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josu eguren
Jueves, 24 de julio 2014, 14:44
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En la filmografía impar de Arnold Schwarzenegger faltaba una pieza similar a este híbrido de drama y thriller policiaco con puntuales incursiones en el slasher, toda vez que el exgobernador de California ha probado fortuna en la ciencia-ficción, la comedia, el western, las tramas superheroicas, el cine de terror e incluso el documental (tomen nota de Pumping Iron, de Robert Fiore y George Butler). Dirigido por David Ayer, que ha visto en Sabotage la oportunidad de hacer realidad las fantasías insatisfechas de muchos espectadores de La noche más oscura, de Kathryn Bigelow, Schwarzenegger pone en pie un personaje ambiguo y oscuro cuya eficacia se debe mucho más a la edad, el exceso de ciclos y las arrugas que a sus habilidades interpretativas. De un inicio prometedor, con un antihéroe consumido por la penumbra y las imágenes de una snuff movie incomodando al público acostumbrado a encontrarse con Schwarzenegger en situaciones mucho más amables, Ayer derrota hacia un territorio cuya definición estética parte de su obsesión con los dispositivos de videovigilancia y las cámaras digitales, aunque en esta ocasión mucho más matizada que en el caso de Sin tregua, su tercer largometraje. Como ave Fénix renacida de las cenizas de Domino, un intento fracasado de zarandear el género escrito por Richard Kelly y ejecutado por Tony Scott, Sabotage ensaya una variación regresiva que, lejos de adentrarse en nuevos modelos narrativos, busca reconciliar al espectador con las cintas de acción cafre de los años 80.
Con el 1,90 de Arnie proyectando su sombra sobre el horizonte, Ayer da rienda suelta a una carnicería que lamenta la ausencia del contrapeso dramático que le hubiese proporcionado un buen actor de carácter como Brian Dennehy (Código azul, 1990). Sam Worthington y Olivia Williams le dan cierto empaque al conjunto, pero es Schwarzenegger quien hace y deshace los hilos de una trama que nace con la vocación de hacer saltar por los aires los asideros de la corrección política.
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