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Monte Kenia, con varias puntas de más de 5.000 metros, está situado en Kenia y es la segunda montaña más alta de África después del Kilimanjaro, de 5.891 metros.
Una escalada en África

Una escalada en África

Insólita aventura de tres prisioneros italianos que se fugaron de un campo británico durante la Segunda Guerra Mundial sólo para subir al monte Kenia

Javier Muñoz

Domingo, 22 de febrero 2015, 02:17

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Hay historias que seducen casi a primera vista, y esta es una de ellas. 'Evasión en el Monte Kenia' (Editorial Xplora) narra la increíble pero verídica aventura de su autor, Felice Benuzzi, y de otros dos italianos que fueron hechos prisioneros por los británicos en Etiopía durante la Segunda Guerra Mundial. El destino los envió al campo 354 de Nanyuki, en Kenia, desde el cual se divisaba la montaña del mismo nombre. Un macizo de más de 5.000 metros que dominaba la región y que constituía un desafío para cualquier alpinista. Por supuesto, lo eran para Benuzzi, que había escalado los Alpes Julianos y los Dolomitas antes de la guerra y no podía quitar la vista a lo que parecía un nuevo objetivo. Mientras leía para combatir el tedio y comerciaba con cigarrillos, vigilado por askaris de lengua swahili, esperando impotente a que la guerra acabara de una vez, se obsesionó de tal manera con aquel volcán extinguido cubierto de nieves perpetuas que planeó una fuga con dos compañeros, Giovanni Balletto y Vincenzo Barsotti, para ascender a una de sus cumbres, el Batián.

La escapada al monte Kenia se produjo en enero de 1943. Los tres italianos no consiguieron subir al Batián, pero Felice y Giovanni, muertos de hambre y con piolets y grampones fabricados artesanalmente, dejaron a Vicenzo en el campamento base y se dirigieron a otra cima, Punta Lenana. Allí plantaron una bandera italiana que fue hallada días después por otra expedición; un descubrimiento del que se hizo eco la prensa británica en un tono no muy elogioso. A continuación, en vez de marchar a Somalia o a Mozambique, los huidos volvieron sobre sus pasos. No fue una decisión tan estúpida como puede pensarse. No era sencillo llegar cruzar África como prisionero fugado. Sólo cuatro italianos lo lograron en toda la guerra.

Benuzzi y sus amigos se colaron de nuevo en el campo 354 con la ayuda de los compatriotas que estaban dentro, algunos bastante irritados con ellos, puesto que sufrieron algunas represalias por su culpa. El rudimentario material de montaña entró aparte metido en un camión sin que los askaris se enteraran, igual que en la fuga. En resumidas cuentas, a los 18 días de haberse marchado, Felice y sus colegas aparecieron aseados, más delgados y listos para el recuento rutinario. Steve McQueen no lo hubiera hecho mejor en 'La Gran Evasión'. El oficial al mando los encerró en unas celdas, pero redujo el tiempo de confinamiento reconociendo el espíritu deportivo que habían demostrado.

De forma tan insólita como al comienzo, así concluyó una peripecia difícil de clasificar en los anales del montañismo. Y también difícil de catalogar como un acto de heroísmo castrense. Los tres alpinistas del campo de Nanyuki realizaron la aproximación al monte Kenia sin conocer el camino, sin medios convencionales, arrastrando penosamente un pesado material en el que no faltaban una tienda, linternas, cuerdas de sisa, arroz, galletas y sal, y artículos de todo tipo obtenidos de estraperlo durante el cautiverio.

Se jugaron el pellejo no sólo al escapar, sino al esquivar a la Policía indígena, al atravesar la selva atentos a leopardos, rinocerontes y elefantes, y al toparse con nativos en su disparatada travesía. Pasaron hambre raudales, todo por una montaña que había sido escalada por primera vez en 1899.

El libro de Benuzzi tiene valor por los hechos que recoge, por la información que proporciona sobre la ascensión y el Monte Kenia y por el tono emocionado del autor, que empezó a escribir esta historia en 1946, en otro campo de prisioneros. No oculta que la cumbre más valiosa para él era el Batián (5.199 metros) y no Punta Lenana (4.985), de modo que podría decirse que su disparatada expedición se saldó con una derrota desde la perspectiva de un montañero; una derrota "honorable", dadas las penurias en que se desarrolló, pero derrota al fin y al cabo.

Pero no era eso lo que más importaba a Benuzzi, que permaneció confinado en el este de África de 1941 a 1946. "Por encima de todo -escribe-, nuestra huida había sido una reacción contra la inactiva vida en un campamento de prisioneros, un acto de voluntad en medio de toda esa inercia".

Una rebelión contra el aburrimiento. Benuzzi (1910-1988), que fue diplomático después de la guerra, ascendió al monte Whitney, en Estados Unidos, con 75 años.

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