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francisco apaolaza
Lunes, 19 de enero 2015, 20:01
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Los niños de los 80 pensaron que el futuro se haría a base de patinetes voladores, zapatillas que se atan solas y viajes por el calendario en un coche alimentado por pieles de patata. Y se equivocaron, pero no en todo. Finalmente, podremos hablar con el coche como Michael Knight charlaba con Kit gracias a los relojes inteligentes, el producto estrella de la tecnología que viene... o de la que ya está aquí. Porque en asuntos de píxeles y megabits, el mañana es hoy. Esta vez ha sucedido en el CES de Las Vegas, uno de esos congresos enormes en los que las marcas nos enseñan lo que compraremos en un par de años. Las dos grandes apuestas de las compañías han sido los coches sin conductor y los nuevos modelos de reloj inteligente, los 'smartwatch'. Aparentemente no tenían nada que ver... hasta que BMW y Audi adelantaron unos prototipos a los que se puede llamar por una sencilla 'app' en un reloj y que acuden guiados por GPS, solitos. También se puede manejar todo lo que hay dentro (como tocar la bocina) y lo mejor, ordenar al coche que se aparque por su cuenta. Hablar con Kit ya es una realidad.
Así que en los próximos tiempos, tendrá que querer mucho a su viejo reloj de pulsera para no hacerse con uno nuevo. Los expertos creen que se desarrollarán tanto sus funciones y sensores que lo de menos será que den la hora.
El mundo corre que se las pela, pero no es tan rápido como parece. En realidad, este asunto comenzó en 1972, cuando la casa Hamilton sacó al mercado su primer reloj digital. Más adelante, nació el Pulsar, que podía almacenar hasta 24 caracteres. Letras, números, símbolos... Qué ironía. Ahora les 'caben' 24.000 libros. Entonces, Seiko puso en marcha su línea de relojes inteligentes y se amplió el mercado. Los chavales de los 80 jugaban con los que tenían marcianitos, calculadora y hasta escribían (algunos usaban las pantallas como chuletas).
Con los años se han añadido funciones: podómetros, termómetros, altímetros, grabadoras, barómetros, cámaras de fotos... Y ahora que los modelos están armados con potentes ordenadores y pantallas portátiles, aquellos productos con tantos botones parecen de la prehistoria.
Prácticamente hasta ayer, los 'smartwatch' han sido poco más que una prolongación del teléfono 'de hablar', pero ya permiten jugar online, ver las notificaciones de mensajería, de Facebook, de Twitter... En realidad se trata de llevarse toda la tecnología que ofrece un 'smartphone' al antebrazo, en el caso de que se quiera tener un teléfono atado a la muñeca. Hasta el momento, el talón de Aquiles de estos 'gadgets' es su batería. Algunos no duran ni siquiera un día, con lo que queda saber quién da la hora por la noche, mientras se cargan. A efectos prácticos, quitarse el reloj para conectarlo a la red se puede comparar con quitárselo para entrar en la ducha. ¿Alguien se acuerda de los no sumergibles?
Los relojes inteligentes compiten hoy con las pulseras que registran la actividad de las personas, que gastan menos batería, son más sencillas y sobre todo más baratas. Esto también cambiará. De medir los pasos, las velocidades y recorridos de los trotecillos o pedaladas de cada cual pasarán a ser un doctor agarrado al brazo. En un futuro no muy lejano, el reloj podrá analizar el electrocardiograma, la conductividad de la piel, los niveles de azúcar y hasta el oxígeno en sangre, con lo que predecirán si su dueño está al borde de una hipoglucemia, de una arritmia o va a sufrir alguna patología cardíaca. Conectado a la red médica del servicio de urgencias y con un doctor al otro lado, puede resultar milagroso para muchos enfermos, entre ellos los diabéticos.
El de Apple, al llegar
En la campaña de Navidad, el Samsung Gear S (un 'smartwatch' de unos 400 euros con conexión a internet que permite llamar y escribir en su pantalla) ha agotado sus ventas. De hecho, hay clientes que están esperando el siguiente modelo (Samsung presentó varios en un año) y que todo este asunto despegará con la presentación del reloj de Apple, que llegará a las tiendas este año como un híbrido entre un 'gadget' y un artículo de moda. Todo hace presagiar que después de que lo lance Apple, todos querrán uno pese a que costará -mínimo- unos 350 euros. Así sucedió con las tabletas. Los números de las previsiones son estratosféricos. Se calcula un mercado de 90 millones de relojes inteligentes en un par de años y compras por valor de 7.500 millones. En 2014 se vendieron 27 millones de dispositivos 'wearables', como se llama a todos los cacharros con los que podemos vestir las muñecas. Este año serán 45 millones de relojes. Un negocio redondo al que solo parece sobrarle las horas.
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