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Iñaki Juez
Viernes, 3 de octubre 2014, 01:54
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Como Pedro por su casa. En este caso, nada más y nada menos que por la Casa Blanca. Un veterano de Irak, al parecer con problemas mentales, se introdujo el pasado 19 de septiembre, sin invitación previa y sin que nadie lo impidiera, en las dependencias privadas del presidente de Estados Unidos con un cuchillo en la mano. La visita a la residencia oficial del hombre más poderoso del planeta terminó con el arresto del exmilitar antes de que llegara a encontrarse cara a cara con Barack Obama o con algún miembro de su familia. ¿Cómo es posible que superara todos los (se supone que inexpugnables y supersofisticados) sistemas de seguridad que deben proteger al primer mandatario de la mayor potencia mundial? ¿Y si en vez de ese desequilibrado ciudadano hubiese sido un comando de terroristas bien entrenados?
Ese incidente y varios más que se han repetido en los últimos meses han puesto en el ojo del huracán a la jefa del Servicio Secreto, Julia Pierson, cuya prioridad es la seguridad del presidente de EE UU, que se ha visto obligada a dimitir tras una sucesión de graves fallos que, además, ha intentado encubrir.
Pierson, una agente de Policía y crinminóloga, se puso al frente de la Inteligencia estadounidense el 27 de marzo de 2013, hace apenas un año y medio, precisamente para hacer frente a los primeros 'agujeros' graves detectados en la seguridad en la Casa Blanca. Parece evidente que ha fracasado en su particular misión ¿imposible? de proteger debidamente a un líder que ha recibido el triple de amenazas que sus antecesores. La sucesión de errores cometidos por sus subalternos podrían haber salido tranquilamente de una historieta de los mismísimos Mortadelo y Filemón. Estas son algunas de las chapuzas que han puesto en jaque al Servicio Secreto de Estados Unidos.
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