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El abrazo de Napoleón y su hermano José en la explanada frente al palacio de Montehermoso. Cuadro de Benjamín Zix y Constant Bourgeois
Los secretos mejor guardados del palacio de Montehermoso

Los secretos mejor guardados del palacio de Montehermoso

Reyes, reinas, príncipes, emperadores, hombres de ciencia… en el palacio renacentista de los Aguirre durmieron, amaron y dejaron huella algunos de los personajes más importantes de la historia de Europa

Francisco Góngora

Martes, 5 de mayo 2015, 01:55

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La pequeña pieza pictórica que Benjamín Zix (1772-1881) y Constant Bourgeois (1767-1841) realizaron para retratar el paso de Napoleón Bonaparte por la capital alavesa en 1808 y su abrazo con José I ha puesto de manifiesto la importancia del viejo palacio construido en 1524 en un estilo gótico-renacentista a iniciativa del licenciado Hortuño (o Fortunio) Ibáñez de Aguirre, miembro del Consejo Real de Castilla y de la Inquisición, y su esposa María de Esquível y Arratia. Ellos lo hicieron con el objeto de albergar una comunidad de monjas Dominicas. Sin embargo, una vez concluido, el edificio se destinó a residencia privada de la familia Aguirre-Esquível, que, a cambio, decidió construir para las dominicas el actual convento de Santa Cruz.

A partir de ese momento se convierte en la casa más importante de la ciudad. Su patio interior de dos pisos con arquerías escarzanas sirvió de descanso y pernoctación habitual de los monarcas españoles cuando hacían parada en Vitoria, así como de otras personalidades de la nobleza. Según la recopilación de nombres ilustres que ha realizado el historiador Patxi Viana, secretario de la Asociación Histórica Vitoria 2013, la lista es muy larga:

Estuvo Carlos V y su hermana Doña Leonor. Se acababa de terminar el palacio y ambos se dirigían a Francia con motivo del enlace matrimonial de Leonor con el rey de Francia. En 1615 (desde el 28 de octubre hasta el 2 de noviembre), el rey Felipe III se hospeda por un doble motivo. Su hija Ana María de Austria se casaría con Luis XIII de Francia y la hija de Enrique IV, Isabel de Borbón, con el futuro Felipe IV.

Isabel de Borbón se hospeda del 16 al 18 de noviembre de 1615. Felipe IV y su hija María Teresa pernoctan el 3 y 4 de mayo de 1660. La infanta se iba a convertir en la esposa de Luis XIV. El 12 de junio, en el viaje de vuelta pasa por Vitoria Felipe IV

María Luisa de Orleans, esposa de Carlos II, del 11 al 14 de noviembre de 1679. Felipe V, el 1 y 2 de febrero de 1701. En En 1710 se hospedan durante 3 meses, la reina Mª Luisa y su hijo que huyen de Madrid por motivo de la Guerra de Sucesión.

La princesa de Orleans, Felipa Isabel de Borbón, lo habita del 1 al 3 de febrero de 1723. María Teresa de Borbón, hija de Felipe V, del 2 al 4 de enero de 1745.

Políticos, viajeros y escritores

También pasaron por el palacio del alto de la colina de Vitoria Gaspar de Jovellanos, en 1791 y 1799, Guillermo Humboldt en 1799 y otros políticos, viajeros y escritores. La flor y nata de la realeza y de la intelectualidad europea disfrutó de este palacio cuyo nombre le viene del título del marquesado que el 14 de diciembre de 1714 le fue concedido a María Antonia de Salcedo y Echávarri, viuda de Vicente José de Aguirre y Zárate, en gratificación a sus servicios como aya de los hijos de Felipe V, los Príncipes de Asturias y futuros reyes Luis I y su medio hermano Carlos III, y como dama de honor de Isabel de Farnesio.

Un siglo después, otra marquesa de Montehermoso, María Pilar Acedo, atrajo a José Bonaparte en sus salones y alcobas. Durante la guerra de la Independencia fue la residencia oficial de José I quien, en octubre de 1808, la había comprado a los Marqueses de Montehermoso por dos millones de reales. José I se alojó aquí en varias ocasiones: entre septiembre y diciembre de 1808, por el repliegue del ejército imperial, en mayo y julio de 1811 por un compromiso familiar en París y en junio de 1813 por la retirada final de España. Con razón, los pintores del cuadro lo llaman Chateau Royal, por cierto un buen nombre para denominar un vino, un hotel o un bar.

