El artesano de los robles

Alejandro Simó, de Bodegas Luis Alegre, de Laguardia, trabaja con robles franceses de más de 200 años para sus barricas
A la hora de elaborar un vino son muchos los factores que determinan el producto final. Uno de ellos es la calidad de las barricas y en Bodegas Luis Alegre, de Laguardia, se le presta mucha atención. No en vano, recientemente han adquirido unos robles franceses de más de 200 años y desde la bodega se definen como «pioneros y únicos» en el control del proceso integral de elaboración de dichas barricas, desde el bosque hasta la tonelería.
Uno de los motivos principales de este cuidado por la madera reside en el pasado laboral del gerente de Bodegas Luis Alegre, Alejandro Simó. «Estuve seis años en la tonelería Radoux, que por aquel entonces era una de las más importantes de Europa, y posteriormente fui uno de los fundadores de Quercus», expone. «Mi bautismo laboral fue en ese mundo», apuntilla. De hecho, los conocimientos que obtuvo de aquella época son los que ha tratado de trasladar a la bodega. «Comenzamos acudiendo a los mejores bosques del mundo para seleccionar personalmente los árboles que queremos», cuenta Simó, quien añade que son varios los factores que se tienen en cuenta en esa elección. «Van desde la ausencia de ramas hasta el diámetro del tronco pasando, por ejemplo, por la influencia del sol y el lugar del bosque en el que se encuentra el árbol», enumera. «Es un proceso muy similar a la de la selección de las uvas en el viñedo», remata.
36 meses en total
Una vez marcado el tronco, este se traslada al aserradero, donde se transforma en tablones para pasar en el parque de secado entre 24 y 30 meses. Allí se lleva a cabo el proceso de afinado para posteriormente efectuar la creación artesanal de las barricas, donde se presta atención a la fase de tostado. «Hay que tener en cuenta que necesitamos diferentes notas aromáticas dependiendo del vino que vamos a introducir en esa barrica», expone el gerente de la bodega de Laguardia. El proceso en su totalidad tiene una duración aproximada de entre 34 y 36 meses. «Así, los árboles que he seleccionado en octubre llegarán a la bodega en octubre del 2020», apunta Simó.
Este control permite conocer perfectamente las características de las barricas y lo que éstas van a aportar a los vinos finales. «Esto se consigue únicamente a través de la experiencia y de un histórico», afirma Simó. «Sabemos perfectamente qué bosques ofrecen los mayores potenciales aromáticos, los crecimientos de grano más fino y la madera más especial», continúa. «Somos como los cocineros, que saben dónde buscar las mejores trufas en el campo o los espárragos más sabrosos», finaliza.
Sólo de esta manera se logra garantizar la trazabilidad total de las barricas, desde su punto de origen hasta su destino final. «De alguna manera, se puede decir que tenemos viñedo propio y bosque propio», concluye Alejandro Simó.
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