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David González
Viernes, 17 de junio 2016, 01:03
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Eran las cuatro de la tarde de ayer. Apenas había clientes en una gran superficie comercial de Vitoria. De repente, un hombre joven, magrebí, irrumpió entre grandes gritos y con el dedo índice apuntando al cielo. Vociferaba una y otra vez que «Alá es grande».
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