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Imagen de la doble hélice de la cadena de ADN.
Descubren a los genes ‘pastores’ que evitan daños en el organismo

Descubren a los genes ‘pastores’ que evitan daños en el organismo

Un trabajo internacional describe un mecanismo que evita excesivas modificaciones aleatorias en el genoma

redacción

Martes, 26 de abril 2016, 12:02

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En el ADN de todos los seres vivos pluricelulares hay unos elementos genéticos muy peculiares. Se llaman transposones y tienen la capacidad de ir de una parte a otra de la doble hélice produciendo modificaciones aleatorias. Por esa imprevisibilidad, se les ha llamado también genes saltarines.

Un trabajo internacional, en el que ha participado una investigadora de la Universidad de Córdoba, ha observado que una parte de estos genes saltarines ha adquirido una función de control con respecto a sus congéneres, evitando, de esta manera su descontrol en la cadena genética. Dicho de otro modo, como explican desde la Universidad, una familia de transposones actúa como perros pastores en un rebaño de ovejas, impidiendo que brinquen el cercado y pasten fuera del terreno acotado.

«Son unos elementos extraordinarios del genoma y su funcionalidad es aún desconocida», afirma Conchi Muñoz, profesora del Departamento de Agronomía y participante en el estudio. Y eso es algo muy importante a descubrir, ya que yendo de un lado a otro del ADN, los transposones pueden modificar el organismo de forma azarosa. Pueden ocasionar un problema de salud, pero también son fuente de diversidad y, por lo tanto, contribuyen a la evolución.

Estos elementos autónomos suponen aproximadamente un 40% del genoma humano y hasta hace poco se consideraban parte del ADN basura. Ahora se está describiendo su funcionalidad porque «¿para qué, si no, iba la célula a consumir energía en replicarlos, si no le es útil?», reflexiona la investigadora.

En una estancia en la Universidad de California en Irvine (Estados Unidos), Muñoz había observado que había familias entre los transposones que silenciaban al resto. El equipo al que pertenecía había desarrollado protocolos genómicos y transcriptómicos para saber cómo se producía este control de los genes saltarines. El trabajo se había realizado en maíz (Zea mays), ya que en este cereal hasta el 85% de su genoma está formado por estas piezas autónomas del ADN.

Gracias a observar las modificaciones que producían los transposones en esta gramínea, como el cambio de coloración aleatorio que se pueden observar en algunos granos de una mazorca, Barbara McClintock obtuvo el Premio Nobel en Fisiología o Medicina en 1983.

Importancia para la salud

Ahora, un trabajo coordinado desde la Universidad de Sussex (Reino Unido) ha descrito la maquinaria empleada por una familia de transposones pastores, llamada sirevirus. Toma este nombre porque el comportamiento de los transposones se parece al de un virus. Amaestrando a un grupo de genes saltarines para que controle al resto, la célula regula la inesperada acción de estos elementos autónomos.

La maquinaria se basa en pequeñas cadenas de ARN (ácido ribonucleico) que impide el movimiento de los rebeldes transposones, como si se pegaran a ellos como una lapa. Este sistema, presente en todo el reino vegetal, concluye el trabajo, por lo que los autores establecen que los transposones no son residuos que quedan en la cadena de ADN, sino que forman parte funcional de la maquinaria genética de las plantas.

«La sofisticada regulación de algunos transposones podría responder a algo parecido a un sistema inmune celular para mantener la integridad del ADN», compara Muñoz. Por ello, describir la funcionalidad de los transposones no solamente tiene implicaciones para el conocimiento interno de las plantas, en un futuro esta información puede servir para tratamientos de dolencias en humanos.

No en vano, los transposones pueden ocasionar daños en el organismo todos los seres eucariotas, como nosotros, cuando salen del redil.

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