Cuenta y riesgo

Con las cosas de comer no se juega, cuenta el refrán, y cabe añadir que menos aún con los productos que mal usados pueden causar un sindiós. Resulta lógico y ensalzable que a los manipuladores de alimentos se les exija el carné correspondiente, pero al parecer tenemos que tragar con la permisividad de suministrarnos líquidos inflamables por nuestra cuenta y riesgo. Ya que nos obligan a enchufar la manguera en el hueco del depósito podrían bonificar el precio. Pero quiá, que diría un castizo madrileño. Por lo que se ve en las estaciones sin gente -aplausos a quienes mantienen esos puestos de trabajo- la cuestión radica en llevárselo crudo mientras la clientela maneja fluidos inconvenientes. Imaginen el chiste macabro resultante de quien llena el recipiente con un pitillo en la boca y atiende, a la vez, la llamada del móvil.

Asumo que levantar barreras al progreso significa lo mismo que poner puertas en pleno campo. Pero a las gasolineras se unen los bancos, antes cajas, que echan al público con restricciones y horarios y los peajes de las autopistas sin seres humanos devolviendo el cambio. Es lo que tienen los avances, que eliminan empleos y privan a unas personas de saludarse con otras de par de mañana.