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El vuelo del Ícaro es uno de los número estrella de Varekai
El Circo del Sol llega a Vitoria esta semana

El Circo del Sol llega a Vitoria esta semana

El espectáculo Varekai debuta en Vitoria el 27 de enero. EL CORREO les visitó en Viena, una de las paradas de su gira europea, para descubrir la magia que se esconde entre sus bambalinas

Nuria Nuño

Lunes, 25 de enero 2016, 01:54

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A las mentes creativas del Cirque du Soleil la inspiración les llega desde un sinfín de fuentes: los cuentos, la magia o la música de grandes leyendas como Michael Jackson y The Beatles. Algún que otro mito, pero de la cultura clásica, ha sido también germen de las propuestas artísticas firmadas por la compañía canadiense desde que arrancó su exitosa trayectoria allá por 1984. Es el caso de Varekai, un impresionante montaje que recrea la historia de Ícaro, el joven que cayó al mar al volar demasiado cerca del sol. Eso sí, tamizada por la experiencia vital del polifacético Dominic Champagne, autor y director original del espectáculo que, entre el 27 y el 31 de enero, inundará el Buesa Arena con acrobacias de altura.

En noviembre, EL CORREO viajó a Viena, una de las primeras paradas de la nueva gira europea del Circo del Sol, para descubrir no sólo la magia que desprende sobre el escenario, sino también la que se esconde entre sus bambalinas. Un "backstage" donde el visitante camina fascinado entre exuberantes trajes, pelucas y sombreros de fantasía. Eso sí, la vista acaba fija en unas hipnóticas máscaras, un tanto inquietantes por la silenciosa penumbra que reina entre bastidores.

A pocos metros de las miradas indiscretas, una joven realiza ejercicios de estiramiento. Está absorta. No se inmuta por la presencia de extraños ni por la de los técnicos de sonido. Éstos trabajan junto a los siete instrumentistas y dos cantantes que ensayan la brillante partitura compuesta por Violaine Corradi, que se interpreta en directo durante cada función. Toda la liturgia, incluso la que rodea los ensayos ante un aforo desierto, está milimétricamente organizada. Al igual que la rutina de cada artista, que come, ensaya y descansa en unos horarios fijos para dar lo mejor de sí en cada exigente "show". Todas las funciones se graban para detectar qué detalle se puede mejorar. Incluso, cada acróbata o bailarín toma imágenes de sus ensayos y actuaciones con unas minicámaras ActiveOn. Con ellas muestran su punto de vista y ofrecen imágenes inéditas que publican en la web del circo de lo que ocurre tras el escenario.

La concentración es primordial, de modo que no resulta extraño que las conversaciones se susurren en ese ambiente sigiloso, que apenas se rompe con los saltos y volteretas que parecen cortar el aire ejecutados con precisión por un grupo de audaces acróbatas sobre los columpios rusos, el espectacular número final que representarán cinco horas después ante el público austríaco.

En el Wiener Stadthalle, el pabellón vienés que esa semana será su hogar, se han habilitado un comedor, un gimnasio, los camerinos y las salas donde se deja a punto el vestuario. Un cartel fucsia revela que muy cerca se sitúa la oficina temporal del jefe de la "troupe". No es otro que el británico Michael G. Smith, un exbailarín que en los ochenta trabajó y vivió entre Madrid y Barcelona, y que en sus diez años en la compañía ha llevado las riendas de siete de las propuestas más representativas del Circo del Sol como Dralion, Quidam, Alegría y Kooza.

Por segunda vez, es el director artístico de Varekai, traducido como "en cualquier lugar" en la lengua romaní de los gitanos, "los nómadas universales". El espectáculo se estrenó en Montreal en 2002. Desde entonces, el "show", que rinde tributo al "espíritu nómada, al alma y al arte de la tradición circense", ha cautivado a más de diez millones de personas, ha evolucionado y se ha adaptado a diversos elencos. Eso sí, su mensaje primigenio sigue vigente.

Champagne escribió la obra motivado por la grave caída que sufrió en un teatro. "Creyó que nunca volvería a caminar. Fue un impacto en su vida. Su reflexión, a través de Ícaro, sostiene que solos no podemos vencer a la adversidad. Para afrontarla, hay que superar el miedo o la vergüenza que nos puede dar al pedir ayuda a los demás", desliza Smith.

"Expresar las emociones"

En su caso, el sentimiento que prima es el de la responsabilidad por ofrecer lo mejor. "El Circo del Sol es como Madonna: siempre hay que meter algo nuevo en los espectáculos. Por suerte, tenemos acceso a gente con mucho talento dispuesta a colaborar con nosotros recalca. En estos diez años, nunca he tenido que empujar a los artistas a trabajar más. Al contrario, muchos vienen del deporte y traen una gran disciplina. Sin embargo, les cuesta mucho expresar las emociones. Están acostumbrados a controlarlas para competir. Tenemos que ayudarles a sentirlas para que luego las transmitan al público", sostiene.

En la figura del portorriqueño Fernando Miró, protagonista e hilo conductor de Varekai, se fusionan el plano deportivo y el artístico. "Desde los 9 a los 15 años practiqué gimnasia pero mi cuerpo era demasiado flexible, así que inicié mi carrera como bailarín", detalla unas horas antes de convertirse en Ícaro, el vulnerable "ángel" que cae en el mejor lugar para perderse: un bosque mágico, poblado de exóticas criaturas de las que tendrá que aprender a levantarse para poder volar de nuevo.

Mucho antes de desplegar sus alas, Miró actuó con conocidos artistas en Estados Unidos y Puerto Rico hasta que Taylor Swift le contrató para su gira "Speak now". A los 19 años, antes de su debut con la cantante, se estrenó en Las Vegas con el Circo del Sol: participó en "Believe" y, más tarde, en el "show" dedicado a Michael Jackson. Pero un buen día, Miró, de 28 años, soñó que podía volar y ese deseo se cumplió.

"Hace poco más de un año me convertí en el Ícaro de Varekai, el primer espectáculo del Cirque du Soleil que vi en televisión. Para mí es un sueño poder actuar aquí. Es un clásico que gusta a todos los públicos", evoca con una sonrisa. La misma que tiene Jessica Heredia, la única española entre el centenar de artistas y técnicos repartidos a partes iguales que conforman esta internacional familia de trotamundos, integrada por 19 nacionalidades.

Esta catalana, de 33 años, bailarina de "break dance" y habitual de la compañía de Rafael Amargo, se incorporó en noviembre de 2013, meses después de presentarse en Barcelona a un "agotador" casting europeo que duró tres días. "Pasé un mes de formación en Montreal para familiarizarme con el maquillaje, el vestuario y al mes empecé la gira", rememora. Jessica vivió un sueño hasta que un día, en plena actuación, se rompió el talón de Aquiles. "Me operaron en Las Vegas y estuve siete meses de baja. Por suerte, volví mejor que antes y disfruto al máximo de esta oportunidad. Tras esto, ya me puedo morir tranquila. Para un artista, trabajar aquí es como subir a la luna", sentencia.

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