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El ministro Mariano Fernéndez Bermejo dimitió en 2009 tras su cacería con Baltasar Garzón.
Los ministros que han conjugado el verbo "dimitir" antes que Gallardón

Los ministros que han conjugado el verbo "dimitir" antes que Gallardón

Una veintena de miembros de los gobiernos han renunciado a sus cargos desde la Transición. Algunos, por escándalos de corrupción. Otros, por choques con sus presidentes

Aitor Alonso

Miércoles, 24 de septiembre 2014, 01:58

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El mantra es conocido en España: "Aquí no dimite nadie". O en su versión más jocosa: "Los políticos creen que dimitir es un nombre ruso". Sin embargo, a pesar de contar con todos los datos, pues son públicos y al alcance de cualquiera, resulta complicado decidir si los ministros, o los políticos en general, dimiten poco o mucho en España. Porque... ¿cuánto es lo normal?

Los datos dicen que una veintena de miembros, en ocasiones muy altos, de los sucesivos gobiernos de la democracia han tenido que presentar su dimisión o su renuncia al presidente de turno. En algunos casos, por evidentes malas prácticas, corruptelas o imputaciones judiciales que les pusieron a los pies de los caballos, a ellos y a sus colaboradores más cercanos. En otros, porque se perdió la confianza con su 'jefe' o con el resto del Gabinete, categoría en la que podría encuadrarse el caso de Alberto Ruiz Gallardón, que este martes ha dejado la cartera de Justicia (y su escaño como diputado) por la retirada de su proyecto de Ley del Aborto, marcha atrás decidida por el propio presidente, Mariano Rajoy.

En un tercer paquete de renuncias, éstas se debieron a motivos ajenos a la actividad política. Por edad, enfermedad o necesidad de un cambio de vida. Y es que los políticos, aunque a veces no lo parezca, también son humanos.

El primero que abrió la espita al más alto nivel fue precisamente un presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, en 1981, quien se apartó de la primera línea para mantener a la UCD en el poder, en manos de Leopoldo Calvo-Sotelo. Antes habían dejado sus cargos ministeriales el almirante Gabriel Pita da Veiga (1977), disconforme con la legalización del PCE: Enrique Fuentes Quintana (1978) y Fernando Abril Martorell (1980). En general, sus renuncias estuvieron motivadas por desacuerdos con decisiones gubernamentales en aquellos movidos tiempos de la Transición.

Con la llegada de los socialistas al poder, que se prolongaría durante catorce años, tras la victoria histórica de Felipe González en 1982 se abrió en España la época en la que más ministros han caído de toda la democracia. Sobre todo, en los primeros años 90. Antes, se registraron renuncias como la de Miguel Boyer (Economía, 1985), por motivos políticos. A partir de 1991, cuando la corrupción comenzó a asaltar a gran escala al Gobierno de González, la riada fue imparable.

Alfonso Guerra, vicepresidente entonces del Ejecutivo, tuvo que dejar su cargo en 1991 por el embrollo protagonizado por su hermano Juan y los privilegios de los que disfrutó por ese parentesco. En 1992, Julián García Valverde (Sanidad), renunció a la cartera por un escándalo derivado en la venta de unos terrenos de Renfe cuando él dirigía la compañía unos años antes.

En 1993 dimitió José Luis Corcuera (Interior), al día siguiente de que el Tribunal Constitucional declarara contrarias a la Carta Magna dos apartados de la pólémica Ley de Seguridad Ciudadana, conocida popularmente como 'de la patada en la puerta'. Le sustituyó Antoni Asunción, quien cesó en sus funciones en 1994 horas después de que Luis Roldán, exdirector de la Guardia Civil, se diera a la fuga en un intento desesperado por huir de las investigaciones judiciales sobre su enriquecimiento ilícito. Le sucedió Juan Alberto Belloch.

Vicente Albero (Agricultura), dejó el cargo en 1994 por no haber declarado a Hacienda 20 millones de pesetas una década antes. Pero la traca final del Gobierno de González estaba por llegar. Alcanzó de lleno al vicepresidente Narcís Serra y al ministro de Defensa, Julián García Vargas. En 1995 dejaron sus cargos forzados por las relevaciones que apuntaban las escuchas del Cesid a personajes relevantes de la política española. Entre ellos, el Rey. Durante el mandato de González también renunciaron otros ministros por motivos diferentes, como Manuel Chaves (para ser candidato en Andalucía) o Francisco Fernández Ordóñez, por enfermedad.

Llega Aznar

En 1996, el centro derecha llega al poder de la mano de José María Aznar, que se mantendría ocho años. Hubo varias renuncias sin contenido político, como la de Abel Matutes y Eduardo Serra, pero quizá la más sonada fue la dimisión de Manuel Pimentel (Trabajo, 1996). El ministro andaluz, distanciado después de la formación conservadora, dimitió tras conocerse que la esposa del hasta entonces director general de Migraciones era poseedora de una empresa de formación que obtuvo fondos públicos.

Con Zapatero

En la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero ocurrió tres cuartos de lo mismo. Un par de renuncias circunstanciales, las José Montilla (Industria, 2006) y Juan Fernando López Aguilar (Justicia, 2007), ambos para ser candidatos en otras instituciones, y una con más carga, la de José Bono, que dejó Defensa después de revelarse como un político atípico en un Gabinete como el de Zapatero. Con todo, el mayor escándalo que terminó con el cargo de un ministro fue el que afectó a Mariano Fernández Bermejo (Justicia), cuando se desveló de forma pública que había participado en cacerías con el juez Baltasar Garzón precisamente en el momento en que éste preparaba la instrucción del caso Gurtel sobre la supuesta financiación irregular del PP.

La segunda salida con Rajoy

El presidente Rajoy es un hombre de costumbres, a quien poco le gustan los cambios. Ya dijo en alguna ocasión que pretendía llegar al final de la legislatura con los mismos ministros con lo que arrancó. Pero eso no será posible. La primera salida fue la de Miguel Arias Cañete, candidato a las Europeas por el PP, que dejó la cartera de Agricultura para tomar rumbo a Bruselas, al Ejecutivo comunitario de Juncker. Pero la más importante ha sido ésta de Gallardón por lo que se revela detrás, la lucha política de un ministro por defender el proyecto "que se me encargó" y la de un presidente ante la necesidad de corregir un error que podía pasarle factura en las urnas.

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