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Francisco Jav ier Landáburu junto a Luis Ybarra y su esposa
Así vivió el jeltzale Landaburu trece meses emparedado en su casa de Vitoria

Así vivió el jeltzale Landaburu trece meses emparedado en su casa de Vitoria

Entre agosto de 1936 y julio de 1937, este líder del PNV alavés permaneció escondido en entre dos paredes en su propio domicilio antes de huir a Francia en el maletero de un coche

Francisco Góngora

Martes, 27 de enero 2015, 07:50

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Ante todo hay que aclarar la acepción de topo que quiero utilizar porque no se encuentra entre las que registra el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Tras la muerte de Franco, los periodistas Jesús Torbado y Manuel Leguineche consiguen un éxito editorial con un gran libro denominado Los Topos. En él se cuentan las vivencias estremecedoras de una veintena de hombres y alguna mujer que permanecieron ocultos en refugios hechos con sus manos durante la Guerra Civil y luego en la postguerra para evitar la muerte o la cárcel seguras. Algunos vivieron así más de treinta años. Torbado y Leguineche eligieron el título porque lo sugirió uno de aquellos supervivientes. El exalcalde republicano de Mudrián les dijo: Mi vida ha sido como la de un topo, siempre en tinieblas. He cavado mi propia galería con mis propias manos. El oído y el olfato se me han desarrollado como a los topos, mis hábitos han sido casi exclusivamente subterráneos. No se podía definir aquella experiencia tan terrible de forma más apabullante.

Ese es el significado que le quiero dar a la palabra topo, la de hombre oculto, escondido. Lo aclaro porque algunos podrían (mal)pensar que siendo Francisco Javier Landaburu uno de los grandes políticos que ha tenido el PNV alavés, habría querido sacar aquí no se sabe qué historias de traiciones, porque otra de las definiciones de topo es la de un infiltrado en una organización que trabaja a favor de otros. Nada de eso. Landaburu fue siempre fiel a su partido.

No fue el único en Álava que optó por esconderse o refugiarse ante la amenaza real de ser detenido y, probablemente, fusilado durante aquellos años convulsos y violentos. En esta sección hemos contado ya historias perdidas de otros topos, como aquella de Labastida que acabó con un resultado de varios muertos.

Francisco Javier Landaburu (Vitoria,1907; París, 1963) se licenció en Derecho, pero ejerció de periodista y promovió el folklore y la cultura vasca en la capital alavesa. En 1931 entró a formar parte de la Comisión Gestora de la Diputación. Entre 1931 y 1933 fue miembro del Euskadi Buru Batzar (EBB) y en las elecciones generales fue elegido diputado por Álava.

Explica el catedrático de Historia Santiago de Pablo en el libro En tierra de nadie. Los nacionalistas vascos en Álava que tras el golpe de estado del 18 de julio de 1936 el PNV tuvo inicialmente muchas dudas sobre qué bando elegir. En resumen, en ese momento, la idea inicial de varios jelkides vitorianos, actuando a nivel individual, de oponerse a la sublevación, había sido sustituida definitivamente por la inhibición ante los hechos consumados, decidida por el ABB". De este modo, el nacionalismo alavés habría actuado a la inversa que el PNV en su conjunto. Si el EBB optó primero por la neutralidad y sólo después, cuando las circunstancias la hicieron inviable, se decidió por el apoyo a la República, en Álava, como afirma Jose Luis de la Granja, la actitud inicial de los nacionalistas fue de oposición al golpe, optando después, cuando la situación la hizo impracticable, por la neutralidad.

Confesión católica

En realidad, los golpistas buscaban la alianza de los nacionalistas, con los que compartían su confesión católica. Entre visitas al nuevo Gobernador civil nombrado por las fuerzas rebeldes y detenciones transcurrieron los primeros días de la guerra. Se ha debatido mucho sobre la posición inicial de los jelkides alaveses ante el golpe de estado. Incluso se llegó a publicar en la prensa una carta firmada por Landaburu y Manuel Ibarrondo en la que justificaban el golpe. Pero como dice De Pablo, la carta en su conjunto solo se entiende por las presiones a que ambos estaban sometidos por los militares, tal y como se deduce de la actitud posterior de sus firmantes.

Después de los primeros días hablando con unos y otros, Francisco Javier Landaburu desaparece. Le habían advertido directamente que o se adhería a la sublevación o sería fusilado. Fue el 13 de agosto. Landaburu se escondió en un domicilio particular de Vitoria, narra De Pablo. Otras fuentes indican que construyó un refugio en su propia casa. Javier Landaburu estuvo emparedado, viviendo como un topo, durante 13 meses. Estando en su escondite pudo oír como un conocido industrial hostelero de Vitoria al que conocía perfectamente venía a buscarle con unos falangistas para darle el paseo. Al plantarse sus hermanas en la puerta y evitar que entrasen en casa, y ser por tanto descubierto, no se atrevió a seguir adelante. Más tarde pudo pasar a Francia escondido en el maletero de un coche, a través del valle del Baztán. Era septiembre de 1937. Fueron muchos los que utilizaron el mismo método que Landaburu para sobrevivir. Sin distinción de izquierdas y derechas. Y construyeron además de un refugio una historia de terror, de miedo, que les había superado. Landáburu o los anarquistas de Labastida fueron otro grupo más de los hombres a los que se les llamó vivos de cuerpo presente.

Sus compañeros de partido en aquellas negociaciones iniciales, Jose Luis Abaitua e Ibarrondo, fueron encarcelados el día 15 de agosto, dos días después de la desaparición de Landaburu. Comenzó para ellos un calvario. En el caso de Abaitua terminó con su asesinato en Azaceta en marzo de 1937. Fue el único dirigente del PNV alavés fusilado en el territorio.

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