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HASIER OLEAGA, a la batería, acompaña al trombonista Wycliffe Gordon. / JESÚS ANDRADE
El placer de trabajar
CULTURA

El placer de trabajar

El cuarteto de Hasier Oleaga sólo pudo ensayar con los músicos americanos antes del concierto nocturno en la prueba de sonido vespertina

J. C. PÉREZ COBO

Martes, 24 de julio 2007, 11:10

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Para el joven y ya bregado en muchos escenarios batería vitoriano Hasier Oleaga tocar en Mendizorroza tiene un significado especial. Y ayer tenía un doble trabajo. Primero, al frente de su cuarteto, estuvo acompañado por el trompeta Terell Stifford, el trombón de Wycliffe Gordon y el saxo alto de Donald Harrison. Más tarde, tocó junto al cantautor Ruper Ordorika en el pequeño recital de éste. Pero lo más nuevo era su colaboración, dentro de la nueva oferta del festival -Konexioa- con esos maestros de la Juilliard School de Nueva York.

Una prueba de sonido es una actividad profesional que se debe hacer pero que, por lo general, se ventila en unos momentos. Ahora bien, Oleaga, Miguel 'Pintxo' Villar, saxo tenor, más el contrabajo Juan Pablo Balcázar y el guitarrista Alejandro Mingot nunca habían tocado con esos músicos venidos del otro lado del Atlántico. Así que aquello no era una prueba, sino un ensayo general con todo, un intenso trabajo.

Apoyados sobre el piano, Hasier Oleaga, el saxofonista americano y el trompetista repasaron unas partituras. Lógicamente, como no habían dispuesto de otras oportunidades para conocerse -los americanos llegaron ayer por la mañana a Vitoria-, tampoco se pueden lanzar a grandes aventuras musicales. Se trata de revisar unos cuantos estándares y hacerlo con suficiente dignidad.

De esto es de lo que más sobró, porque trabajar lo hicieron muy duro. El saxofonista Harrison se estableció como líder y nadie se lo discutió. Muy atentos, todos siguieron sus indicaciones, que hacía tanto con su instrumento como con el piano.

Mientras llegaban del supermercado las bolsas con productos para los camerinos, los técnicos de luces ajustaban los últimos focos y los de sonido montaban, aún, diferentes micrófonos. También señalaban a cada uno de los músicos cuál era su aparato.

Lanzados

Tras varias pruebas iniciales de algún tipo de adorno, de cómo concluir la melodía principal y demás detalles, se lanzaron a tocar. La sólida formación musical de todos ellos les permitió improvisar una y otra vez, y hacerlo con tanta gracia que siempre sonaba a fresco.

Hasier, tocado con una gorrita negra, no puede dejar de sonreir. Está claro que trabaja, pero al mismo tiempo está disfrutando como si aquello no le costara el más mínimo esfuerzo. Es evidente que los cuatro músicos locales aprovechan el ensayo para obtener lo máximo de los americanos. Varios de los temas sin hacer caso de los micrófonos pues lo que hacen es ensayar, los tocan en corro para verse entre ellos.

Gordon, el orondo trombonista, se sienta al piano para acompañar como base rítmica a un solo del líder Harrison. Luego se levanta de este instrumento y se dirige hacia el fondo del escenario, donde acaba de aparecer Iñaki Añúa, el director del certamen alavés, y se abraza aparatosamente a él. Con el bolígrafo con el que en ocasiones toma notas puesto en la oreja, se reincorpora de nuevo al grupo para hacer un solo de trombón que hace reir a todos sus compañeros en el escenario.

Al fin llega la auténtica prueba de sonido de esta tan particular banda, junta sólo para la ocasión. En total han ensayado poco más de una hora y ya parece que tienen seguro todo lo que deben hacer.

El otro encargo

Ruper Ordorika estaba por allí no sólo a la escucha de la música del grupo, sino esperando para ensayar a su vez con Oleaga más su guitarrista y contrabajista. Este ensayo, con su correspondiente prueba, fue menos llamativo. No por falta de calidad de la músic, sino porque cantante y batería ya habían trabajado juntos. La historia, por lo tanto, fue mucho más sencilla.

Para Ruper Ordorika, la posibilidad de tocar con músicos americanos resulta siempre interesante. «La idea de Konexioa que han impulsado esta edición los responsables del festival vitoriano, sólo tiene sentido si se persevera en ella. No por los músicos concretos que vayan a tocar, sino para comprobar el estupendo nivel de muchos profesionales de aquí», comenta.

Explica el cantante que desde hace algunos años «la gente no sólo ha estudiado aquí, sino que ha viajado y participado en muchos proyectos. Así la calidad está mejorando continuamente y demasiadas veces se nos olvida lo buenos que son muchos de los que aquí tocan». Pone como ejemplo a los hermanos de Diego, el trompeta Juan y el saxofonista Víctor. Dice de ellos que tienen una carrera importantísima -«tocan junto a todo el mundo, sobre todo en el circuito catalán»- mientras insiste en que pasan desapercibidos para una mayoría del público de aquí. «Esto es lo que puede mejorar una iniciativa como Konexioa, que postula por primera vez este festival», concluye. Lo que transmitían todos los participantes en ella era que la ocasión de tocar con los músicos americanos fue un auténtico placer.

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