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Que los componentes de Puerto Candelaria dicen que hay que alzar la mano, pues se alza. PEDRO URRESTI
La fiesta de la cumbia

La fiesta de la cumbia

El sexteto colombiano Puerto Candelaria consiguió la trasmisión inmediata con una Plaza Nueva llena y feliz que bailó hasta hacer temblar el suelo

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Lunes, 21 de agosto 2017, 03:10

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Arrancamos la Semana Grande. El sábado noche había tres conciertos principales municipales: descartamos el rock euskaldun de Zea Mays en Abandoibarra porque en jaiak aspiramos a algo más extraordinario; dudamos si acudir a catar al cantante romántico Pablo Abraira en La Pérgola no sólo porque ya que hemos madurado entendemos mejor las letras de las canciones de amor; y al final nos decantamos por los colombianos Puerto Candelaria en la Plaza Nueva, que montaron una fiesta bailonga, multirracial y policromática más intensa de lo que barruntamos.

En la programación musical oficial se echa de menos a grupos internacionales, aunque la Plaza Nueva alberga a varios interesantes. Por ejemplo Puerto Candelaria, de Medellín (jo, podrían ser de Guayaquil, Ecuador), a cuyo show pleno de transmisión con el respetable (manos arriba, a bailar para este lado, a cantar onomatopéyicos, a saltar… ¡Que fue cuando el piso se puso a vibrar porque hay un parking debajo de la plaza y el suelo está hueco!) el que suscribe arribó cinco minutos tarde, a la segunda canción según le comunicó un fornido y alegre afrocolombiano (antes una mature alemana no entendió la pregunta).

Es que era difícil trasladarse de escenario a escenario con tanta gente: Pato («no voy a la cumbia ni atado») insistió en tomar otro gintonic, al salir me crucé con Little Elvis que me dio carteles de un festival rockabilly que montará un sábado de octubre en el Bilborock, aparte no se podía cruzar el puente de El Arenal por culpa de los vendedores ambulantes (¿se imaginan eso en un puente de París?), me atasqué en la cola de la churrería, casi pierdo el oremus en la verbena porque sonaba una canción calorra, pero por fin llegué a la Plaza Nueva y, hala, qué ambientazo, todo el mundo contento y bailando… ¡y era la segunda canción!

Nada de pachanga

Puerto Candelaria tocaron unas 15 canciones en 82 minutos, contando los largos saludos finales del grupo y sus técnicos, pues terminaron en Bilbao su periplo de dos meses por el Viejo Continente bautizados ‘Crazy cumbia party Europe tour’, o sea ‘gira europea de la fiesta de la cumbia loca’. Y oficiaron felices y triunfantes, conectando con el respetable gracias a su ejecución postmodernista, pero anclada en la tradición (esos dos metales hipnóticos soplados por El Sultán y Barromán), a sus bailes y coreografías en escena y al dinamismo descarado de los seis miembros.

Sonaban festivos y por momentos manonegristas, pero no pachangueros. Sirva como ejemplo su delirante versión del infeccioso ‘U Can’t Touch This’ de MC Hammer que ellos han retitulado ‘¿Y entonces?’, con la voz de El Caballero del Bajo (sic) en plan King Africa, la masa revolucionada y en el epílogo los cinco candelarios (sin ella) danzando alineados como si fueran ‘jorges dréxleres’. La acabaron y se resignó el tecladista, El Sargento Remolacha: «Puerto Candelaria, 17 años de música y la gente aplaude cuando bailamos». Y presentó a Maga La Maga, a la que calificó de ‘Juguito Tropical’, y ésta entonó su atinado hit ‘Amor fingido’, algo Julieta Venegas cruzada con Karina.

Y seguía la algarabía: «Bueno, mi gente de Bilbao, ¿cómo vamos? ¿Cómo va la fiesta? Una canción rica para bailar», y nos suministraron un jazz zíngaro (les gustan y Emir Kusturica y Goran Bregovic, ¿eh?) en el que lograron que la peña mixta bailara de un lado a otro perfilada como egipcios mirándose en un espejo.

Después nos pidieron que levantaran las manos quienes estaban enamorados y, glups, pocos la alzaron (17 contaron desde las tablas), y quienes tenían deudas (todos, concluyeron, pero yo no), y entonces cayó su perezoso y coreado hit ‘Amor y deudas’.

Los candelarios, apoyados en Diggy El Niño a la percusión, se aceleraron con cumbia genuina y misteriosa, y generaron más exótica zíngara al gusto de los habitantes de Macondo. Jugaron a la sensualidad comunitaria en esa que decía ‘Por un minuto de tu amor’ y que era para bailar pegados sobre una baldosa, eyectaron ska dislocado con el estribillo ‘Rumba samba mambo’ (como Locomía hace 30 años, pero mejor), y jalearon serios: «¡Puerto Candelaria quiere la vida! Colombia, España…. Y País Vasco quieren la vida. ¡Y vamos a saltar de alegría!», y la masa obedeció y fue cuando empezó a vibrar el suelo en plena fiesta orate rematada con una versión del... ¡‘Rock Lobster’ de los B-52’s! ¡Qué locura!

Los medellinenses continuaron con una pieza «para toda la comunidad latina», que fue ‘La murga’ de Panamá, compuesta por Willie Colon y Hector Lavoe, y luego rompieron la pana con la exuberante ‘Crazy Party’ (fiesta loca) y sus trabalenguas tipo «shake your body every body», una juerga en plan las de su compatriota Carlos Vives. Y el bis doble cursó también por todo lo alto, brutal, con una bulla a modo de jazz fusión africanista de versos tipo «si me llama la muerte, dile que no estoy», y adiós con otra irónica de mentira repetida para toda la vida, algo King África agilizados.

Buf, ya podría ser toda la Semana Grande tan fresca, colorista, desinhibida, global y hermanada como con Puerto Candelaria. Como dicen ellos: «Un show absurdo, dramático, explosivo, infantil, divertido y delirante».

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