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Hemingway y la calle Arca, donde se encontraba el restaurante Garmendia.
El paso de Hemingway por Vitoria

El paso de Hemingway por Vitoria

El escritor norteamericano, premio Nobel de literatura, se marchó encantado con los platos tradicionales del restaurante Garmendia donde se sabe que bebió clarete

Francisco Góngora

Martes, 10 de febrero 2015, 02:17

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Existen testimonios orales suficientes que aseguran que el premio Nobel de literatura Ernest Hemingway pasó por la capital alavesa, al menos en una ocasión, al parecer, en torno a las fiestas de San Fermín del año 1959, las últimas que vivió antes de que se descerrajara un tiro en julio de 1961. Aquel año además recorrió las plazas de España a ver el enfrentamiento taurino entre Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez, figuras relevantes del toreo de la época. Fue el tema central de la novela El verano peligroso. Según Andrés Arenas, su biógrafo, se trataba de describir con una visión para los guiris americanos que los dos maestros iban a morir en el ruedo por conseguir el número uno, una visión muy de ficción.

Es el escritor e investigador gastronómico Fernando González de Heredia Tote el que apunta en su libro de referencia de los mejores restaurantes 'Álava, aquella gran cocina y su innovación' que «entre los personajes que visitaban y alababan la cocina del restaurante Garmendia se encontraba el escritor Ernest Hemingway». Es precisamente este restaurante el que reúne más testimonios de la presencia del genial escritor norteamericano. Estaba situado en la plaza del Arca, número 5, en una manzana que desapareció en 1974.

Tote subraya que ha hablado personalmente con la familia Garmendia y que le contaron varias cosas. Una que, efectivamente, el periodista norteamericano pasó al menos una vez por Vitoria. La segunda es que le encandilaron varios platos, uno de caza, a la que él era tan aficionado, que podía ser el de perdiz en salmi o de codorniz a la vitoriana, según la temporada, que se bordaban en este establecimiento que regentaban Julio Gómez de Balugera y Ana María Garmendia. Otro de los platos estrellas era la merluza a la romana que tenía tanto éxito que había viajeros que expresamente venían de Madrid a tomarla.

Este periodista ha podido confirmar además por testimonios directos que a Hemingway se le vio y se le reconoció también en alguna gasolinera de la ciudad en los años cincuenta. No hay mucha precisión en el dato pero el autor de El viejo y el mar visitó en 10 ocasiones Pamplona desde los años veinte hasta 1959, la última, y existen testimonios gráficos de su presencia en Bilbao, San Sebastián, Haro (Bodegas Paternina) y Logroño. Aunque fuera de paso, en alguna de esas ocasiones pudo, efectivamente, pasar por la ciudad.

El Garmendia, centro de reuniones

Hemingway y sus acompañantes no iban desencaminados al elegir el Garmendia. Según describen los cronistas gastronómicos como Tote era «lugar de comida de artistas, toreros, pelotaris, políticos famosos... Todo lo más tronío de la sociedad se daba cita en este famoso bar restaurante. Cocina tradicional y de producto. Pochas, merluza albardada o a la romana, alabada por muchos viajeros, sobre todo de Madrid desde donde venían exclusivamente para comerla».

«Barra a la izquierda, carteles taurinos, mesitas de mármol para el café y las partidas y una cocina afamada, de las más nombradas del Vitoria de la época», señala Eduardo Valle. «No se había inventado la nueva cocina ni estaban de moda otros perifollos cuando una de las hermanas Garmendia, concretamente Ana María, era capaz de crear en el reducido espacio de una cocina de carbón auténticas virguerías culinarias», narra Pedro Morales Moya en Vitoria, si mal no recuerdo.

Eso sí, allí entraba género de primera calidad y sólo se permitían, para no alterar la autenticidad del sabor primigenio algún pellizco aromático, unos dientes de ajo, muy poca especiería y pequeños toques de perejil y otras hierbas. Pidiérase allí merluza, calamar o rape en cosas de pesca; sesos, lechecillas o riñones entre los productos de casquería; cordero, berraco o ternera, caza o caracoles, o cualquier clase de crustáceos, y el comensal sabía que no había engaño. ¡Era una gloria!

