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Gorka Ortiz de Urbina, Leire Zugazua, Maite San Saturnino, Fernando F. Arrikagoitia, Pilar López y Gorka Belamendia celebran el Día de los Bosques junto a su ejemplar favorito.

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Gorka Ortiz de Urbina, Leire Zugazua, Maite San Saturnino, Fernando F. Arrikagoitia, Pilar López y Gorka Belamendia celebran el Día de los Bosques junto a su ejemplar favorito. Rafa Gutiérrez

El árbol de nuestras vidas

Seis conocidos vitorianos celebran el Día de los Bosques junto a su ejemplar preferido. Hayas, álamos, sauces... «Sentir todo lo que transmiten no tiene precio»

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Miércoles, 21 de marzo 2018, 00:13

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Los árboles reducen la contaminación acústica, almacenan carbono para mitigar los efectos del cambio climático, mejoran el clima, ayudan a ahorrar en calefacción y aire acondicionado, dan frutos, bien gestionados son fuente de energía renovable, contribuyen a filtrar el agua, son el hogar de animales, generan turismo y animan a tener estilos de vida saludables, o sea, a prevenir enfermedades. Esta es la lista con la que Naciones Unidas defiende la celebración este miércoles del Día Mundial de los Bosques, vitales en un mundo que va camino de concentrar al 70% de su población en grandes urbes.

Vitoria, con un árbol o arbusto por cada dos habitantes, más de 112.000 en total (sin contar los del laureado Anillo Verde que cumple 25 años) de 310 especies, hace un homenaje constante a sus pulmones, pero esta semana redobla los esfuerzos con nuevas plantaciones y foros de debate. Grandes, pequeños, altos, chaparros, secos, frondosos, huecos, recién plantados o centenarios. Troncos, ramas, hojas, flores, frutos y pelusas de todo tipo acompañan y arropan a los vitorianos desde que nacen. A los seis conocidos personajes a los que ELCORREO ha invitado a celebrar la jornada no les ha costado nada pensar en su ejemplar favorito.

  1. Fernando F. Arrikagoitia ‘Cibeles'

    La maravilla del haya de hoja de helecho

El veterano ecologista y portavoz de Gaia, Fernando Fernández Arrikagoitia ‘Cibeles’, ha dudado entre varios ejemplares únicos del parque botánico de La Florida, de aquellos que llegaron a la capital alavesa en 1855, año en que se diseñaron sus laberínticas sendas, al estilo romántico de los jardines franceses procedentes de la Exposición Universal de París. Reivindica este rincón verde de la capital alavesa y lamenta que «mucha gente sólo lo visite por cuestiones religiosas una vez al año» sin reparar en su grandiosidad. «Me da rabia que tengamos aquí este parque botánico y sólo se vea el belén». Elige el haya de hoja de helecho, ahora pelada. «Es una maravilla, cuando avanza la primavera ese híbrido de hojas de haya y helecho es espectacular». ‘Cibeles’ defiende además el aguante numantino de este hermoso gigante, ubicado cerca de Parlamento, un poco más allá de la estatua de Eduardo Dato, que se ha adaptado a la climatología vitoriana solemne y acogedor. Aun desnudo de follaje es también digno de admiración, alerta el ecologista, que invita a recrearse entre sus ramas desnudas soldadas unas con otras en un abrazo de décadas.

Fernando Arrikagoitia, 'Cibeles', posa ante este ejemplar centenario de La Florida, que es «espectacular» en primavera.
Fernando Arrikagoitia, 'Cibeles', posa ante este ejemplar centenario de La Florida, que es «espectacular» en primavera. Rafa Gutiérrez

  1. Leire Zugazua

    Carreras entre los álamos blancos

Cada día para entrar a su oficina tiene que atravesar el Jardín del Agua del parque de La Florida, pero pese a estar rodeada de algunos de los más grandiosos y singulares árboles de Vitoria, Leire Zugazua, síndica o defensora vecinal, ha querido regresar a su infancia. «Nosotros a este parque siempre le hemos llamado El Polvorín», relata, en alusión al pasado castrense del parque de Judimendi. Cualquiera de sus frondosas le sirve para hacer un viaje melancólico y recordar que fueron testigos de sus primeros pedaleos en la bicicleta de dos ruedas, de sus juegos o de sus carreras para no perder el autobús de la ikastola. «Mi hermana, mi prima y yo jugábamos aquí al escondite y recuerdo sobre todo cómo buscábamos hormigas en los troncos de los árboles». Seleccionamos un álamo blanco anciano, ahora sin hojas. «Es curioso cómo tenemos incorporados los árboles en nuestro día a día sin darmos cuenta del tesoro que tenemos», reflexiona.

Leire Zugazua posa en el parque de Judimendi junto a su Álamo blanco. Caducifolio, corpulento y de forma redondeada, alcanza los 30 metros de altura.
Leire Zugazua posa en el parque de Judimendi junto a su Álamo blanco. Caducifolio, corpulento y de forma redondeada, alcanza los 30 metros de altura. Rafa Gutiérrez

  1. Gorka Ortiz de Urbina

    Otear El Pilar desde la rama de un plátano

«Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero (...)», decía Antonio Machado. En el caso de Gorka Ortiz de Urbina, el vitoriano que cada 4 de agosto encarna a Celedón, su niñez y parte de la adolescencia está ligada a las aventuras que imaginó encaramado a un fabuloso plátano de sombra del final de la calle Domingo Beltrán. Hace unos 30 años, cuando la ciudad estaba en construcción, Gorka y sus amigos se las ingeniaban, a veces con ayuda de tablas de obra, para trepar a ramas gruesas de varios metros de altura. Se fotografía junto al único plátano de sombra que sobrevive en la zona de los tres que recuerda de su infancia. Ahora mide más de 20 metros y Gorka, con su metro noventa, parece diminuto. «Llegábamos a casa de la ikastola cogíamos el bocata y a callejear. A esto le llamábamos la primera plazoleta. Disfrutábamos como enanos. Si no estábamos en los árboles de El Pilar nos íbamos hasta la zona que ahora ocupa el Gobierno vasco, donde habías charcas, a buscar sapos y salamandras». Tendría 13 años, calcula y se podía vivir, y muy bien además, sin instagram.

