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La 'ley seca' de Estados Unidos convirtió a los gángsters en el poder fáctico que ha llegado hasta hoy.
De la necesidad virtud

De la necesidad virtud

La propuesta de legalizar la prostitución y las drogas blandas recuerda la decisión del presidente Roosevelt de abolir la 'ley seca' durante la Gran Depresión para aumentar la recaudación fiscal en EE UU

Javier Muñoz

Domingo, 15 de junio 2014, 01:32

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Los inspectores de Hacienda han propuesto legalizar la prostitución y las drogas blandas en España para recaudar más impuestos y sostener el Estado de Bienestar. Y el Instituto Nacional de Estadística (INE) tomará en consideración la economía sumergida para calcular el Productor Interior Bruto (PIB). Son medidas para tiempos de crisis, cuando escasean los recursos financieros y de la necesidad se hace virtud. El primero que las puso en práctica fue el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, que abolió la ley seca nada más llegar a la Casa Blanca en 1933: los impuestos que se podían recaudar con el alcohol le resultaban útiles para financiar los planes de emergencia que puso en marcha para combatir la Gran Depresión.

A partir de entonces, los ciudadanos de EE UU por fin pudieron beber todo el whisky y la cerveza que quisieron sin preocuparse de la Policía. Y se produjo una curiosa transformación: cientos de pequeños bancos que habían quebrado después del 'crash' bursátil de 1929 se reconvirtieron en bares y licorerías, ya que entonces las autoridades no acudieron en auxilio del sistema financiero, como ha ocurrido en nuestros días.

La prohibición del alcohol se introdujo en Estados Unidos en 1919. La impulsaron movimientos protestantes xenófobos que asociaban la bebida al absentismo laboral, a la cultura de los inmigrantes no anglosajones y al ambiente mundano de las ciudades industriales. La 'ley seca' fue respaldada violentamente en el sur por el Ku Klux Klan y en líneas generales provocó el declive de los salones que tradicionalmente había frecuentado la clase trabajadora. A raíz de ello, los jóvenes blancos de las concentraciones urbanas empezaron a acudir a los bares clandestinos, donde la presencia de mujeres, la mezcla interracial y la libertad sexual eran moneda corriente. Y también el jazz.

En poco tiempo, el tráfico de licores y todas las actividades delictivas relacionadas con los garitos engordaron el crimen organizado. Los gángsters se convirtieron en el poder fáctico que ha sobrevivido hasta nuestros días. «Nuestro sistema americano -declaró Al Capone en una entrevista concedida en 1929-, le llamemos capitalismo, le llamemos americanismo o le llamemos como quieran, nos da a cada uno de nosotros una oportunidad, y nosotros sólo tenemos que tomarla con ambas manos y hacer todo lo que podamos con ella».

Con el paso de los años, los efectos negativos de la prohibición -no calibrados por los defensores de la moralidad- cambiaron la opinión de los ciudadanos. El hundimiento de la bolsa de 1929 coincidió con iniciativas sociales para abolir la 'ley seca' y los economistas de Roosevelt las aprovecharon en cuanto se les presentó la oportunidad. Sólo en Chicago los crímenes relacionados con el comercio clandestino de alcohol habían provocado 8.000 muertes entre 1920 y 1933. En 1927 se contabilizaron 50.000 fallecidos en Estados Unidos por el consumo de bebidas adulteradas, sin contar las personas que sufrieron secuelas y quedaron ciegas o paralíticas.

El final de la 'ley seca' modificó las actividades de los gángsters. Se pasaron de la venta de 'matarratas' a los negocios que se habían extendido gracias a la prohibición: la prostitución, las apuestas ilegales y la droga. Así han llegado a nuestros días.

Ahora, otra crisis parecida a la Gran Depresión ha inspirado la propuesta de los inspectores de Hacienda españoles de legalizar los prostíbulos y la marihuana. ¿Roosevelt hubiera llegado a tanto?

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