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El neón que publicitaba la emblemática sala de Deusto ya no volverá a destellar.
Se apagó el brillo de Tiffany’s

Se apagó el brillo de Tiffany’s

La mítica discoteca de Deusto cierra sus puertas tras dedicar sus últimos años al ambiente latino

Luis Gómez

Sábado, 5 de diciembre 2015, 02:47

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Tiffanys fue una de las joyas de la noche bilbaína. La famosa discoteca de Deusto vivió tiempos de gloria en los estertores de los años setenta. Era imprescindible pasar por su pista y bailar los éxitos del momento para presumir de noctámbulo. Conformó junto con el Holiday y el Garden, todos emplazados en Deusto y con nombres ingleses, el triángulo de ocio por excelencia de una ciudad definitivamente de otra época. Cuando la noche se reflejaba en las bolas de cristal, se recostaba en sofás de cuero y pisaba suelos enmoquetados. Era lo que se llevaba y el lugar obligado adonde ir a tomar una copa y flirtear.

El esplendor del Tiffanys coincidió con el auge de las grandes salas de fiestas bilbaínas. Se convirtieron en un referente en España. Fueron testigos de una época inolvidable. Su clientela disfrutó de todas las estrellas. De artistas como Lola Flores, Sara Montiel, Karina, Los Calatrava, Andrés Pajares... También de folclóricas como Isabel Pantoja y de vedettes como Normal Duval, que cogía el avión de París para traer su espectáculo al local de la calle Francisco Maciá. Siempre los más grandes sobre el escenario. Y siempre al mando de Marimer Sanz, alma y cerebro de una sala que viró por exigencias del guion, a finales de los noventa, hacia un público completamente distinto. Coincidiendo con la llegada de las primeras oleadas de inmigrantes extranjeros, explotó un negocio inexistente entonces en una Bizkaia muy poco multirracial: el ambiente latino.

Tiffanys echó el ojo al público colombiano. No por casualidad, sino porque entonces los ciudadanos de este país predominaban entre la colonia sudamericana afincada en Bizkaia. El negocio funcionó a pleno rendimiento durante varios años. El local se desmelenó al ritmo de salsa, merengue y bachata. También de vallenatos y cumbias. Era el tiempo de Carlos Vives.

Clientes bolivianos

Así aguantó hasta que la fórmula comenzó a emitir los primeros síntomas de desfallecimiento, hasta su definitivo agotamiento, hace unas pocas semanas. Hubo un intento, sin demasiado éxito, de acomodar sus dependencias al público mayor, sobre todo desde que esta franja poblacional se quedó sin uno de sus principales referentes con el cierre del cercano Garden. También fue la primera discoteca en apostar por espectáculos picantes y pseudoeróticos con desfiles de boys ligeros de ropa. Pero el Tiffanys se la siguió jugando con clientes de otras latitudes.

En su nueva etapa giró hacia la clientela boliviana, coincidiendo con la presencia de cada vez más ciudadanos del país andino en nuestro territorio. Los primeros compases justificaron el cambio. Respondió el público con llenos prácticamente todos los fines de semana. Pero, de repente, irrumpió en escena la crisis, un invitado inesperado que tantos negocios hosteleros se ha llevado por delante. Los fines de semana quedaron hechos añicos y la gente siguió acudiendo en masa los sábados, no así los viernes y domingos. Los ingresos se desplomaron y la fiesta se descompuso también para el Tiffanys.

El negocio se le puso imposible a la dueña. Una empresaria entregada a su causa. No la dejaba ni de día ni de noche. Jamás cogió vacaciones desde que la puso en marcha, hace casi 40 años. «Se pasaba dentro las 24 horas del día. Vivía en ella», enfatiza un encargado que ha trabajado junto a Marimer los últimos doce años. A Sanz no se le caían los anillos. Lo mismo tiraba de fregona que se ponía a vender entradas. El Tiffanys fue su vida. Se prestaba a todo lo que hiciera falta. Contó con el apoyo del legendario relaciones públicas Ramón Vergara.

Así fue hasta que cayó enferma y no pudo resistir el trajín que exige un negocio de estas características. «Los médicos le aconsejaron descanso y tranquilidad», recomendaciones que no casaban demasiado bien con la actividad nocturna. La implantación de una válvula cardíaca la ha apartado definitivamente de un negocio que despuntó con todos los focos puestos encima. El histórico Tomás Sánchez del Garden recuerda que el Holiday, unos de sus principales competidores, «rompió con todo lo que había. Contó con un diseño revolucionario para lo que se estilaba entonces y fue lo más de lo más en sonido e iluminación». Pero al Tiffanys, que tomó su nombre de la lujosa joyería de la Quinta Avenida de Nueva York, se le apagó el brillo hace una cuantas semanas. Se habla de que unos empresarios nocturnos buscan revitalizarla, el tiempo dictará sentencia.

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