Gorka Ortiz de Urbina y el plátano de sombra. Domingo Beltrán. Su corteza, de color ceniciento o verdoso, se desprende en placas escamosas.
Gorka Ortiz de Urbina y el plátano de sombra. Domingo Beltrán. Su corteza, de color ceniciento o verdoso, se desprende en placas escamosas. Rafa Gutiérrez

  1. Maite San Saturnino

    Un magnolio, «porque todos somos un poco árbol»

Maite San Saturnino, presidenta de la empresarias alavesas de Ampea, de la federación vasca de Empresarias Profesionales y Directivas y de la ONG de pacientes cardíacos Corazón sin Fronteras, no concibe la vida sin colores. De ahí que sus árboles preferidos sean los que dan flores vistosas, como los prunus o los elegantes magnolios. Estos últimos le recuerdan además a su madre, a su casa del entorno de la plaza de España, y a su niñez. La empresaria se suma a la celebración del día de los bosques con una reflexión ‘zen’. «Al final todos somos un poco árboles. La familia son las raíces y tienen que estar bien ancladas. El tronco y las ramas somos nosotros y las hojas, las flores, los frutos, lo que ofrecemos de nosotros, lo que dejamos ver. Sin una buena base, eso no va a florecer». San Saturnino disfruta con troncos, ramas y hojas y con la fauna que nos vigila en ellos. «Vivimos en una ciudad con una gran calidad de vida gracias en parte a sus zonas verdes. Salir a pasear por sus calles a primera hora de la mañana y sentir todo lo que transmiten sus árboles, o escuchar los pájaros, no tiene precio».

Maite San Saturnino y la magnolia grandiflora. Plaza de Gerardo Armesto. Hojas simples, ampliamente ovadas y fragantes flores blancas de unos 30 centímetros.
Maite San Saturnino y la magnolia grandiflora. Plaza de Gerardo Armesto. Hojas simples, ampliamente ovadas y fragantes flores blancas de unos 30 centímetros. Rafa Gutiérrez

  1. Pilar López

    Un castaño, una ermita y el pueblo de Abetxuko

Pilar López, directora de Teatro Paraíso, ha abandonado unos minutos Kunarte para abrazar el tronco de castaño de indias que aparece en todas las fotos, acuarelas y cuadros al óleo de la ermita románica del Santo Cristo; testigo, defiende, de que Abetxuko aún sobrevive como pueblo. Se trata de una iglesia construida en el siglo XIII, aunque a lo largo del tiempo ha tenido una serie de añadidos y arreglos posteriores, con planta de salón con cabecera recta cubierta por una bóveda de cañón apuntada. Y en la entrada, un magnífico castaño de indias, de sombra poderosa. «Este es un espacio poco conocido, porque al final nadie conoce el pueblo ni su ermita románica tan sencilla y bella, pero para quienes vivimos aquí es un lugar al que vamos a pasear y que queremos compartir», explica la actriz. «Paso por este árbol todos los días de mi vida, me lleva acompañando los últimos veinte años, pero ya antes también», explica. Y es que en el entorno de la ermita se celebran las fiestas de San Miguel y allí se hacen las comidas populares. «Yo he comido bajo su sombra, que es muy buena y también he disfrutado con una manzana bajo su cobijo». Pilar López invita a sentarse como ella y mirar hacia la iglesia románica y verla desde esa perspectiva «recortada sobre el cielo».

Pilar López y el castaño de Indias, ‘Aesculus hippocastanum’. Ermita del Santo Cristo de Abetxuko. Alto, de hojas grandes y opuestas y flores blancas.
Pilar López y el castaño de Indias, ‘Aesculus hippocastanum’. Ermita del Santo Cristo de Abetxuko. Alto, de hojas grandes y opuestas y flores blancas. Rafa Gutiérrez

  1. Gorka Belamendia

    El sauce blanco y autóctono del humedal

Gorka Belamendia, coordinador de Ataria, el centro de interpretación de la naturaleza de Salburua, ha elegido posar ante uno de los pocos sauces blancos que quedan en el parque y que son autóctonos y originarios del humedal, explica. «Viven lo que un hombre, entre 30 y 100 años; no hacen daño, son sostenibles, crecen y dan sombra», explica el técnico del CEA. La media docena de ejemplares en pie de Salburua envejecen y poco a poco van desapareciendo para desgracia de la curruca capirotada o de los pájaros carpinteros a los que tanto gusta su madera blanda. Belamendia, fuente inagotable de saber natural, explica que desde los tiempos de Aristóteles se ha usado la corteza del sauce para tratar los dolores de cabeza «porque contienen una sustancia, la sacilina, que es buena para eso». El que presenta en este reportaje se encuentra a unos metros de la entrada del parque desde el barrio de Salburua.

Gorka Belamendia y un sauce blanco, ‘Salix alba’. Salburua. Alcanza hasta 25 metros, sus hojas son aserradas de color gris plateado. Florece en primavera.
Gorka Belamendia y un sauce blanco, ‘Salix alba’. Salburua. Alcanza hasta 25 metros, sus hojas son aserradas de color gris plateado. Florece en primavera. Rafa Gutiérrez

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