro»

Malen y su cuadrilla acaban de pedirse unas cervezas. Ella vive en Las Arenas y ya no frecuenta tanto el Casco Viejo como con sus primeras juergas, cuando aún iba al instituto. «Nos pasábamos el día en 'Barrenka' o Barrenkale Barrena», recuerda. «La gente que se junta por Pozas es más de mi estilo, pero me encanta el ambiente que hay aquí», asegura. Su bar favorito es 'José Pepe Mujica', al principio de la calle. «Tiene unas empanadillas que están riquísimas, y vienen muy bien para reponer fuerzas entre trago y trago», cuenta. Para ella Somera significa tomar algo en la calle. «La mayoría de los bares ni los conozco por dentro», admite.

Seguro que aún no ha tenido tiempo de entrar en el 'Txalaparta'. Lleva poco más de un mes en la calle y Alfredo, el encargado, tenía claro que Somera era la localización perfecta, «una apuesta segura». Sus clientes suelen ir atraídos por el poteo, pero tiene una enorme barra de pintxos que no pasa desapercibida. «Nuestro horario es bastante amplio, pero no nos vendría mal que fuesen un poco más flexibles, porque a partir de cierta hora esta zona se muere», explica mientras unos gritos interrumpen la conversación. El Baskonia acaba de forzar la prórroga frente al Fenerbahce. Todo el mundo está pendiente de una pantalla gigante en la que se proyecta un play-off con final doloroso para los alaveses.

Hiruki Gunea es la confluencia entre los bares 'Kukusoak', 'Ormaetxe' y 'Bizitza'. Ese tramo de Dorre Kalea está hasta arriba. Tanto es así que hay vasos hasta en el juego de la rana, que pasa bastante desapercibida en cuanto llega la noche. Y si la fiesta decae, a unos pasos está el 'Soiz', ese bar que se llena en cuanto entra una cuadrilla. Tiene muy pocos metros cuadrados, pero mucha historia entre quienes eligen el Casco Viejo para una buena farra. «Antes iba mucho a la zona de Barrenkale y alrededores y todavía recuerdo aquellos 'machacaos'...», cuenta Alain. Pues sí, el trapo del 'Soiz' es casi una institución que hasta tiene su propia página en Facebook, que por algo hace los 'machacaos' con tanta 'alegría'. Los más nostálgicos echan la vista 20 años atrás y sus recuerdos les lleva a 'El Cantábrico', el bar que hace esquina con Barrenkale Barrena y que ahora ha tomado el nombre de 'Kukusoak'. «Bajabas un sábado a las seis de la tarde y estaba todo a reventar. ¿Quién no ha escuchado 'Always' de Bon Jovi procedente de aquella mítica máquina de música?», recuerda Álvaro.

Calles como Correo o la propia Plaza Nueva, hasta arriba durante el día, están desiertas por la noche. Tampoco hay mucho movimiento ya en Barrenkale Barrena, donde hasta hace unos meses los vecinos estaban en pie de guerra por los 'after'. «Mira, en esta esquina vomité yo, y ahí también. Y me parece que ahí estuve a punto...», bromea con cierto reparo un joven al pasar por la calle. Recuerda con relativa nostalgia las primeras juergas que se le fueron de las manos en 'El Consorcio' y en sus vecinos 'El Surtidor' o 'El Último Tranvía'. Habrán pasado unos diez años.

Música en diferido

En aquella época, 'El Modesto' tenía otros dueños y su aspecto era radicalmente diferente. Atienden el local Jaime Zurdo y su socio, que no para de poner tragos. «Somos un bar de primera copa. Antes de ir a bailar suelen pasar por aquí», explica Zurdo. Es inevitable entrar en el bar y no quedarse absorto mirando los mil detalles que lo decoran. Cuadros y dibujos para todos los gustos -algunos pueden comprarse por un precio que ronda los 200 euros- luces de colores y hasta el ranking de una carrera de 'drag queens'. El 70% de los que acuden a su local son clientela fija, y muchos los apoyaron cuando estuvieron a punto de tener que cerrar el bar durante tres meses porque el Ayuntamiento alegaba que funcionaban como pub sin tener licencia para ello. «Cuando ocurrió todo aquello, hubo un montón de gente que se acercó a tomar algo por simple curiosidad».

Ese pequeño 'boom' se ha relajado ya, pero los responsables del 'Modesto' siguen rompiéndose la cabeza para que sus clientes estén a gusto. Este jueves celebran su cuarto aniversario y ante la negativa del Ayuntamiento para organizar unas sesiones de DJs, han decidido hacer una sesión de electrónica, pero en diferido. «Así no ofrecemos música en directo pero la gente puede ver en una pantalla la grabación que les hicimos a los pinchadiscos. Y ellos encantados, porque pueden ejercer de anfitriones y estar con la gente mientras todo el mundo les escucha», explica Zurdo. «Cuando intentas hacer algo de forma legal, te deniegan las licencias», se queja. Sin embargo, en los obstáculos hay gente capaz de ver grandes oportunidades: «Rompiéndonos la cabeza es como al final salen cosas bonitas».

Las persianas empiezan a bajarse ya en el Casco Viejo -'el Mitote' en Belostikale da sus últimos coletazos- y comienza la peregrinación hacia el Antzoki, Mazarredo y alrededores. Son las tres de la mañana y en las Siete Calles ya no queda un alma. Se verán menos elefantes, pero sigue habiendo un alto porcentaje de trompas...

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