Entre el comedor que era chico no más de cinco o seis mesas el yantar sustancioso y los precios no excesivos, no puede extrañar que a diario se colgara el cartel de no hay billetes, lo mismo al mediodía que a la hora de la cena.

Remarcado en un cuadrito en la pared frontera a la barra del bar, los dueños habían colgado un comentario de prensa que publicara José María Sáenz de San Pedro (Perujo) en la ha tiempo fenecida Voz de España de San Sebastián. Ocupaba el articulejo un sitio preferente cabe la mesita en la que Perujo solía tomarse un refrigerio cuando, de vuelta al trabajo, hacía un alto en el camino antes de llegarse hasta su casa. Se lo dedicó al Garmendia.

En aquel recinto no podía uno menos de evocar las grandes corridas de toros que se habían celebrado en Vitoria y otras plazas próximas. Una cromática exposición de carteles adornaba las paredes del establecimiento y, junto con ellos, se exhibían otros motivos taurinos».

Según el relato de Eduardo Valle, en 1926, se establece en el número 5 de la calle del Arca Tomás Bujanda. Antes había sido Bar restaurante La Sonsierra. En 1932 Leonardo Pérez se hizo con el negocio, dándole fama por su excelente cocina. Posteriormente hacia 1945 (Venancio del Val habla de 1939) Francisco Garmendia González de Audícana, natural de Nafarrate, se puso al frente del establecimiento junto a su mujer Casilda Ruiz. Después estuvieron muchos años Ana María Garmendia y Julio Gómez de Balugera.

Sobre 1974 se cierra y toda la manzana es derruida desapareciendo el Iruña, Bodegas Carrascal, el Bar Chonete y el ropio Garmendia, aunque sigue unos años como Carey-Garmendia en Manuel Iradier.

En marzo de 1974 antes del derribo, Venancio del Val publica en EL CORREO una crónica que apunta y subraya lo comentado y le da al establecimiento una enorme solera taurina. «La popularidad que ha tenido en todos los medios se lo ha ganado por su prestigiosa cocina. A pesar de su limitado espacio que une bar, comedores y cocina, los buenos gastrónomos han sabido escoger este lugar en tan céntrico y típico sitio vitoriano. Cuando algún forastero se ha interesado por un restaurante de sus condiciones, a cualquiera se le ha ocurrido inmediatamente el nombre de Garmendia.

Venancio pregunta a Julio Gómez de Balugera sobre los toreros que han pasado por su restaurante. «Es difícil recordar todos. Por aquí han pasado entre otros Aparicio, Parrita, Arruza, Martorell, el picador Atienza, Macazaga entre los empresarios.... El Viti ha venido a barullo. El que no ha venido nunca es El Cordobés. También han estado Manolete y Juan Mari Pérez Tabernero».

¿Gente de teatro?, pregunta Venancio.

«Mucha también. Isabel Garcés, Navarro, la Morgan, Pedro Porcel (que siempre comía calamares), Mario Somoza, Zori, Santos y Codeso, Guillermo Marín, Tina Gascó, María Montez, José Bódalo, Algueró....

Y lo mismo pelotaris: Arriarán, Zurdo de Mondragón, Gallastegui, Chiquito de Iraeta, Lazcano, Cortabitarte, Echave, Bolinaga, Chiquito de Aratadi . Después del partido solían hacer la recena.

La proximidad del frontón y de los teatros brindaban mejor ocasión a pelotaris y actores. Pero también han pasado por el Garmendia gentes de toda condición. Entre ellos varios políticos, las más de las veces de incógnito. Algunos entraban en la cocina como si fueran de casa. Ha estado Pérez de Tudela. Ha estado Hemingway, que siempre bebía clarete. Y entre los vitorianos ¡no digamos! Desde Altube, el hombre del frío, que comía con abrigo».

Hasta aquí la crónica y la confirmación de que Hemingway pasó por Vitoria y eligió para comer el restaurante Garmendia. Lástima que no haya testimonio gráfico.

Actualización. Bodegas Franco-Españolas comparte esta fotografía de Hemingway en sus instalaciones. Un recuerdo histórico que guardan con orgullo en la bodega logroñesa.

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