Tras la restauración borbónica, en 1816, el Ayuntamiento de Vitoria confiscó el Palacio y la finca de Montehermoso en virtud de una real orden que establecía que tales propiedades eran, en lo sucesivo, patrimonio de la Corona. Aquel mismo año el edificio sufrió unos derrumbamientos. Posteriormente, durante la Tercera Guerra Carlista, Montehermoso fue cuartel de artillería antes de ser adquirido por la Diócesis de Vitoria en 1887 a su último propietario, el Marqués del Amparo. Al convertirlo en su sede, el Obispado encargó al arquitecto Fausto Íñiguez de Betolaza la reforma de la fachada, que adquirió su actual aspecto neogótico. En 1928 se acometió otra importante reforma.

¿Estuvo Napoleón en Montehermoso?

Sobre la estancia de Napoleón Bonaparte en Montehermoso no se ha escrito nada. Siempre se ha pensado que estaba tan enfadado que eludió a su hermano. Algo que resulta ilógico ya que José estaba a sus órdenes y obviamente Napoleón venía a Vitoria a reprobar y reprender a su hermano.

Patxi Viana ha recogido también este ilustrado artículo, formidable, de José Ortega y Munilla, padre de Ortega y Gasset en el que se relata hasta lo que le había preparado José a su hermano. Ortega no describe el abrazo, el encuentro frente a palacio porque no lo conocía, como tampoco todos los ilustres cronistas vitorianos.

Dice Ortega:

Napoleón no se entendía con su hermano José. Éste era un hombre apacible y placentero. Ya lo calificó el caudillo diciendo: «Si hubiera nacido un siglo antes hubiera sido un gentil abale cortesano. Gusta de las mujeres, de los perfumes y de la música. La lucha es ajena a su condición. Mi campaña española fracasó porque mi hermano José estuvo siempre de parte de mis enemigos, no por traición á mí, sino por debilidad»

Cuando la derrota de Bailén, José se espantó y se puso en fuga, lo cual no le perdonó jamás el emperador, y ahora iban a verse el fuerte y el pusilánime en el país de la resistencia inopinada. Quiso José que su augusto señor se hospedara en el mismo palacio en que él radicaba, y tomó disposiciones para prepararle suntuoso alojamiento. Ni olvidó los libros que el conquistador gustaba leer, y sobre una mesa de malaquita lo refiere el coronel Ladvenat en sus Memorias puso los Comentarios de César y el Poema del Cid. Pero el emperador rechazó tales atenciones. «Atravesó la ciudad de Vitoria según apunta Serdán en uno de sus interesantes estudios alaveses de Norte á Sur, instalándose en las afueras, junto al Prado, en una casa de campo, propiedad entonces del financiero Sr. Cuesta, y hoy de D. Eduardo Velasco», digno presidente en la actualidad del Real Ateneo de Vitoria, hombre cultísimo y respetable. Allí, en aquella pobre residencia, pasó el emperador la noche del 5 de Noviembre de 1808. Y, como el mismo narrador citado refiere, «en esta casa celebraron Consejo los generales de Napoleón, presididos por éste, y es fama que de los acuerdos allí adoptados, y de las disposiciones tomadas por aquel genio de la guerra, fueron consecuencia las derrotas que los españoles experimentaron en Guipúzcoa, en Burgos, en Tudela, en la Coruña, en Uclés y en Zaragoza». Víctor Hugo refiere en sus Memorias cómo su padre, general después, entonces coronel de los ejércitos imperiales, fué enviado por el rey José con una carta para el emperador, y le halló cerca de Salinas. Desdeñosísimo el Gran Capitán para con su hermano, reveló en su coloquio con el coronel Hugo escaso sentimiento. Viajaba el emperador a caballo, acompañado de su fidelísimo general Berirand, y se dirigió sin más espera á la casa de campo de que he hablado. Hállase a la derecha del poético Prado, uno de los más bellos paseos que hay en España, y se conserva como en aquella fecha memorable. Pocos saben que en aquel hogar humilde pasó una noche el emperador, y que allí se decidió la campaña dolorosísima en que los españoles probaron su energía y prodigaron su esfuerzo. Siempre que en mis temporadas de vida vitoriana paso por allí, me detengo, interrogando a los muros para que me revelen el secreto de aquella noche que, según Ladvenat, fué «de insomnio y de angustia para el Señor». Y ya que el silencio de la piedra sea rebelde a toda investigación, he querido que sea conocido el lugar en que Napoleón pensó en nuestra destrucción y donde dijo: «País de frailes... Yo le dominaré». El excelente fotógrafo Sr. Guinea, ya conocido en Nuevo Mundo y La esfera me acompañó en esta ocasión. Ved la casa solitaria rodeada de árboles, en el cruce de la carretera. No lejos están las nemorosas sombras del Prado, y a poca distancia el encantador recreo de «La Senda», una alameda mágica que nace en «La Florida», el jardín maravilloso que es honra de la noble capital de Álava.

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