V3nganza

Planos-choque de brevísima duración, imposibles movimientos de cámara a ras de suelo, angulaciones forzadas e intérpretes histriónicos se dan cita en un incontinente despliegue de situaciones de una violencia extrema, urdidas por el hiperactivo productor Luc Besson (Lucy) y el efectista director Olivier Megaton (Colombiana) con su habitual tendencia al exceso. Todo es abrupto, exagerado, deshumanizado en este ajuste de cuentas, con lo cual el resultado final no puede ser más agobiante y descorazonador.

Cabe suponer, a la vista del resultado, que a sus responsables se les escapa del todo el sentido de la expresión «progresión dramática» y la construcción de personajes ubicados en ambientes creíbles. Para más inri, no tienen la menor noción de lo que es la continuidad, mientras los actores -incluido el versátil Forest Whitaker- hacen lo que pueden, tras quedarse, literalmente, sin resuello. Y, por supuesto, no vale la pena hablar de los demás valores cinematográficos. Alguna escena, como la fuga del protagonista tras su intento de arresto por parte de la policía en el arranque del filme, es digna de un número circense, en sintonía con el propósito del embrollo de convertirse en un éxito comercial.